
España es la duodécima economía más grande del mundo, según los últimos datos del Fondo Monetario Internacional. Por el contrario, Portugal ocupa el puesto 46 en el mismo ranking, muy lejos de España por dos motivos obvios: Portugal tiene una población mucho más pequeña y un PIB per cápita también inferior. Sin embargo, aunque España es una economía mucho más poderosa, Portugal tiene una posición de ventaja en un activo importante y cada vez más valioso: el oro. Los lusos tienen más reservas de oro que España, algo que llama la atención dada la gran brecha económica entre ambos países. Frente a las 281 toneladas actuales de España (equivalentes al 1,7% del PIB), Portugal atesora alrededor de 382 toneladas, lo que equivale al 13% de su PIB. Esta diferencia supone que el país vecino tiene unos 10.300 millones de dólares más en oro que España, pese a ser una economía muchísimo más pequeña. Unos cálculos realizados con el precio de la onza a 3.200 dólares. ¿Por qué esto es así?
No cabe duda de que el oro tiene una importante presencia histórica en Portugal dado su pasado colonial. Una parte de esas reservas y de la relevancia que la sociedad lusa otorga al oro proceden de esta extensa etapa colonial (cinco siglos de imperio) y la 'fiebre' del oro que se vivió en Brasil y en otros territorios lusos en África. En el siglo XVIII, Portugal obtuvo enormes cantidades de oro de Brasil a través de los impuestos que la corona aplicaba a la extracción minera. Se estima que alrededor de 1.000 toneladas de oro llegaron a Lisboa procedentes de Brasil durante ese período. Sin embargo, en España ocurrió algo similar, contándose igualmente por siglos el periodo en el que el imperio español trajo metales preciosos de sus colonias en América. Por tanto, la explicación a la amplia brecha entre las reservas de ambos países hay que buscarla en la historia más reciente.
Retrocediendo hasta los años 30 del siglo XX, justo antes de la Guerra Civil (1936-1939), España era el cuarto país del mundo con mayores reservas de oro, superada solo por EEUU, Francia y Gran Bretaña. Estas reservas, almacenadas principalmente en el Banco de España, totalizaban 708 toneladas de oro fino, gran parte de ellas en Madrid. Al estallar la guerra, el Gobierno de la República comprendió que solo podía responder al esfuerzo bélico del bando nacional empleando esas reservas en conseguir armamento, más cuando constató que las democracias occidentales no iban a prestarle su apoyo. Por ello, procedió al traslado de 510 toneladas de ese oro, el 72,6% de las reservas de oro del Banco de España, desde su depósito en Madrid hacia la Unión Soviética.

El episodio desembocó en lo que célebremente se ha conocido como el Oro de Moscú. Aunque ha habido una continua discusión entre historiadores, los más recientes estudios apuntan a que todo ese oro se gastó en material de guerra, al no perdonar la URSS, teórico aliado de la República, ni una peseta en el armamento que vendió a la España republicana. Polémicas aparte (desde el régimen franquista y desde algunos sectores republicanos en el exilio se defendió la teoría del robo por parte del Gobierno de Juan Negrín y las acusaciones de haberlo regalado a Rusia), lo cierto es que al acabar la guerra en 1939, la 'caja fuerte' estaba vacía y habría que esperar décadas hasta volver a reponerla. Esto nos lleva hasta la discutida decisión política que glosa el titular de este artículo.
Ventas de oro en pleno ciclo expansivo
Durante el primer Gobierno del PSOE con José Luis Rodríguez Zapatero (2004-2008), se procedió a unas considerables ventas de oro, que volvieron a dejar la reserva muy menguada. En el 2000, España contaba con unas reservas de 525,467 toneladas de oro (16,827 millones de onzas troy), cantidad que se mantuvo relativamente estable hasta el año 2004, cuando el Banco de España emprendió esa oleada de ventas hasta 2007. Ese último año, las reservas ya habían descendido hasta las 281,6 toneladas (9,054 millones de onzas), nivel en el que se han mantenido prácticamente constantes de ese año hasta la prácticamente idéntica cifra actual. En menos de cuatro años, las reservas de oro del Banco de España se redujeron en más de un 46%.
Para más 'inri', estas ventas se hicieron en una ventana de precios que fue desde los 600 dólares la onza en 2004 a los 1.000 en 2007, muy lejos de los más de 3.200 dólares que cuesta hoy. Aunque suponga cierto ventajismo plantearlo 20 años después, haciendo un cálculo rápido con los precios actuales (los 3.242 dólares la onza alcanzados este lunes), de no haber vendido esas 243,9 toneladas de oro, esa reserva 'perdida' del metal precioso valdría hoy más de 25.400 millones de euros (por encima de los 28.600 millones de dólares).
