
En 2012, bajo la presidencia de Artur Mas, se inicia en Catalunya un movimiento independentista que posteriormente se denominó procés. Convergència, partido hegemónico durante muchos años, liderado por Jordi Pujol, inicia un fuerte declive. Para intentar frenarlo, las mentes pensantes del partido inician un nuevo frente independentista apoyadas por entidades civiles afines.
Desde aquel año hasta agosto de 2024 Catalunya vive un ambiente prerrevolucionario que finaliza con el nombramiento y toma de posesión como president, de Salvador Illa.
Durante estos doce años transcurridos, la Generalitat, su política y su administración, han estado absorbidas por el procés, que la ha conducido hacia un lento pero evidente declive económico y político.
Cuando la sociedad se había enfriado en cuanto a las pretensiones independentistas de sus políticos, la caprichosa aritmética surgida de las últimos elecciones generales convirtió en imprescindibles para consolidar el gobierno de Pedro Sánchez, los siete votos de Junts, partido liderado desde el exilio por Puigdemont. Éste político, en horas bajas, advirtió su oportunidad para conseguir beneficios personales y políticos y con ello aumentar su prestigio.
Los catalanes ya no estaban por la independencia, ello unido al desprestigio del Govern de Aragonès por su mala gestión, disminuyó la fuerza electoral de los partidos independentistas dejando en manos del PSC el gobierno de la Generalitat.
La rocambolesca y pactada aparición y huida de Puigdemont, convirtió en pacifica la elección de Illa como nuevo president a la vez que ayudó a quiénes estorbaba la figura del antiguo y fugado president. Su persona, su prestigio se dirigían hacia la irrelevancia.
Quedan pendientes muchas cuestiones, judiciales, legislativas, económicas, administrativas, pero la nueva realidad provoca en el ciudadano moderado catalán una cierta, moderada, algo escéptica, expectativa de cambio.
Los primeros pasos del nuevo gobierno serán vitales. Catalunya necesita resolver muchos problemas pendientes orillados por el procés. La educación de nuestros niños está olvidada y es básica para construir un futuro sólido. La sanidad, de ser admirada hace unos años, hoy posee carencias debido a su falta de financiación y de personas, de organización. Respecto de la vivienda, todos los políticos se llenaron la boca con soluciones irreales, ineficaces, imposibles de implantar, cuando la única solución es la construcción de vivienda pública en alquiler que ninguna administración ha emprendido.
En cuanto a la burocracia, agilización ý simplificación de la administración, todos advierten el problema, pero nadie lo aborda. Demasiados intereses creados y demasiado miedo a la perdida de votos. Cuando la informática permite infinidad de oportunidades, nuestra administración se encuentra aislada entre sus diferentes organismos y recae en el ciudadano la ingente labor de peregrinaje burocrático.
En cuanto al urbanismo, nuestro país se encuentra todavía anclado en las normas derivadas de la burbuja inmobiliaria de 2008. Ha llegado el cambio en el mercado, la sociedad reclama viviendas, las empresas del sector vuelven la mirada hacia la inversión
y se encuentran frenadas en sus pretensiones por una normativa restrictiva y falta de agilidad en todos los municipios.
La energía alternativa en Catalunya es la más pobre de España, un 13% del total se emplea en nuestro país. Miedo a la protesta ciudadana, estrategia de la izquierda, voluntad de preservar el paisaje de nuestros abuelos en detrimento de los avances normales de cualquier sociedad, cualquier argumento es válido para paralizar las iniciativas que nos podrían beneficiar a todos.
La política del agua se recuerda cuando no llueve. Cae una gota y se olvida, ya vendrán otros a enfrentarse a una nueva sequía. Veremos ahora si este nuevo gobierno emprende mejoras en este campo y administra y gobierna el largo plazo. Las experiencias que hemos tenido han sido nefastas.
La agricultura y la ganadería deben revisarse. La genética, el riego, la distribución, la sanidad, poseen medios que permiten cultivos hiperintensivos. Aquí nadie desea admitirlo y menos adaptarlo, demasiados costes políticos, demasiada inercia, demasiado temor al cambio, a lo nuevo.
Espero y deseo que el nuevo gobierno piense en Catalunya, su modernización, la vida de sus ciudadanos y su futuro. Es imprescindible que dedique todos sus esfuerzos en conseguir una sociedad moderna con un futuro halagüeño para los jóvenes.