Opinión

Sánchez agónico

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. EE

Los finales de legislatura resultan agónicos. Los medios, los partidos de la oposición, los ciudadanos en su mayoría, y un ambiente que respira decaimiento, desazón, falta de energía, de ideas, solo apoyado por iniciativas de última hora abocadas al fracaso por extemporáneas, poco meditadas, conducen a los presidentes de gobierno que se encuentran en esta situación a convocar elecciones o bien afrontar una moción de censura.

Estos últimos días de diciembre de 2024 nos encontramos en esta situación. Pedro Sánchez no consigue gobernar, sus aliados hasta hoy ya no le siguen apoyando porque advierten su debilidad, el fin de una etapa. Desconfían de sus promesas, de su poder, de su capacidad de lucha hacia la victoria. Es el principio del fin. Así le ocurrió a Adolfo Suarez, Felipe Gonzalez y Mariano Rajoy, presidentes que no fueron desbancados como resultado de unas elecciones sino que cesaron en sus cargos porque tuvieron que marcharse.

Comentaristas y ciudadanos hablan de ello cada día. Crean un ambiente que contra él nada se puede hacer. Al fin se demostrará que, en la mayoría de los casos, las cosas que parecen imposibles, son imposibles.

Pedro Sanchez perdió las elecciones pero consiguió formar gobierno sustentado por pequeños partidos de ideologías y objetivos muy diversos, incluso antagónicos, como son los de extrema izquierda, Podemos, Sumar, Bildu y ERC, unidos a los de derechas, PNV y Junts. Pedro Sánchez pocas cosas más tiene que ofrecerles que resulten creíbles. Sus socios han tenido cuatro años de experiencias en su día a día con el gobierno, ya no hay sorpresas.

Pedro Sánchez se encuentra sin recursos. Ha utilizado muchas propuestas que han prolongado su agonía, pero ya no resultan eficaces, ya no convencen ni tan siquiera a los suyos.

Hemos de reconocer que hemos tenido un presidente que ha demostrado habilidades y voluntad de lucha, lo cual puede ser bueno a nivel personal o bien en otros ámbitos del quehacer humano. Pero en política, un presidente que luche por el poder sin capacidad para sostenerlo es malo para el país, para el ciudadano, para la toma de decisiones, para gobernar y para administrar, porque carece de fuerza política para ello.

Sería mejor que lo dejara, que convocara elecciones de inmediato. Si no se decide, será peor para el país y para él, porque durante largo tiempo será incapaz de aprobar una ley. Sus decisiones, sus actos, serán cuestionados cada vez por más personas, por más partidos, hasta que le echen, como él echó a Rajoy en su día.

Todos hemos de aprender que la lucha por el poder, la conquista de las instituciones, la compra de voluntades, de medios, el bulo, la mentira, el insulto, la utilización del poder judicial... todo ello en exceso es malo para la sociedad, la convivencia, el desarrollo social y económico y, al final, solo sirve para mantener el poder un tiempo más porque, en definitiva, todo pasa y en democracia tenemos la gran ventaja que la sociedad es la que siempre gana, aparcando gobiernos, políticos y partidos cuando no los considera necesarios para alcanzar su desarrollo o bien cree que le son perjudiciales.

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