El siglo XIX vivió grandes batallas económicas entre países desarrollados y los que pretendían llegar a serlo. Inglaterra, la gran potencia económica desde el siglo anterior, pretendió (y lo consiguió en muchos momentos de su historia económica) liberar a la economía mundial de cualquier tipo de proteccionismo por parte de los países que adquirían sus productos. El padre de la economía moderna, Adam Smith, y con posterioridad el economista David Ricardo, fueron los grandes defensores del librecambismo y demostraron que para conseguir el progreso industrial, agrícola y comercial de un país, éste debía defender una política abierta, libre de cualquier barrera.