Rusia ha sido el mejor ejemplo de que las previsiones de economistas y grandes instituciones son en muchos casos erráticas y equivocadas. Cuando comenzó la invasión de Rusia a Ucrania, los expertos se lanzaron a vaticinar una recesión del PIB ruso que podía llegar al 10% ante la histórica batería de sanciones implementadas por Occidente. Finalmente, el PIB ruso apenas sufrió una contracción del 2,1%, para crecer con intensidad en 2023 y 2024. Sin embargo, otra parte de esas previsiones sí podrían haber acertado, al menos, parcialmente. Los analistas también aseguraron entonces que buena parte del golpe a la economía rusa llegaría con el tiempo, a medida que Rusia se descapitalizaba (fuga de empresas internacionales, de personal cualificado...), sufriendo una pérdida de crecimiento potencial. Esta segunda fase podría estar llegando a hora y el PIB del primer trimestre de este año sería la primera prueba. Rusia podría enfrentarse a una larga travesía en el desierto.
El vigor que exhibía la economía rusa en 2024 se ha desvanecido de forma abrupta al inicio de 2025. El Producto Interior Bruto (PIB) del país se ralentizó bruscamente en el primer trimestre del año, pasando de un crecimiento interanual del 4,5% en el cuarto trimestre de 2024 a apenas un 1,4% entre enero y marzo, según los últimos datos publicados por Rosstat y analizados por Liam Peach, economista senior para mercados emergentes en Capital Economics. El dato no solo ha sorprendido por su brusca caída, sino también porque ha quedado muy por debajo de las previsiones. Capital Economics anticipaba un crecimiento del 2,4% y el consenso del mercado lo situaba en el 1,8%. El frenazo es aún más acusado si se observa en términos trimestrales desestacionalizados: aunque Rosstat no ofrece este dato en su avance, los analistas de Capital Economics estiman que el PIB se contrajo más de un 1% respecto al último trimestre de 2024. Este experto cree que Rusia podría enfrentarse a un aparatoso y largo aterrizaje. La previsión que realizaron los expertos hace ya tres años parece haberse comenzado a cumplir ahora.
A mediados del año 2022, poco después de que comenzara la guerra, ya había analistas que hablaban del impacto que podría sufrir la economía rusa en el medio y largo plazo. Se preveía una pérdida de competitividad inmensa, producto del abandono masivo de multinacionales que suelen liderar la inversión en innovación y desarrollo y encontrarse cerca de la frontera tecnológica. "Más allá de las implicaciones inmediatas para la actividad económica, la salida voluntaria de empresas extranjeras tendrá un impacto significativo en las perspectivas a medio y largo plazo, especialmente a la luz del ya débil crecimiento de la productividad en los últimos años", advertían desde el Instituto Internacional de Finanzas en una nota publicada en junio de 2022.
Además, se advertía de que la llamada 'fuga de cerebros' tendría un impacto en la economía a medio y largo plazo. Los observadores estiman que cientos de miles de rusos han abandonado el país desde finales de febrero de 2022. Esto supuso el nacimiento de un fenómeno completamente nuevo, tras el 'período dorado' de expansión económica y crecimiento de los ingresos reales en la primera década de los 2000, la emigración se aceleró de nuevo con el regreso de Vladimir Putin a la presidencia en 2012. "Esta tendencia continuó tras la acción militar rusa en Ucrania en 2014 y la imposición de sanciones internacionales. Según las estadísticas oficiales, casi medio millón de personas abandonaron Rusia en 2020, casi el doble de que las cifras observadas en la década de 1990, algo que cuando menos es económicamente desafiante. Creemos que, como resultado, la productividad y el crecimiento potencial de la producción seguirán disminuyendo", sentenciaban desde el IIF.
