Correlación no implica causalidad. Vicente Nieves lleva buscando explicaciones a los movimientos de los mercados y de la economía desde la crisis financiera de 2007. Aún no tiene la respuesta.

Hasta que el presidente de EEUU, Donald Trump, ha vuelto a dinamitar cualquier tipo de previsión amenazando este viernes con un arancel del 50% a la Unión Europea... el relato que empezaba a dominar era del que la catarata de recortes de los tipos de interés que se esperaban por parte del Banco Central Europeo (BCE) para este 2025 se había empezado a secar. La tregua comercial de tres meses firmada entre EEUU y China extendió estos días la visión dentro del BCE de que a lo mejor no hay que ir tan deprisa. Los habituales halcones del banco central, para sorpresa de pocos, venían repiqueteando con esta cautela y pedían detener pronto las bajadas de tipos. Ahora, la gran novedad es que ese mensaje lo ha trasladado y públicamente uno de los miembros del Consejo de Gobierno considerado 'paloma', es decir, proclive a una política monetaria más acomodaticia.

Que la economía de EEUU va a sufrir una desaceleración intensa este año no es ya una novedad. Toda la incertidumbre generada por la errática política de Donald Trump ha hecho mella en la confianza de los agentes y ha dado como resultado la primera contracción del PIB trimestral en la primera potencia del mundo. Ahora la clave está en averiguar por dónde pueden venir las amenazas para la economía americana y qué impacto pueden tener. Uno de estos riesgos ha comenzado a asomar y, aunque todavía es extremadamente improbable, sí debería preocupar a los mandatarios de EEUU. Los últimos movimientos en los mercados dejan entrever que los inversores extranjeros están dejando de financiar el gran 'agujero' de la balanza de pagos de EEUU. Aunque las diferencias y distancias son amplías, este fue el tipo de crisis que afectó a España en 2008 y provocó una larga y dolorosa recesión (amplificada por el estallido de la burbuja inmobiliaria y que ha desembocado en un modelo productivo diferente). Al igual que le sucedió a España, la economía de EEUU lleva décadas consumiendo e invirtiendo 'por encima de sus posibilidades' (consume más de lo que produce), para ello necesita que el mundo siga depositando su confianza en los activos denominados en dólares, algo que cada vez está más en duda.

Quizá la historia no siempre se repita, pero lo que sí es cierto es que hay eventos y ciclos que se parecen mucho unos a otros. No solo por los conflictos, guerras o rivalidades que perduran siglos, también otros acontecimientos menos conocidos se repiten en la actualidad con diferentes protagonistas, pero con situaciones subyacentes o de fondo muy similares. Un ejemplo claro es lo que ha sucedido con el intento de EEUU de evitar que China tuviera acceso a los chips más avanzados del mundo. Aunque ahora es fácil analizar y calificar este movimiento con la ventaja que otorga la retrospectiva, lo cierto es que si los dirigentes de EEUU hubieran estudiado la historia habrían visto que hace miles de años sucedió algo similar con un resultado parecido.

Guinea Ecuatorial fue más rica que España (en términos estadísticos, otra cosa es cómo estuviera repartida esa riqueza) gracias al petróleo. En los años dorados de la excolonia española se alzó como una potencia del oro negro, bombeando más de 400.000 barriles diarios en un país de solo 1,6 millones de habitantes. El resultado no se hizo esperar y logró ser el país con más PIB per cápita de todo el continente africano, superando incluso a su antigua metrópoli (España). Sin embargo, Malabo no supo gestionar esa riqueza ni aprovechar su momento y la producción de petróleo comenzó a declinar ante la escasez de inversión y el constante agotamiento de los yacimientos más importantes, provocando una recesión casi interminable (el FMI prevé que el PIB de Guinea Ecuatorial se contraerá este año un 4,2%). Ese dinero se gastó ineficientemente, mientras que la corrupción campa a sus anchas, de modo que la riqueza se fue tan rápidamente como llegó. Sin embargo, el destino podría haber dado una segunda oportunidad a Guinea Ecuatorial.

El sorpasso que parecía imposible es ya una realidad. Como si esto fuera una carrera de motociclismo en la que en cada curva hay un nuevo adelantamiento, la economía de España va a adelantar este 2025 a Corea del Sur tanto en PIB per cápita como en PIB agregado (España ha vuelto a entrar en el top 12 de la economía global). En el caso del producto per cápita (más fiable para conocer la prosperidad de una sociedad), el adelantamiento llega 11 años después de que España perdiese la posición con una Corea del Sur que parecía decidida a convertirse en uno de los países más ricos del mundo, una nueva potencia que emergía tras un milagro económico sin parangón en el mundo, mientras que España se encontraba sufriendo los coletazos de la histórica crisis financiera de 2008, que en se alargó hasta 2013-2014 por el agravante de la burbuja inmobiliaria. Sin embargo, hoy, la economía de España crece con cierto vigor, mientras que Corea del Sur se encuentra sumida en una especie de estancamiento producto de una multitud de factores.

