
Los bancos centrales no dejan de mirar de reojo a los sueldos. La alta y persistente inflación creada por los desajustes de la pandemia que ellos creían transitoria amenaza con contagiarse a los salarios entrando en lo que se conoce como una espiral salarios-precios. Los trabajadores ven cómo progresivamente pierden poder adquisitivo y exigen subidas salariales. Su capacidad de negociación, además, se ha visto incrementada por lo tensionados que ha dejado el covid los mercados laborales. El desempleo vuelve a mínimos, la fuerza laboral no se recupera por completo y la escasez de trabajadores ya es notoria en algunas economías y sectores. Estas revisiones salariales solo llevarían aún más al alza la inflación, como ocurrió en los años 70. Parece el caldo de cultivo perfecto para que se produzca esta espiral tras una década de salarios estancados y una tenue inflación.
El caso más paradigmático, por estar su economía más adelantada en el ciclo, es EEUU. Con una inflación del 7% y un mercado laboral estrecho con un 4% de desempleo que hace solo unos días constató una ingente creación de empleo en enero pese a los efectos de ómicron, los ingredientes están sobre la mesa para pasmo de la Reserva Federal. En el informe de empleo de la Oficina de Estadísticas Laborales conocido el viernes se recogía que el aumento de los ingresos medios por hora de los trabajadores estadounidenses en enero fue del 0,7% intermensual y del 5,7% interanual. Unos niveles que amenazan con llevar aún más al alza una inflación que alcanza cotas no vistas desde comienzos de los 80.
Consciente de la potencia del mercado laboral de EEUU, la Fed viró el rumbo y en su reunión de diciembre constató que era hora de retirar el 'ponche' antes de que la 'fiesta' se animase más. Empezó una loca carrera por descontar cuántas subidas de tipos decretará el órgano este 2022. Si el diagrama de puntos de sus miembros del Comité de Mercado Abierto (FOMC) adelantaban tres subidas, pronto los operadores empezaron a descontar cuatro y cinco subidas de 25 puntos básicos. Con los nuevos datos económicos que se han ido conociendo, algunos operadores ya apuestan por una subida de 50 puntos básicos de golpe en la reunión de marzo y varios analistas, como Ethan Harris, de Bank of America, ven en el horizonte siete subidas de tipos este año y cuatro el que viene.
La dinámica se repite en Reino Unido, economía también más adelantada en el ciclo que la de la Eurozona. Aunque el Banco de Inglaterra (BoE) ha sido más rápido que sus pares y este año ya ha aprobado dos subidas de tipos (15 puntos básicos hasta el 0,25% en diciembre y 25 puntos básicos hasta el 0,5% en febrero), las presiones inflacionistas siguen ahí y los pormenores del mercado laboral se asemejan a los de EEUU. La inflación británica se encuentra en máximos desde 1992 tras situarse en el 5,4% en diciembre (se prevé que alcance el 7,25% en abril) y las perspectivas para el coste de la vida de los ciudadanos no son halagüeñas: la factura de la energía subirá un 54% a partir de abril. En el terreno laboral, la tasa de paro ha caído al 4,1% acercándose a los niveles pre-pandemia, la escasez de trabajadores se hace patente en numerosos sectores (véase lo que pasó con los camioneros) y los salarios crecen un 4,9% interanual. El frenazo a la inmigración por el Brexit y la pandemia han minado la fuerza laboral, allanando el terreno para que se dé este escenario.
Tales son las perspectivas en Reino Unido que el gobernador del BoE, Andrew Bailey, hizo un llamamiento hace unos días a los trabajadores británicos para que no presionasen a sus empresas con revisiones salariales. En declaraciones a la BBC, horas después de que el banco central aprobara su última subida de tipos, Bailey dijo que las empresas deberían ser "moderadas" en las negociaciones salariales para ayudar a combatir una inflación que lleva 30 años siendo alta. Cuando preguntaron si estaba pidiendo a los trabajadores que no exigieran grandes aumentos salariales, Bailey respondió: "En general, sí. En líneas generales, sí". Esta imprudencia para algunos y osadía para otros ha sido fuertemente contestada con críticas desde los sindicatos británicos y desde Downing Street, cuestionando un portavoz de Boris Johnson las palabras del gobernador.