La gran pregunta en este punto es... ¿qué llevó a esas grandes ventas? Cabe recordar que la primera legislatura de Zapatero fue un periodo de crecimiento económico y de estabilidad financiera (España entonces tenía las cuentas públicas equilibradas e incluso cosechó algunos superávits fiscales). La sombra de la gran crisis aún era difícil de otear. No había una urgencia que justificase vender tanto oro. Entonces, ¿qué fue lo que pasó? Analizando en retrospectiva, la explicación parece clara: se buscaba reequilibrar la cartera del Banco de España hacia activos que ofrecieran intereses en un momento en el que el metal dorado, milenario activo refugio, se percibía como algo vetusto y anticuado. No era algo noticioso en la medida en la que otras economías occidentales procedieron del mismo modo, si bien el volumen de ventas de España pesa en retrospectiva.
Aunque la decisión de aprobar esta venta recaía en el Consejo de Ministros, el entonces ministro de Economía, el socialista Pedro Solbes, justificó en el Senado estas operaciones precisamente con el argumento de que había que "mejorar la rentabilidad de los activos" del Banco de España y en que el oro "jugó en el pasado un papel fundamental de reserva que está desapareciendo y ya no es un activo rentable". Sin embargo, el nuevo y más crudo mundo que llegó después de 2008 -gran crisis financiera, tipos de interés incluso negativos, pandemia, mayores tensiones geopolíticas, polarización política con la llegada al poder de líderes como Donald Trump, batallas comerciales y guerras como la de Ucrania- han devuelto al oro la vitola de refugio por excelencia.
Portugal y su relación con el oro
Volviendo a la historia de Portugal, los paralelismos afloran si se compara la suerte de sus reservas de oro con la de las de España, pero en el siglo XX hubo hechos que lo cambiaron todo. En Portugal, el oro colonial prácticamente desapareció a lo largo del siglo XIX: fue usado para pagar deudas, financiar gastos estatales, importaciones o salió del país por crisis financieras. De hecho, hacia finales del siglo XIX Portugal casi no tenía reservas de oro; en la crisis de 1891 el país suspendió la convertibilidad de su moneda en oro tras perder la mayor parte de sus reservas.
El 'bandazo' llegó entrado el citado siglo XX. Mientras la reservas de España se 'desangraban' al igual que los españoles en el conflicto civil, Portugal también se adentraba en una dictadura, pero evitando el doloroso coste de una guerra. Esto le permitió salvaguardas sus reservas hasta que encontró un filón con la Segunda Guerra Mundial.
Durante su régimen, António de Oliveira Salazar (1932-1968) instauró el Estado Novo y siguió una estricta política monetaria de respaldo en oro: buscaba una moneda fuerte y 'cofres llenos' en el banco central. Esta estrategia coincidió con la neutralidad de Portugal en la Segunda Guerra Mundial, lo que le permitió comerciar con ambos bandos. Portugal, al igual que España era uno de los principales productores mundiales de wolframio (tungsteno) (un material clave para municiones y blindajes) y lo vendió tanto a los Aliados como al Eje. En particular, Salazar exigió que la Alemania nazi pagase en oro sus compras de wolframio y otros bienes (vino, aceite, conservas, café, etc.), después de descubrir en 1941 que los nazis le intentaban pagar con divisas falsas.
Como resultado, Portugal se convirtió en el segundo mayor receptor de oro nazi en toda la guerra, solo por detrás de Suiza. Gran parte de ese oro procedía de las arcas expoliadas por los nazis en Europa. Es decir, los alemanes usaron oro saqueado (por ejemplo, de bancos centrales ocupados o de prisioneros) para pagar a Portugal bienes esenciales para su esfuerzo bélico. Este trasvase dejó una pesada herencia: a la caída de la dictadura, el 25 de abril de 1974, Portugal atesoraba unas 866 toneladas de oro en sus reservas, un auténtico "tesoro" acumulado bajo Salazar.
Tras la restauración de la democracia en 1974, Portugal pasó por dificultades económicas y diversos programas de ajuste, pero no liquidó completamente el oro heredado. A lo largo de las décadas siguientes, el Banco de Portugal realizó ventas parciales de oro de forma escalonada. Igual que España y otras economías europeas, aunque de forma más acompasada, algo providencial ahora. Por ejemplo, entre los años 2001 y 2008 vendió unas 220 toneladas en el marco de los acuerdos internacionales de bancos centrales, con el objetivo de diversificar sus reservas externas y obtener liquidez sin desplomar el mercado, según explicaban en 2003 desde el Banco de Portugal en un comunicado. Por culpa de esas operaciones efectuadas con un oro más barato que ahora, las reservas portuguesas se redujeron desde aquel pico de 866 toneladas en 1974 hasta las aproximadamente 382-383 toneladas en la última década, el nivel actual. Mucho menos que antaño, pero bastante más que su vecino 'grande', España.