
Primero de junio de 2018. Pedro Sánchez gana la moción de censura a Mariano Rajoy. Hace poco más de seis años que, contra todo pronóstico, apoyado por pequeños partidos de todas las ideologías, se mantiene en la presidencia del gobierno. Este plácido y húmedo inicio de un otoño que promete estabilidad a nivel económico y continuismo a nivel político inclina a la mente alejada de pasión a llevar a cabo balance de estos años transcurridos y averiguar el motivo por el cual este gobierno ha conseguido llegar hasta el día de hoy contradiciendo los augurios de preclaras mentes.
Enumeraré una serie de motivos que considero importantes para conseguir la supervivencia del Ejecutivo, pero su orden no obedece a su relevancia mayor o menor.
La psicología del presidente del Gobierno. Fundamental. Para él es irrelevante la crítica, la considera consubstancial al cargo, necesaria en una democracia, hay que bailar con ella. A su vez debe intentar desprestigiar el discurso de la oposición, convertir sus argumentos en aburridos, repetitivos, sin imaginación.
Hacerse con los centros de decisión, las instituciones, los medios de comunicación. Controlar, dominar. Negociar prometiendo lo inalcanzable para la otra parte, aquello eternamente deseado. La victoria en el día a día. El medio y largo plazo en política no existen, son ilusiones.
Mediante promesas incumplidas ha conseguido diluir el grave problema que tenía España: Catalunya. La promulgación de una ley de amnistía, pasados unos años, cribada por diversos tribunales, veremos como finaliza, pero ha resultado útil para conseguir prolongar la legislatura con los votos de los diputados independentistas.
Las ausencias calculadas en el Congreso de los Diputados, la unidad de argumentación de los ministros ante los acontecimientos diarios que surgen en los medios y la cansina culpabilidad al PP de todo lo que ocurre en España, desvían la mirada del ciudadano de la clase política, la alejan.
El ciudadano, con asombro y hastío, evidencia que a las pocas horas de aparecer un ciudadano en los medios como presunto político o nuevo alto cargo de la administración, todas las miradas enfebrecidas se encarnizan en su contra hasta despellejarlo vivo, a él y a su familia. Método inequívoco para amedrentar a cualquier persona y alejarla de la inefable dedicación a la cosa pública.
Los medios de comunicación deben encontrar carnaza cada día para alimentar las noticias con las que hacerse notar. Este juego, con el que debería entretenerse al ciudadano, sea bulo parcial, total o inexistente, empacha y aleja a quien escucha o lee.
Nuestro actual presidente ha conseguido aburrir, agotar, a la vez que impedir, que cualquier oposición consiga despegar. La oposición agota del mismo modo que quien gobierna porque utiliza los mismos métodos careciendo de los instrumentos y la dádiva que posee el poder.
Otoño relajado que impide enervar pasiones, bueno para quien ostenta el gobierno, malo para quien pretende su desgaste.
Este panorama no es bueno para prestigiar una democracia ni tampoco es bueno para los partidos políticos ni para sus representantes. Cada votación, con los colores tan diversos de nuestros diputados, es una incógnita. El fracaso o el éxito de una propuesta de ley en el Congreso depende de algún diputado, de este modo no existe posibilidad alguna de intentar un proyecto bueno para el país.
El ciudadano advierte desde la pasividad, desde la indolencia, que así no puede durar mucho la legislatura, que en cualquier momento se le pedirá de nuevo que vaya a votar. Y votará sin ilusión ni garantías de que aquello que salga funcione.