Periodista económico

Decíamos ayer que el veredicto, el de las urnas del 23-J abre un período de inestabilidad e incertidumbre en el que se normaliza que el gobierno de España puede estar en manos de quienes quieren destruirla y cuando lo que más necesita este país es estabilidad y un gobierno sólido y sin fisuras para restablecer la convivencia social ante el frentismo, regenerar las instituciones democráticas y cuando Bruselas ya ha avisado de que se acabó la fiesta de déficit y deuda y exige cumplir con las reglas fiscales y los compromisos para seguir recibiendo los fondos que nos faltan.

Resultaba cuando menos sorprendente ver las manifestaciones de euforia y entusiasmo la noche del domingo en la sede de todos los partidos cuando, a pesar de los escaños y los votos obtenidos, no ha ganado nadie y hay un incuestionable perdedor, España. Porque lo que en realidad abre los resultados de las urnas es un período de inestabilidad e incertidumbre en el que se normaliza que el gobierno de España está en manos de quienes quieren destruir España y cuando lo que más necesita este país es estabilidad y un gobierno sólido y sin fisuras para restablecer la convivencia social ante el frentismo, regenerar las instituciones democráticas y enderezar una economía que amenaza caída libre y cuando Bruselas ya ha avisado de que se acabó la fiesta de déficit y deuda y exige cumplir los compromisos para seguir recibiendo los fondos que nos faltan.

Análisis 23-J

Lo pronosticó Narciso Michavila, si el PP no llega a 150 escaños Pedro Sánchez escribirá un nuevo manual de resistencia, pero si el PP supera los 160 escaños Sánchez no llega a septiembre como secretario general del PSOE.

Todo tiene su fin. Y también, afortunadamente, la campaña electoral. Una campaña de la que lo mejor que puede decirse es que terminó. Y en la que sólo un candidato y un partido, la alternativa popular, ha presentado un programa de gobierno, con propuestas concretas de regeneración política, económica y social y demostrando que tiene un proyecto de país.

Definía el maestro Valle-Inclán sus esperpentos como la realidad reflejada en un espejo cóncavo. Y eso es lo que vemos al mirar la interpretación que hacen el Gobierno y sus acólitos de los datos de inflación: un esperpento, en el que la única imagen real es que la inflación en junio se modera al 1,9%, pero los precios no bajan, sólo suben menos. Por poner un ejemplo de fácil comprensión, es como si usted el mes pasado engordó cuatro kilos y este solamente dos. No está adelgazando, sino que ha engordado seis kilos en dos meses.

El mejor titular del cara a cara entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo no lo puso un periodista ni apareció en un medio de comunicación. Fue obra de Gabriel Rufián. "Qué llamen a Zapatero" disparó el dirigente de ERC en un twit ante la imagen y el discurso de un presidente del Gobierno crispado, nervioso, arrogante y sin argumentos, frente a un aspirante sólido, educado, presidencial y agresivo sin perder la compostura.

Más allá del resultado del debate que la experiencia muestra cambia muy poco en cantidad de voto, se estima en poco más del 1% el cambio de sufragio en el electorado, el morbo de cualquier campaña electoral se centra en dos quinielas fundamentales, el resultado que vaticinan las encuestas y la composición de los equipos de gobierno de los dos candidatos con posibilidades de victoria. Equipos en los que, en un país como el nuestro, afectado por graves problemas de desempleo, inflación, déficit, deuda pública desorbitada, subida de tipos de interés, pérdida de poder adquisitivo y empobrecimiento general, cobra especial importancia la selección de los responsables de la economía.

Coincidía la presentación del programa electoral de Alberto Núñez Feijóo, con la publicación de los datos de paro en junio. Un mes tradicionalmente positivo pero que, en esta ocasión, lejos del triunfalismo del gobierno, puede calificarse como bastante deficiente por no decir decididamente malo.

Es sabido y aceptado que la demagogia es consustancial a la campaña electoral, especialmente en los políticos y en los partidos de tinte populista. Pero una cosa es la demagogia y otra el disparate, la caricatura y la mentira. Y en esto último es en lo que están transformando el debate de campaña Sánchez, sus subalternos y asociados ante la falta de propuestas y programas.

Opinión

Dice sabiamente el refranero eso de que "el comer y el rascar, todo es empezar". Y apenas hace una semana nos hacíamos eco de la decisión de Jens Stoltenberg y la cúpula de la OTAN de excluir a las empresas españolas de la reunión de la Organización Atlántica con representantes de las industrias de Defensa europeas y norteamericanas. Acuerdo que se interpretaba como una prueba evidente de la absoluta irrelevancia a que el Gobierno de Pedro Sánchez ha llevado a España en el escenario internacional. Además de una demostración palpable del fracaso de una acción diplomática errática, ambigua y desnortada.