
El mejor titular del cara a cara entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo no lo puso un periodista ni apareció en un medio de comunicación. Fue obra de Gabriel Rufián. "Qué llamen a Zapatero" disparó el dirigente de ERC en un twit ante la imagen y el discurso de un presidente del Gobierno crispado, nervioso, arrogante y sin argumentos, frente a un aspirante sólido, educado, presidencial y agresivo sin perder la compostura.
Un Núñez Feijóo que desarboló a Sánchez en el debate de la economía para darle definitivamente la puntilla con los violadores excarcelados por la ley del "Si es Si", Marruecos, el Falcon y, sobre todo, con su oferta, por escrito, para que gobierne la lista más votada.
Y confrontando una economía, la oficial de la sociedad Sánchez&Calviño y Cía, que nada tiene que ver con la economía real que viven los ciudadanos, las familias y los contribuyentes asfixiados por una presión fiscal que ha subido un 21% en la legislatura del sanchismo.
Una economía que, con datos de Eurostat, la oficina de estadísticas comunitaria, ha sido la última de la Unión Europea en recuperar el PIB anterior a la pandemia y cuya subida actual no es crecimiento sino rebote tras haber sufrido en 2020 el mayor desplome de todos los países desarrollados.
Con el añadido de que España ocupa el puesto 13 de la UE en PIB per cápita con 25.800 euros frente a los más de 35.000 euros de media de los Veintisiete, mientras que el Servicio de Estudios del BBVA advierte ya de que nuestra economía sufrirá una significativa desaceleración en el segundo semestre.
Regresión que apuntan ya indicadores como el PMI del sector servicios que ha caído 3,3 puntos en junio, su peor resultado desde enero, en línea con la caída previa a mínimos del año de la actividad de la industria manufacturera, y que está afectando ya a las empresas que, con Sánchez, han alcanzado el mayor número de quiebras desde 2008.
Una economía en la que la deuda pública ha aumentado en 37.500 millones de euros durante el sanchismo hasta alcanzar el máximo histórico del 113% del PIB. Donde la productividad está un 12% por debajo de la medida de la UE y en la que de los 37.000 millones recibidos de los fondos europeos sólo 6.000 han llegado a la economía real.
Y si miramos al mercado laboral vemos que Eurostat denuncia que hay un millón de parados ocultos, que incluso con los datos del Ministerio de Empleo el descenso del paro en el último mes ha sido el menor en un mes de junio desde 2008, que la afiliación a la Seguridad Social registra su peor resultado desde 2015 y, respecto a la contratación los datos oficiales contabilizan una caída del 15,61%, lo que hace que la contratación acumulada en los seis primeros meses de 2023 registre 1,90 millones de contratos menos que en igual periodo del año pasado.
Como demuestra la lógica económica, la contratación es un indicador fundamental de la actividad de las economías, que nos indica que estamos asistiendo a una ralentización de la actividad que está afectando ya al empleo. Son datos avalados por instituciones nacionales e internacionales. Datos que muestran también como los despidos se han disparado durante el primer semestre de este año con una subida del 43%. Que el consumo individual en España cerró el último ejercicio en quince puntos por debajo de la media de la UE, la cifra más baja desde hace 30 años, y que supone que el nivel de vida de los españoles es hoy un 15% inferior a la media de nuestros socios europeos.
Eso, además de confundir la desaceleración de la inflación con la bajada de los precios que en términos acumulados han subido el 11,2% en los dos últimos años, mientras tenemos al 27% de la población, 13,1 millones de personas en riesgo de pobreza con datos de la Red Europea de lucha contra la pobreza.
A la vista de estos números, que como el algodón no engañan, quienes acusan ahora a Núñez Feijóo de haber mentido, que nos digan dónde, cuando, en qué mintió y, sobre todo, si quienes llevan cinco años mintiendo no serán ellos y su jefe, aunque ahora lo disfracen de cambios de opinión.