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Mon, 29 Jan 2024 16:54:19 +0100
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En vísperas de la aprobación en el Congreso del proyecto de Ley de Amnistía, salvo arranque de dignidad que no se espera de algún diputado del sanchismo, acuden a mi memoria las palabras del filósofo y médico inglés John Locke cuando se preguntaba “no sé que es peor, un gobierno desastroso o un pueblo que lo consiente” aludiendo a la responsabilidad compartida con los gobernantes que tienen los ciudadanos en la creación y el mantenimiento de las democracias, las libertades y el Estado de Derecho. Responsabilidad ciudadana que en las sociedades libres actúa como contrapeso frente a la debilidad de los sistemas democráticos para protegerse de la amenaza de los populismos y de esos políticos que cuando alcanzan el poder erosionan los usos y costumbres democráticos. Principios estos que hoy están especialmente amenazadas por ese proyecto de amnistía redactado por los propios delincuentes, contraria a la Constitución, que vulnera derechos fundamentales, y que provoca una inseguridad jurídica que tiene un alto precio a nivel económico como reflejaba recientemente el Financial Times, cuando alertaba sobre una fuga de inversiones nacionales y extranjeras en España como consecuencia de la amnistía que el presidente del Gobierno ha pactado con el delincuente fugado de la Justicia, Carles Puigdemont, para seguir en La Moncloa. Y sin inversiones no hay riqueza, crecimiento ni creación de empleo.