Hoy, esta previsión parece estar materializándose. Por ejemplo, uno de los sectores que más ha contribuido a esta desaceleración del primer trimestre ha sido el industrial, tradicionalmente motor del crecimiento ruso. La producción industrial, que crecía al 5,6% interanual a finales del año pasado, ha pasado a registrar un tímido avance del 1,1% en el primer trimestre, reflejo de una actividad económica cada vez más constreñida. Es cierto que la productividad ha seguido creciendo a un ritmo razonable, al menos según las estadísticas oficiales, pero la productividad total de los factores -la medida más importante hoy en día, ya que refleja los beneficios de la educación, la tecnología y la innovación- se contrajo un 1,12% desde 2022, una contracción mucho mayor que la del 0,22% de la Unión Europea. Otro
Liam Peach advierte de que esta evolución sugiere que Rusia puede encaminarse hacia un "aterrizaje mucho más duro de lo esperado" y que incluso podría entrar en recesión técnica durante la primera mitad del año. De confirmarse esta tendencia, el crecimiento del conjunto de 2025 podría situarse muy por debajo del 2,5% previsto por Capital Economics hasta ahora.
Al freno crediticio que sufre Rusia se suma la creciente rigidez de la capacidad productiva. Las limitaciones estructurales en sectores clave están empezando a hacer mella y reducen el impacto positivo que podría tener el estímulo fiscal desplegado por el Kremlin. En otras palabras, aunque el gasto público sigue siendo expansivo, ya no logra compensar las debilidades del tejido productivo.
En este caso concreto, una relajación monetaria no bastará para reactivar una economía que muestra signos de agotamiento estructural. La inversión extranjera sigue limitada por las sanciones internacionales, la escasez tecnológica derivada del aislamiento comercial está frenando la modernización industrial, y la demografía negativa limita el crecimiento del empleo.

Mientras tanto, el valor del rublo ha disminuido un 6% con respecto al dólar desde febrero de 2022 y el 'estresado' banco central del país se ha visto en la tesitura de elevar los tipos de interés del 8,5% al ??21% al tiempo que ha impuesto controles de capital para evitar que las salidas hundieran aún más la moneda y causaran una peor inflación. Esta abrupta subida de los tipos ha penalizado el consumo de los hogares y la inversión empresarial, que crecieron un 2% y un 7% cada año desde 2022, en comparación con un promedio anual del 6% y el 10% entre 2000 y 2013.
A medio plazo, Capital Economics advierte de un daño más profundo: la economía rusa podría quedar atrapada en una senda de bajo crecimiento potencial. Las condiciones actuales no solo están provocando un bache coyuntural, sino que están erosionando las bases que sostienen el dinamismo económico. El debilitamiento de la inversión, la presión sobre el consumo y la falta de diversificación podrían condenar al país a tasas de crecimiento muy inferiores a las que registraba antes de la guerra en Ucrania.
En la misma línea se pronuncian los analistas de BCA Research en un informe al que ha podido acceder elEleconomista.es. "La economía rusa se encuentra en una situación desesperada", sentencia nada más comenzar su análisis Matt Gertken, estratega jefe de la casa de análisis. "El crecimiento potencial del PIB se situó en el 0,9% en 2021, antes de que el enorme gasto de sangre y tesoro de Putin situara al país en una trayectoria aún peor. Peor de lo que indican las estadísticas actuales del 0,8%", señala Gertken.
Según recoge este informe, el endeudamiento del sector privado en Rusia ha crecido en 525.000 millones de dólares por encima de la tendencia anterior a la guerra desde 2014, mientras que el público lo ha hecho en 184.000 millones, lo que implica que la guerra ha costado al menos 710.000 millones en nueva deuda (un aumento del 31% del PIB). Esto sin tener en cuenta la reducción del Fondo Nacional de Riqueza de 211.000 millones de dólares en junio de 2022 a 144.000 millones de dólares en abril de 2025.
El saldo presupuestario ruso osciló del 0,8% al -2,3% como porcentaje del PIB entre 2021 y 2024. El gasto gubernamental en guerra aumentó un 185% (entre fines de 2021 y 2024), mientras que los ingresos crecieron solo un 47% desde que comenzó la guerra. Mención especial merecen aquí los ingresos energéticos, auténtico filón para Rusia durante el conflicto y que ahora han caído. Alrededor del 29% de los ingresos del Kremlin provienen de la producción de energía y materias primas. Sin embargo, el precio de referencia mundial del crudo ha caído de 94 dólares por barril en febrero de 2022 a 62 dólares este mes.