En Europa, sin embargo, la bruma es más espesa y hay división de opiniones sobre este fenómeno. La inflación sí está en máximos históricos, elevándose hasta un 5,1% interanual en enero pese a que los economistas preveían que empezase a amainar. El coste de la energía sigue imparable y fenómenos como el conflicto entre Rusia y Ucrania solo anticipan más inflación. Es el mercado laboral el que arroja las dudas. Es cierto que las subidas salariales llevan tiempo aplacadas en la eurozona como prueba el índice del BCE para los salarios negociados, que alcanzó en el tercer trimestre de 2021 su cifra de crecimiento salarial más baja en décadas (1,36% interanual).
No obstante, como recordaban los analistas de ING en una nota reciente, "si el mercado laboral es un indicador retardado, la evolución salarial es la madre de todos los indicadores retardados". Y hay tendencias que telegrafían que habrá aumento. El desempleo en la eurozona cerró 2021 en el 7%, mínimo histórico con la tasa de participación en niveles previos al covid. Las historias sobre escasez de trabajadores siguen y las tasas de vacantes son ahora más altas que antes de la pandemia. Esto otorgará más poder a los sindicatos a la hora de negociar subidas con el telón de fondo de una galopante inflación.
Otro factor importante que contribuye a un mayor crecimiento salarial en 2022 es el considerable aumento de los salarios mínimos en varios países. Alemania es el más notable con un aumento previsto de 12 euros por hora prometido por la nueva coalición (un aumento de casi el 30%). Otros países también han visto aumentar el salario mínimo, como Portugal, con una subida del 6%, mientras que Francia y Bélgica se ajustarán a la inflación, lo que supondrá un aumento considerable. Los Países Bajos también han acordado aumentar el salario mínimo en un 7,5%, pero lo harán de forma escalonada a lo largo del mandato del Gobierno. En España, el ministerio de Trabajo dio a conocer ayer su intención de llevar el salario mínimo hasta los 1.000 euros, 35 euros más. "El impacto de la subida del salario mínimo repercute, por supuesto, en la media, ya que generalmente también afecta a las categorías salariales superiores al mínimo", destacan los analistas de ING, cuyo modelo matemático arroja subidas salariales de entre el 3 y el 3,5% en Europa este año.
"Esperamos que la sólida recuperación del mercado laboral y el impacto retardado del aumento de la inflación en 2021 desencadenen un fuerte repunte del crecimiento salarial en la eurozona. Según nuestro modelo, tras ralentizarse hasta un mínimo histórico del 1,36% anual en el tercer trimestre de 2021 y promediar sólo en torno al 1,5% a lo largo de 2021, los salarios negociados aumentarán hasta el 2,6% en 2022, la tasa más alta de la eurozona desde 2009", señalan asimismo desde la casa de análisis Oxford Economics en un informe reciente.
Sea como sea, se trata de una preocupación latente a la que no puede ser ajeno un BCE cada vez más presionado para subir los tipos en 2022. Los analistas de CaixaBank tienen claro que la evolución de los salarios va a ser el "indicador clave" del BCE este año. "Las condiciones del mercado de trabajo siguen mejorando, aunque el crecimiento de los salarios sigue siendo escaso en general. Con el tiempo, la vuelta de la economía a la plena capacidad debería favorecer un crecimiento más rápido de los salarios. Si las presiones sobre los precios se traducen en subidas salariales superiores a las previstas o si la economía recupera más rápidamente su plena capacidad, la inflación podría resultar más elevada", reconoció Christine Lagarde en su comparecencia tras la reunión del BCE el pasado jueves.
"En cuanto a los efectos de segunda ronda, no me malinterpreten: lo que decimos es que no estamos viendo los aumentos salariales que serían probables en las condiciones de los mercados tal y como están. Estamos esperando ese movimiento en los salarios y nuestro deber, por supuesto, es asegurarnos de que a través de unos efectos de segunda ronda, que no serían abordados por la política monetaria, la inflación se descontrolaría y entraría en una espiral. Esto no es lo que estamos viendo, y ciertamente no queremos verlo, pero no estoy diciendo aquí que deba haber una moderación salarial. Está claro que hay que hacer un ajuste que espero que veamos en el transcurso de 2022", añadió Lagarde.
En España, donde la inflación ha perforado el 6%, la tasa de paro ya es menor que antes de la pandemia (13,3%), la reforma laboral acaba de ser aprobada y el salario mínimo ha subido y parece que seguirá subiendo, como se ha referido antes, el fenómeno preocupa en algunos entornos económicos. Hace unas semanas, el gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, reiteró su demanda de un pacto de rentas para evitar una "espiral viciosa" de incremento de márgenes, precios y salarios, que "se retroalimenta" y que generará pérdidas de competitividad y de empleo.