Rusia ha entrado en default de forma oficial en la madrugada de este domingo. Moscú no ha conseguido pagar 100 millones de dólares en intereses desde el pasado 27 de mayo. En el corto plazo, la economía rusa se enfrenta a una recesión profunda, tal y como revelan los indicadores adelantados, pero quizá esto no sea lo más preocupante. El default es quizá lo de menos, Rusia podría enfrentarse a dos décadas perdidas (el estancamiento comenzó en 2014 con la invasión de Crimea), que dejen aún más atrás a una economía obsoleta y que depende de las exportaciones de unas materias primas que cada vez serán menos importantes para el funcionamiento del mundo.
Pese a todo, la economía rusa y los mercados financieros parecen mostrar ciertas contradicciones sobre el futuro de la economía. Una de ellas es el espejismo del rublo. La fortaleza de la divisa rusa ha dejado con la boca abierta a los analistas financieros, que especulaban sobre una mayor presión vendedora. El rublo ha llegado incluso a rozar los 0,0185 dólares, un nivel visto por última vez en 2015, tras haber llegado a caer a los 0,0094 dólares al comienzo de la guerra. Este espectacular desempeño debería presagiar un futuro brillante para la economía, pero nada más lejos de la realidad. Para este año, el mercado espera que la economía rusa se contraiga casi un 10%, mientras que para 2023 espera una caída adicional del 1,5%. Dos años consecutivos de descensos en la producción.
Rusia sufrirá durante años: los ingresos reales se mantendrán estancados y la desigualdad de la riqueza será cada vez mayor
Esta fortaleza de la divisa rusa, además de ser engañosa (no muestra la realidad de los fundamentos de la economía a corto y largo plazo), puede ser peligrosa también en el corto plazo, según advierten los economistas de Allianz en un informe, puesto que puede generar dificultades para cuadrar el presupuesto del Gobierno. Además, los analistas coinciden en que Moscú tendrá por delante una larga travesía en el desierto que agrave el atraso económico de un país que ya se encontraba a la cola de Europa.
Se ha hablado mucho de la caída en default de Rusia, de la fuerte subida de la inflación.... Sin embargo, quizá lo más importante no sean estos movimientos con un impacto de corto plazo en la economía. Rusia, en el largo plazo, se enfrenta a una pérdida de competitividad inmensa, producto del abandono masivo de multinacionales que suelen liderar la inversión en innovación y desarrollo y encontrarse cerca de la frontera tecnológica.
"Más allá de las implicaciones inmediatas para la actividad económica, la salida voluntaria de empresas extranjeras tendrá un impacto significativo en las perspectivas a medio y largo plazo, especialmente a la luz del ya débil crecimiento de la productividad en los últimos años", advierten desde el Instituto Internacional de Finanzas.
Junto a eso, Moscú podría haber perdido la confianza de los mercados y de la comunidad global durante años. No hay que olvidar que las autoridades rusas estuvieron prometiendo hasta el último minuto que el ataque sobre Ucrania era una invención de EEUU y sus aliados para desestabilizar Rusia. Esos hechos quedarán en la memoria histórica y no harán ningún favor a la economía rusa en el futuro.
Fuga de cerebros
Además, la llamada 'fuga de cerebros' tendrá un impacto en la economía a medio y largo plazo. Los observadores estiman que cientos de miles de rusos han abandonado el país desde finales de febrero. Este no es un fenómeno completamente nuevo, tras el 'período dorado' de expansión económica y crecimiento de los ingresos reales en la primera década de los 2000, la emigración se aceleró de nuevo con el regreso de Vladimir Putin a la presidencia en 2012. "Esta tendencia ha continuado tras la acción militar rusa en Ucrania en 2014 y la imposición de sanciones internacionales. Según las estadísticas oficiales, casi medio millón de personas abandonaron Rusia en 2020, casi el doble de que las cifras observadas en la década de 1990, algo que cuando menos es económicamente desafiante. Creemos que, como resultado, la productividad y el crecimiento potencial de la producción seguirán disminuyendo", sentencian desde el IIF.
Pese a la rápida reacción del Banco de Rusia y el ingenio del Kremlin para mantener a flote el rublo (pago del gas en rublos, obstáculos para cambiar rublos a otras divisas...), "la economía rusa se enfrenta a una situación extremadamente difícil en los próximos meses y años. Aunque ahora parece que Rusia está soportando el golpe, nuestras proyecciones revelan que la economía rusa terminará borrando todo lo avanzado en términos económicos en los últimos 15 años". La renta per cápita del país ya sufrió una intensa caída en 2014, desde entonces la recuperación ha sido anémica.