"Supuestamente, el presupuesto ruso requiere un precio del petróleo de tan solo 41 dólares para cubrir gastos. Pero la enorme acumulación de deuda contradice la retórica sobre un presupuesto saneado", expone Gertken. Lo cierto es que los ingresos por petróleo y gas ya han caído por debajo del gasto en defensa y la discrepancia se agrava en 2025, ya que el gasto en defensa aumenta un 12% con respecto al año pasado, pero el precio del petróleo cae un 26%.
En BCA Research rescatan otros estadísticas que subrayan la delicada posición de Rusia por debajo de los titulares predominantes estos años con sus ingresos energéticos y su economía de guerra. Un guarismo muy revelador descansa en la demografía, y por ende en el futuro del mercado laboral: la tasa de fecundidad es de 1,4 nacimientos por mujer, inferior a los 1,8 nacimientos por mujer de 2015, muy por debajo del nivel de reemplazo y entre los diez peores países del mundo emergente. La proporción de la población rusa en edad laboral está disminuyendo del 72% en 2010 al 63% en 2030.
El 'amigo chino' no bastará
Ante este evidente desfiladero económico, Gertken busca los clavos a los que puede aferrarse Moscú, y el que más sobresale es el 'amigo chino'. Pekín se ha convertido en los últimos años en aliado de lujo para Putin al tiempo que Occidente y gran parte de la comunidad internacional han repudiado al país. La cooperación entre ambos países se ha estrechado y los lazos parecen sólidos al ritmo de una desconfianza mutua hacia EEUU, al menos en la etapa pre-Trump en el caso del Kremlin. No obstante, el analista de BCA Research avisa enseguida: la relación es de absoluto dominio por parte de China y eso pone al Kremlin en un brete.
"¿Vendrá China al rescate? Solo parcialmente, y con un precio. Ambas partes finalmente llegarán a un acuerdo sobre la construcción del gasoducto Poder de Siberia II. Pero China tiene toda la influencia. China representa ahora el 48% de las importaciones de Rusia, el 25% de sus exportaciones y el 4% de su inversión directa desde 2022. Esto se compara con la participación de Rusia en las importaciones chinas, el 3% de sus exportaciones y el 0,1% de su inversión extranjera. Rusia aún no ha aceptado las consecuencias estratégicas de una dependencia total de China. Pero cuanto más tiempo gaste sus recursos en la guerra, más profunda será esa dependencia", escribe Gretken.
Todo este mapa dibujado por el estratega de BCA le lleva a concluir que Rusia, más tarde o más temprano, acabará algún tipo de alto el fuego en Ucrania. Según expone el analista, muy ligado a la geopolítica, el objetivo estratégico de Moscú -la neutralización de Ucrania- se ha logrado, e ir más lejos solo acarrearía peligrosos costes cuando la situación económica es como se ha descrito líneas más arriba.
"Si Putin declara la victoria mientras sea diplomáticamente posible, no se verá obligado a ceder mucho territorio, sino que afirmará legitimar sus conquistas firmándolas con tinta con potencias extranjeras. Puede mantener al pueblo estadounidense y a la alianza transatlántica divididos por el abandono de Ucrania por parte de Trump y el temor a una retirada global estadounidense. Y puede pasar de la gestión de la guerra a la gestión de las consecuencias económicas internas, que en última instancia amenazan la seguridad de su régimen y deben abordarse tarde o temprano", razona el experto de BCA.
De momento, las últimas novedades sobre las conversaciones que están teniendo lugar en Turquía dejan a un Trump que concede más tiempo a Putin 'para lo que sea', bien reorganizarse internamente, bien sujetar su economía, bien tomar más posiciones en Ucrania antes de una fase de negociación más avanzada. El presidente de EEUU ha protagonizado lo que algunos medios internacionales definen como una 'espantada' y ha dejado 'solos' en la mesa de negociación a Kiev y Moscú, lo que hace pensar en un retraso del tan hablado alto el fuego.