
Quien nos iba a decir que dos años conviviendo con el coronavirus y más de cien mil muertos han servido para poco o nada. La epidemia destapó, lo que era una secreto a voces en los últimos años, España posee una sanidad pública de bolsillo, insuficiente para el tamaño de su población, desorganizada y con graves deficiencias tecnológicas. Aquello de que España poseía una de las mejores sanidades del mundo pasó a la historia. El coronavirus colapsó no sólo de los hospitales ó las Ucis, sobre todo desbordó los centros de atención primaria, que no dieron abasto para responder a las necesidades básicas de la población. La contratación urgente de personal médico para atender la avalancha de enfermos se revirtió en cuanto se redujo su impacto. El incremento del número de sanitarios contratados en el último ejercicio apenas superaba un millar frente al precedente.
La pandemia puso de manifiesto la falta de suministros básicos para combatirla, desde mascarillas o respiradores durante los primeros días, hasta medicamentos elementales como el Parcetamol. Las farmacéuticas han tomado nota y están trayendo de nuevo a Europa la fabricación de medicamentos, que hasta ahora eran producidos en China ó en India. Nuestro país, sin embargo, apenas se beneficiará de esta política. Se puede achacar a la falta de multinacionales con sede en España. Pero los expertos aseguran que la falta de estabilidad económica y la pérdida de competitividad ha espantado a los potenciales inversores.
Pero esto podría arreglarse con inversión nacional, porque somos el principal receptor de fondos europeos Next Generation, para paliar los efectos del coronavirus. El Gobierno anunció a finales del año pasado la puesta en marcha de un Proyecto Estratégico para la Recuperación y la Transformación Económica (Perte) dotado con 982 millones, que pretende atraer inversiones por más de 1.469 millones. El proyecto estará dedicado a la medicina de precisión, la producción de medicamentos avanzados y la digitalización. En el sector se muestran pesimistas, porque no tenemos empresas nacionales especializadas en estas materias La industria farmacéutica es una de las que más invierte en I+D en nuestro país. El año 2020 destinó 1.160 millones, pese a las extraordinarias dificultades de ese ejercicio. Sólo 50 millones menos que el ejercicio precedente.
Del total del dinero destinado a innovación sanitaria, el 60 por ciento fue a investigación clínica, 697 millones. España es uno de los países europeos punteros en análisis clínicos. En 2020 se autorizaron más de un millar, muchos de ellos relacionados con el coronavirus. ¿Cuánto dinero de los fondos europeos se utilizará para impulsar esta actividad innovadora, en la que podemos ser una potencia mundial? Ni un solo euro, según el proyecto desvelado hasta ahora por el Ministerio de Sanidad. El sector se queja de que no ha sido consultado, que el plan se elaboró con sueños de grandeza irreales y que, probablemente, perdamos otra oportunidad para ponernos a la cabeza de la sanidad mundial. Es una pena que desperdiciemos otra ocasión histórica para mejorar nuestra innovación. Las lecciones de la pandemia no han servido para nada.