Los economistas del IIF calculan en un denso informe sobre la economía rusa que la demanda interna caerá sustancialmente: el debilitamiento de las perspectivas económicas a corto, mediano y largo plazo, junto con la salida de empresas extranjeras, probablemente desencadenará una caída dramática y sostenida en la formación bruta de capital fijo (-25%). El consumo privado también caerá, pero en nuestra opinión debería mantenerse un poco más sólido (-18%), ya que los hogares conservan el acceso a la liquidez en rublos y, por lo tanto, al poder adquisitivo, aseguran estos expertos.
Los ingresos reales se hunden
Sin embargo, una inflación más alta inevitablemente pesará sobre los ingresos reales y el consumo. Creemos que el impacto sobre las importaciones será más severo (-28%) y compensará una fuerte caída de las exportaciones (-25%), manteniendo así la contribución de la demanda externa neta en territorio marginalmente positivo. Un factor importante es que los hogares y las empresas luchan por adquirir suficientes divisas para comprar en el exterior.
Por el lado de las exportaciones, las empresas extranjeras ya han comenzado a reducir considerablemente su adquisición de bienes y servicios rusos, una dinámica que es poco probable que se revierta en el corto plazo. Desde el lado de la producción, la falta de disponibilidad de componentes críticos importados está teniendo un impacto dramático en la fabricación, y la actividad en muchas fábricas se ha paralizado, por ejemplo, la industria automotriz.
"Dado que el rublo cotiza en un mercado muy reducido (y principalmente a nivel nacional, dada la drástica caída de la demanda fuera de Rusia debido a las sanciones), su precio oficial podría ser engañoso y oculta a una economía que esté en apuros, y que se espera que caiga en una grave recesión este año. No obstante, dado que la mayoría de las exportaciones de energía siguen denominadas en divisas, un rublo más fuerte perjudica el equilibrio presupuestario del gobierno al reducir los ingresos por moneda local", advierten desde Allianz. Cuanto más fuerte es el rublo, menos 'valen' los dólares o euros que Rusia ingresa por el petróleo o el gas. Según los economistas de Allianz, el tiro puede acabar saliendo por la culata de la economía rusa.
¿Y después qué? Andrew Lohsen y Cyrus Newlin, miembros del Center for Strategic and International Studies (CSIS), creen en su escenario base que la confrontación con Occidente seguirá viva por mucho tiempo, pero se evitará el conflicto abierto. De este modo y ante unas sanciones permanentes, el Kremlin se preparará para un estancamiento prolongado de la economía ante una política que no permitirá un cambio de rumbo que se pueda explicar dentro de la propia Rusia. El malestar social crecerá dentro del país, pero será contenido por fuerza.
Un estancamiento prolongado
"El Kremlin se prepara para un estancamiento prolongado. La política económica seguirá siendo conservadora, diseñada para aislar a Rusia de los impactos externos, como sanciones o cambios en los precios de las materias primas, en detrimento de las políticas de estímulo de la inversión y la innovación tecnológica. Este modelo de crecimiento impulsado por el estado produce pequeños incrementos anuales en el PIB de entre el 1 y el 2% y condiciones macroeconómicas estables, pero lo harán a un gran coste humano", sostienen Lohsen y Newlin.
Según estos expertos, los ingresos reales (descontada la inflación) se mantendrán por debajo de los niveles de 2013, mientras que la desigualdad de riqueza será cada vez más intensa ante una combinación de inversión insuficiente en las regiones periféricas de Rusia, servicios públicos en deterioro, corrupción arraigada y la canalización las rentas hacia las élites para mantener su lealtad.
Un modelo cortoplacista
En este escenario, los expertos del CSIS creen que "los ciudadanos rusos dependerán cada vez más del apoyo social (de un estado de bienestar muy pequeño), pero estas prestaciones serán insuficientes para mejorar su nivel de vida... aunque Rusia seguirá siendo el mayor proveedor de gas natural de Europa y un socio económico importante, la ausencia de una inversión estatal significativa destinada a aumentar la participación de las energías renovables en las exportaciones rusas, junto con tasas crónicamente bajas de inversión interna, pondrán en duda la sostenibilidad del modelo económico de Rusia".
Según los analistas del CSIS, la demanda mundial de petróleo habrá caído con fuerza para 2035, y el consumo de gas también se habrá reducido precipitadamente a mediados de siglo, a medida que las economías mundiales implementan (aunque de manera imperfecta) los compromisos del Acuerdo de París y la nueva inversión privada en energía se dirige abrumadoramente hacia las energías renovables. "Incluso ya en 2030, este precipicio de la demanda que se aproxima es una fuente relevante de nerviosismo en las élites de Rusia, pero los incentivos materiales y las limitaciones sistémicas favorecen un camino de continuidad", sostienen estos expertos.