Tras un verano plagado de vaivenes, una sucesión de buenas cosechas y un enfriamiento de la demanda han empujado al trigo a mínimos de diciembre de 2020. La invasión de Ucrania por parte de Rusia, dos productores clave, ha disparado los precios del trigo, el cereal o la cebada, amenazando con una crisis alimentaria global. Tras un año y medio de volatilidad instalada en estas materias primas, mientras los envíos a través del Mar negro se encontraban bajo fuego enemigo, finalmente parecen haber vuelto al redil y los mercados creen que las caídas no han hecho más que comenzar. El país liderado por Vladimir Putin, que había aprovechado los altos precios para elevar sus exportaciones, se ha visto obligado incluso a frenar sus ventas al exterior ante una congelación de la demanda extranjera.