Javier Milei no se cortó en su discurso en el Foro de Davos. Mientras los empresarios y políticos de todo el mundo debatían la bajada de tipos de los grandes bancos centrales, el enfriamiento de la economía china, la división económica entre las esferas occidentales y asiáticas, el cambio climático o la Inteligencia Artificial, el presidente de Argentina llegó para advertir de que Occidente se encamina a su fin. ¿La culpa del desastre? El colectivismo, al que estaría empujando el mayor enemigo del mundo desarrollado: los economistas neoclásicos.
La intervención se produjo ante un auditorio en silencio y con caras de sorpresa. Al final solo rompió a aplaudir el Gobierno del propio Milei, que observaba el discurso desde la primera fila. Entre medias, una retahíla de frases polémicas con las que el libertario argentino explicó su ideología y osciló entre elogiar a una parte de los asistentes ("Los empresarios de éxito son héroes") y abroncar a otros ("No se dejen engañar por una casta política ni por los que quieren vivir del Estado").
El argumento de Milei se resume en que "el socialismo" y "el colectivismo", que él equipara, son los enemigos del capitalismo de libre mercado y solo llevan a la pobreza más absoluta. "Occidente está en peligro porque aquellos que supuestamente deben defender sus valores se encuentran cooptados por una visión del mundo que inexorablemente conduce al socialismo y, en consecuencia, a la pobreza", alertó en tono apocalíptico. "Los líderes del mundo Occidental han abandonado la libertad para adoptar diversos modelos de colectivismo".
¿Y qué es el colectivismo? En esencia, la intervención del Estado a prácticamente cualquier nivel: "La justicia social es injusta y violenta, porque el Estado se financia a través de impuestos, que son coactivos. A mayor carga impositiva, mayor es la coacción". La única libertad, así, es la anarco-capitalista, la basada en "el principio de no agresión, en defensa del derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad, cuyas instituciones fundamentales son la propiedad privada, los mercados libres de intervención estatal, la libre competencia, la división del trabajo y la cooperación social". Todo ello sin la supervisión o siquiera la existencia de un Estado que se financie por medio de impuestos, sino mediante la cooperación libre y voluntaria de los seres humanos para lograr el bien del prójimo, sin que nadie les obligue a ello.
La pregunta que se hizo Milei es por qué los países no se han convertido todavía en paraísos anarco-capitalistas. La respuesta es clara: por culpa de los economistas neoclásicos. "Sectores del establishment político, amparados en un marco teórico equivocado, están socavando los principios del liberalismo y abriendo la puerta a la destrucción y el empobrecimiento del socialismo, que asesinó a más de 100 millones de seres humanos".Y ese marco teórico equivocado es la teoría neoclásica. "Los neoclásicos atribuyen sus errores a supuestos fallos de mercado, e intentan arreglarlos con regulaciones, lo que provoca una distorsión de mercado y abre la puerta al socialismo", aseveró ante el auditorio.
En su opinión, cualquier transacción en la que no intervenga el Estado es perfecta y lleva al enriquecimiento de la sociedad: "No existe el fallo de mercado. Solo existe un fallo si hay coacción, y el único capaz de coaccionar es el estado, que es el que tiene monopolio de la violencia. Y si el estado no interviene en una transacción, entonces revisen su teoría, porque no hay fallo de mercado."
En consecuencia, el presidente procedió a defender a los monopolios: "Regular los monopolios, destruirles las ganancias y destrozar los rendimientos crecientes automáticamente destruye el crecimiento." Y abrir las puertas a la competencia en los sectores tendentes al monopolio o evitar que esas empresas caigan en el rentismo no conlleva bajar los precios, sino directamente el fin de la civilización occidental: "Cada vez que [los neoclásicos] intentan arreglar un fallo de mercado, por desconocimiento de qué es el mercado o por haberse enamorado de un modelo, están abriendo las puertas al socialismo, hasta que la vida de todos esté fijada por un burócrata".
"El neomarxismo controla Occidente"
El resultado de esa intervención ha sido dejar a Europa y EEUU en manos de "los neomarxistas", que "han sabido cooptar el sentido común de occidente tomando el control de los medios de comunicación, las universidades, la cultura y los organismos multinacionales". Esos neomarxistas "ya no necesitan controlar los medios de producción para controlar cada aspecto de la vida de los individuos". Y aquí se centró en los problemas específicos de Argentina, asumiendo que todos los demás países los comparten: "Con la emisión monetaria, los subsidios, el control de los tipos de interés y las intervenciones para corregir 'fallos' de mercado ya pueden controlar los destinos de millones de seres humanos".
Milei pasó a afirmar que el anarco-capitalismo ya incluye la igualdad entre géneros de partida, y que "la intervención estatal para asegurar la igualdad solo ha lllevado a la intervención del mercado creando ministerios u organismos internacionales", mientras que la preocupación por la degradación de la naturaleza y el cambio climático en realidad oculta "la agenda sangrienta del aborto".
Y el problema que denuncia Milei que "casi todas las opciones políticas comúnmente aceptadas en Occidente" son, en realidad, neomarxismo disfrazado: desde Podemos hasta Vox, pasando por el PSOE, el PP y sus pares internacionales, todos son colectivistas idénticos. "Se declaren comunistas, fascistas, nazis, socialistas, socialdemócratas, nacional-socialistas [nazis], democristanos, keynesianos, neokeynesianos, progresistas, populistas, nacionalistas o globalistas. En el fondo no hay diferencias importantes", aseguró, dejando claro que tiene un tanto extraña de cuáles son las ideologías políticas comúnmente aceptadas en Occidente al mencionar tres veces al nazismo/fascismo.
El presidente argentino terminó la frase con su grito de guerra, "Viva la libertad carajo", como si estuviera en un mitín, pero abandonó la sala con un mínimo aplauso de su equipo y caras de sorpresa de los asistentes, intentando procesar lo que habían escuchado. Ir al foro que reúne al establishment económico y político mundial a acusar a los asistentes de llevar al planeta a la indigencia no es lo más adecuado, ni lo que esperaban de él. Milei, eso sí, no tiene la intención de cambiar ni una coma de su discurso, pase lo que pase.