El siglo XIX vivió grandes batallas económicas entre países desarrollados y los que pretendían llegar a serlo. Inglaterra, la gran potencia económica desde el siglo anterior, pretendió (y lo consiguió en muchos momentos de su historia económica) liberar a la economía mundial de cualquier tipo de proteccionismo por parte de los países que adquirían sus productos. El padre de la economía moderna, Adam Smith, y con posterioridad el economista David Ricardo, fueron los grandes defensores del librecambismo y demostraron que para conseguir el progreso industrial, agrícola y comercial de un país, éste debía defender una política abierta, libre de cualquier barrera.

El problema de la vivienda nunca se ha resuelto en España, pero hemos vivido dos épocas muy marcadas, la primera, las décadas de los cincuenta y sesenta del siglo pasado y la segunda, los actuales veintes. La emigración fue la causa principal seguida de otras peculiares de cada época.

A nivel global el acontecimiento más importante de este principio de año es la asunción de la Presidencia de EEUU por parte de Trump. Se le ve más experimentado, pero también se advierte que pretende dirigir el país a su estilo, fortalecerlo, controlar la emigración, eludir su papel de protector de la humanidad, aprovecharse de la riqueza de los ricos del mundo proporcionándoles más negocio, más riqueza, a cambio de que sea EEUU quien la controle.

Los finales de legislatura resultan agónicos. Los medios, los partidos de la oposición, los ciudadanos en su mayoría, y un ambiente que respira decaimiento, desazón, falta de energía, de ideas, solo apoyado por iniciativas de última hora abocadas al fracaso por extemporáneas, poco meditadas, conducen a los presidentes de gobierno que se encuentran en esta situación a convocar elecciones o bien afrontar una moción de censura.

La gran fiesta popular de la democracia es la jornada electoral. Día en el que se produce la elección de candidatos políticos. Los elegidos podrán asumir el gobierno de un país siempre que obtengan los votos necesarios o pacten con otras fuerzas políticas los votos requeridos para que sus diputados apoyen un determinado pensamiento político de gobierno.

Desde hace muchos años se pretende resolver el problema de la vivienda para aquellas personas que carecen de recursos suficientes para satisfacer un alquiler libre. Los intentos de las administraciones públicas han ido dirigidos a controlar los precios distorsionando las leyes del mercado. La principal, la ley de oferta y demanda. Los precios bajan si hay mucha oferta y suben si es escasa. Así de sencillo.

Primero de junio de 2018. Pedro Sánchez gana la moción de censura a Mariano Rajoy. Hace poco más de seis años que, contra todo pronóstico, apoyado por pequeños partidos de todas las ideologías, se mantiene en la presidencia del gobierno. Este plácido y húmedo inicio de un otoño que promete estabilidad a nivel económico y continuismo a nivel político inclina a la mente alejada de pasión a llevar a cabo balance de estos años transcurridos y averiguar el motivo por el cual este gobierno ha conseguido llegar hasta el día de hoy contradiciendo los augurios de preclaras mentes.

En 2012, bajo la presidencia de Artur Mas, se inicia en Catalunya un movimiento independentista que posteriormente se denominó procés. Convergència, partido hegemónico durante muchos años, liderado por Jordi Pujol, inicia un fuerte declive. Para intentar frenarlo, las mentes pensantes del partido inician un nuevo frente independentista apoyadas por entidades civiles afines.

Contemplando la incapacidad de Biden para ser el nuevo presidente de EEUU que abrirá las puertas a Trump, el avance de los partidos de derecha nacionalista en Francia, Italia, Hungría y Holanda, debemos reafirmarnos en la existencia del determinismo social e histórico. Vientos de cambio se producen periódicamente y contra ellos no existe poder alguno que los haga cambiar de rumbo.

Cataluña aparece relajada tras las elecciones. El único partido derrotado y que deberá reconstruirse es ERC. Dimitidos sus dirigentes y apartado de la Generalitat, castigado por los electores por su desorientada e ideologizada administración, tardará un tiempo hasta que la formación pueda rehacerse.