Opinión

Ideologías, encuestas y resultados electorales

Pedro Sánchez, en una imagen de archivo. Europa Press
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La gran fiesta popular de la democracia es la jornada electoral. Día en el que se produce la elección de candidatos políticos. Los elegidos podrán asumir el gobierno de un país siempre que obtengan los votos necesarios o pacten con otras fuerzas políticas los votos requeridos para que sus diputados apoyen un determinado pensamiento político de gobierno.

Esta jornada electiva es fruto de una labor incesante llevada a cabo durante mucho tiempo. Los partidos políticos, con sus medios propagandísticos afines, asesores, financiadores, ideólogos, intentan convencer a los votantes que ellos son los mejores y que todos los demás son corruptos, ineptos, frívolos, ignorantes y carecen de objetivos fiables y convenientes para aquel país. Antes de aquella fecha los diversos partidos que pretenden el poder llevan tiempo batallando. Procesos judiciales abiertos, denuncias por corrupción, jornadas para olvidar en los respectivos parlamentos, además de predicar los bienes de las propias ideologías cuando todos saben que resultan inútiles, obsoletas, inalcanzables, peligrosas.

Hace años que todos los partidos, desde los de extrema izquierda hasta la derecha, reniegan de los que representan la extrema derecha. Pero la realidad es que cada elección que deviene, esta fuerza política aumenta su representatividad.

El presidente electo de EEUU, Trump, ha ganado. Para los europeos representa un mal augurio a pesar de que no es nuestro presidente ni lo podemos votar. Han llegado, la señora Meloni en Italia y Le Pen en Francia, así como Milei en Argentina y Orban en Hungría. Ahora le toca a Rumania.

Quizás, en lugar de tanto criticarlos, deberíamos estudiar el porqué de su éxito y la causa del declive de las ideologías tradicionales, el comunismo, el socialismo, el liberalismo, la derecha moderada, ideologías, que, al parecer no ilusionan como antes o bien ya se las ve envejecidas, desgastadas, carentes de ideas nuevas.

En nuestro país, La Vanguardia y El Mundo han publicado sus encuestas, discordantes, como siempre, con la que emite el CIS, dirigido admirablemente y sin tacha por el partidista Sr. Tezanos, el Sancho Panza de nuestro Quijote contemporáneo.

A la vista de los resultados de dichas encuestas, las privadas, Don Pedro Sánchez presidirá el Gobierno hasta el final de la legislatura. Por dos razones, la primera, porque nadie quiere convocar elecciones para perderlas, como sería su caso. La segunda, los partidos que apoyan hoy a Sánchez, con estas encuestas en la mano, saben que su poder de influencia y su fuerza parlamentaria desaparecerían si la derecha extrema y la tradicional obtienen mayoría absoluta. Todos ellos se convertirían en partidos irrelevantes, sus votos no serían necesarios para gobernar.

En Catalunya, después de muchos años de lucha entre independentismo y constitucionalismo, hemos olvidado rápidamente las ideologías que representaban estas ideas y vemos relajados que el nuevo gobierno de Illa se concentra en la gestión. La recuperación de muchas ideas y proyectos que se olvidaron cuando la clase política, obsesionada por ideologías románticas, olvidó administrar el país, dotarlo de herramientas modernas, habilitar nueva vivienda para quien carecía de ella o no podía pagarla, ampliar el aeropuerto para que pudiera competir y muchas más.

En Catalunya, se ha comprobado el empacho del ciudadano por la radicalidad ideológica y política. La sociedad desea hoy un ambiente sereno, pacifico, pragmático, el partido político que la conduzca por estos caminos verá recompensados sus esfuerzos.

En cuanto a España, un partido político, para poder gobernar, precisa un número de parlamentarios mínimo, o dirigir una coalición. Para conseguir este número de diputados mínimo, precisa aglutinar un importante número de votos y para conseguirlos, debe ofrecer moderación y pragmatismo. El votante moderado, de centro derecha o centro izquierda, es el que proporciona el número de votos necesario para poder gobernar con estabilidad. Por el momento no el PSOE ni el PP lo han conseguido.

Catalunya, la primera en desestabilizarse, ha sido la primera en comprobar la eficacia de un gobierno donde prima la gestión sobre la ideología. También ha experimentado el vivir en una sociedad en la que la política y la confrontación ideológica no lo son todo.

España vive, desde hace años, inestabilidad provocada por la debilidad parlamentaria de su ejecutivo. Carece de votos suficientes el PSOE y los partidos que le apoyan, conscientes de su debilidad, negocian cada norma de un modo usurario. Unido a los procesos judiciales en su contra, sus escándalos, la evidencia de sus maniobras políticas totalmente faltas de ética, se podría creer en la caída del gobierno. En este caso y ante el talante del presidente, seguramente no será así. Intentará, de derrota en derrota parlamentarias, agónicas negociaciones con los pequeños y antagónicos partidos que le sostienen para mantenerse en el poder.

Sabe que, en el momento que convoque elecciones, se le acaba su vida política activa.

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