En 2012, bajo la presidencia de Artur Mas, se inicia en Catalunya un movimiento independentista que posteriormente se denominó procés. Convergència, partido hegemónico durante muchos años, liderado por Jordi Pujol, inicia un fuerte declive. Para intentar frenarlo, las mentes pensantes del partido inician un nuevo frente independentista apoyadas por entidades civiles afines.

Contemplando la incapacidad de Biden para ser el nuevo presidente de EEUU que abrirá las puertas a Trump, el avance de los partidos de derecha nacionalista en Francia, Italia, Hungría y Holanda, debemos reafirmarnos en la existencia del determinismo social e histórico. Vientos de cambio se producen periódicamente y contra ellos no existe poder alguno que los haga cambiar de rumbo.

Cataluña aparece relajada tras las elecciones. El único partido derrotado y que deberá reconstruirse es ERC. Dimitidos sus dirigentes y apartado de la Generalitat, castigado por los electores por su desorientada e ideologizada administración, tardará un tiempo hasta que la formación pueda rehacerse.

El 12 de mayo elecciones en Cataluña para elegir a nuestros representantes en el Parlament. Nuestro actual President, Pere Aragonés, se vio forzado a convocarlas al no conseguir aprobar los presupuestos del Govern. Cataluña lleva muchos años desorientada y dirigida por políticos incapaces de elevar su mirada hacía el bien común. Políticos que solamente pretendían gobernar para sus correligionarios desoyendo el sentir de la mayoría de los ciudadanos, de los intereses comunes a todos, de administrar un país correctamente, detectando sus carencias y necesidades.

Era evidente que el Govern de ERC, sostenido por 33 diputados, después de la salida de Junts de su ejecutivo, podía caer en cualquier momento. Y la misma fragilidad posee el Gobierno de Sánchez, aunque lo disimule. Prueba de ello es la retirada de los Presupuestos Generales del Estado de este año, ya que preveía una posible derrota al carecer de la seguridad de los votos de los partidos catalanes.

Existen desde tiempo inmemorial relaciones interesadas entre el poder político y el poder económico; entre los diferentes gobiernos, los empresarios y financieros de un determinado país. Estos grupos de interés se necesitan, cada uno de ellos defendiendo su campo de actuación.

Los agricultores de toda España nos dan estos días una lección. Con sus protestas ponen en evidencia, entre otras cosas, la enorme burocratización de nuestra sociedad.

Es habitual que durante el mes de enero de cada año, agoreros, futurólogos, aprendices de brujo, traductores de Nostradamus, astrólogos y demás personas amantes de la adivinación, ofrezcan su panorámica sobre todo aquello que, según sus conocimientos aderezados con imaginación, ocurrirá durante el año que se inicia.

Pedro Sánchez, al necesitar los siete votos de Carles Puigdemont, pactó una Ley de Amnistía cuyo texto exime de toda responsabilidad penal a los que intervinieron en el procés. Voces autorizadas, la mayoría, consideran que esta ley es inconstitucional. Nunca como estos días habíamos visto un enfrentamiento tan radical entre el poder ejecutivo y el poder judicial. Peligroso, muy peligroso para una democracia.

Desde le viernes pasado, la amnistía es un hecho objeto del pacto entre independentistas y Pedro Sánchez. Está por ver si lo será también del PSOE, aunque es muy probable. También es muy probable que su concesión conlleve al apaciguamiento de la sociedad catalana, a olvidarse, o bien relegar a futuro, las aspiraciones independentistas de una, hoy minoría, de catalanes. Con todo, creo que para la casi totalidad de catalanes, bienvenida sea.