La maquinaria bélica que ha desarrollado Rusia desde que en febrero de 2022 invadió Ucrania ha cobrado tal tamaño que no hay forma de pararla sin que la economía rusa caiga por el precipicio. Al principio todo fue bien. El elevadísimo gasto en defensa ha generado una inercia en el PIB que ha dejado con la boca abierta a analistas y expertos con crecimientos más altos que los de Occidente (Rusia ha crecido por encima del 3% en los últimos años). Pero ahora resulta complicado mantener el ritmo sin desfallecer. Es como una rueda de hámster a toda velocidad. Si se detiene en seco, el hámster (la economía rusa) se dará un duro golpe... si continúa rodando, el hámster puede aguantar un tiempo, pero el final puede ser incluso peor. La opción óptima sería lograr una reducción de la velocidad de la rueda progresiva, pero esto es algo extremadamente complejo en una economía que necesita seguir gastando en maquinaria de guerra, que se enfrenta a grandes sanciones y que nunca ha destacado por su sofisticación.