Análisis
Vísteme despacio que tengo prisa. Este refrán español debería retumbar en las cabezas de los dirigentes políticos cada vez que piensen en dar una declaración sobre la futura vacuna del coronavirus. Se ha perdido completamente el horizonte de lo que es un desarrollo científico de un antígeno, un proceso que no se completa de un día para otro, que en condiciones normales podría demorarse hasta 10 años y que muchos de los candidatos a vacuna, lo normal, es que se caigan por el camino.