Rusia ha sido el mejor ejemplo de que las previsiones de economistas y grandes instituciones son en muchos casos erráticas y equivocadas. Cuando comenzó la invasión de Rusia a Ucrania, los expertos se lanzaron a vaticinar una recesión del PIB ruso que podía llegar al 10% ante la histórica batería de sanciones implementadas por Occidente. Finalmente, el PIB ruso apenas sufrió una contracción del 2,1%, para crecer con intensidad en 2023 y 2024. Sin embargo, otra parte de esas previsiones sí podrían haber acertado, al menos, parcialmente. Los analistas también aseguraron entonces que buena parte del golpe a la economía rusa llegaría con el tiempo, a medida que Rusia se descapitalizaba (fuga de empresas internacionales, de personal cualificado...), sufriendo una pérdida de crecimiento potencial. Esta segunda fase podría estar llegando a hora y el PIB del primer trimestre de este año sería la primera prueba. Rusia podría enfrentarse a una larga travesía en el desierto.

Desde el cielo, si un cartógrafo conectara con líneas invisibles los cinco mayores yacimientos de petróleo del mundo, descubriría una forma semejante a una media luna, extendida sobre las vastas tierras del Golfo Pérsico y sus alrededores. Esa curvatura perfecta une a Arabia Saudí, Irán, Kuwait y los Emiratos Árabes Unidos en un arco de abundancia petrolera que, paradójicamente, también alberga algunas de las regiones más secas y ásperas del planeta. En esa 'media luna de crudo' laten los corazones energéticos que han transformado no solo de sus países, sino también la historia del siglo XX y XXI.

España es la duodécima economía más grande del mundo, según los últimos datos del Fondo Monetario Internacional. Por el contrario, Portugal ocupa el puesto 46 en el mismo ranking, muy lejos de España por dos motivos obvios: Portugal tiene una población mucho más pequeña y un PIB per cápita también inferior. Sin embargo, aunque España es una economía mucho más poderosa, Portugal tiene una posición de ventaja en un activo importante y cada vez más valioso: el oro. Los lusos tienen más reservas de oro que España, algo que llama la atención dada la gran brecha económica entre ambos países. Frente a las 281 toneladas actuales de España (equivalentes al 1,7% del PIB), Portugal atesora alrededor de 382 toneladas, lo que equivale al 13% de su PIB. Esta diferencia supone que el país vecino tiene unos 10.300 millones de dólares más en oro que España, pese a ser una economía muchísimo más pequeña. Unos cálculos realizados con el precio de la onza a 3.200 dólares. ¿Por qué esto es así?

El peak oil ha sido la hipótesis dominante durante décadas. La argumentación era sólida: un recurso relativamente escaso como el petróleo tenía que 'bailar' con una demanda que parecía no tener techo. Con este contexto, los expertos y economistas se abrazaron a la teoría del pico de Hubbert que aseguraba que el petróleo alcanzaría su punto máximo de producción en algún momento para entrar en un declive ante el agotamiento de este recurso, por lo que cada barril de petróleo sería cada vez más caro. Nada más lejos de la realidad. La tecnología y la productividad han vuelto a enterrar una teoría más como ya sucediera con la catástrofe malthusiana. Ahora, el fin del petróleo parece que va a llegar igual, pero por causas opuestas: el mundo no se peleará por el último barril de petróleo, sino que los productores de petróleo se pelearán por intentar colocar el 'ultimo barril' de petróleo. Obviamente, esta es una expresión exagerada, puesto que el crudo mantendrá su mercado para plásticos, químicos y otros productos, pero será muy inferior al de hoy. Esto quiere decir que el fin del petróleo llegará por el lado de la demanda (dejará de consumirse) y no por el lado de la oferta (porque se acabe este recurso).

Dentro de la fiebre compradora de oro que existe a nivel global, hay un país que se ha llevado casi todos los titulares, dejando de lado, quizá, al gran protagonista, sobre todo desde el lado europeo. La prensa y los analistas han puesto el foco en las compras de oro de China, que ha disparado sus adquisiciones en un intento por reducir su dependencia del dólar (diversificar reservas) y aumentar su protección ante posibles conflictos que puedan dañar el sistema monetario o provocar una devaluación del yuan (los hogares chinos han adquirido mucho oro como protección). Aunque los movimientos de China han sido relevantes y noticiables, hay un país europeo que está incluso superando las compras chinas en términos relativos y que no ha recibido tanta atención: Polonia está comprando más oro que China y ya acumula más reservas que el Banco Central Europeo (BCE) y casi el doble de toneladas que España entera.