Periodista económico

Han tardado, pero al final también en Eurostat, la oficina de estadísticas de la UE, han reparado en que las triunfalistas estadísticas de empleo del Gobierno tienen tanta o más cocina que las encuestas de Tezanos, y ocultan nada menos que 173.000 parados, elevando el número total de desempleados en España a 3,01 millones con los datos ajustados de noviembre, frente a los 2,83 millones que cuentan Yolanda Díaz y el Ministerio de Trabajo.

Coinciden los especialistas en el mercado laboral que los autónomos son el mejor indicador de la marcha de la economía. Ellos, que son los primeros en aumentar en número, empleo y cifra de negocios con la recuperación son también los primeros en despedir personal y echar el cierre cuando se entra en situaciones y en países afectados por crisis y una profunda desaceleración de sus economías. Y dando por bueno este axioma, en razón de la experiencia, vemos como los datos de la EPA del cuarto trimestre muestran que el número total de trabajadores por cuenta propia bajó en 34.700 personas en variación trimestral y en 111.200 en el último año, reflejando el estancamiento, por no hablar de recesión, de la actividad económica en nuestro país.

Planteó Pedro Sánchez su primer cara a cara del año con Alberto Núñez Feijóo como un debate preelectoral sobre el estado de la economía, pensándose arropado por sus medidas propagandística y el maquillaje de sus números, que no por sus resultados. Pero el pretendido duelo económico acabó derivando en un debate adelantado sobre el estado de la nación con la economía, eso sí, como eje primordial. Un desafío en la Cámara Alta en el que, como puso de relieve el líder de la oposición, Sánchez volvió a demostrar que entiende la política sólo como un “juego de poder” y no como una herramienta para servir a la sociedad que es como debe sentirse y ejercerse en democracia.

Sin ánimo de ser catastrofista o profeta del Apocalipsis como gusta decir el presidente Pedro Sánchez, pero apoyado en la realidad incontestable de los datos y en la observación y análisis de le realidad, de verdad que no acierto a entender -salvo por una intención de deliberada falsedad electoral- el optimismo y las felicitaciones del Gobierno por los resultados primero de la Encuesta de Población Activa (EPA) y después del PIB del cuarto trimestre del año recientemente finalizado, que aventuran una gran incertidumbre sobre el futuro de nuestra economía a corto plazo centrada en la intensidad de una desaceleración rayana ya en la recesión.

"Terror en el hipermercado. Horror en el ultramarinos”. Este éxito musical de Alaska y Dinarama en los inicios de la década de los ochenta vuelve hoy al Hit Parade del Celtiberia Show, que diría el maestro Luis Carandell, en las voces de Belarra y los podemitas y bajo el sello discográfico de Sánchez&Díaz Producciones.

Recelo y suspicacias ha causado en el mercado laboral y su aledaños de la política la decisión del ministro Escrivá, que lo es de la Seguridad Social, de cambiar las estadísticas de empleo y su controvertida desestacionalización. Cambio este que se añade a la falta de transparencia en la contabilización de los fijos discontinuos que crea serias dudas sobre la fiabilidad de los datos del paro registrado y que como afirma el asesor de la Dirección General de Economía, Estadística e Investigación del Banco de España, Juan F. Jimeno, “presentar series desestacionalizadas sin declarar explícitamente cómo se han elegido estos grados de libertad no es útil y da pie a sospechas sobre el uso interesado de datos económicos”.

Define el diccionario de la Real Academia la figura del comodín como la persona o cosa que sirve para fines diversos, según la conveniencia de quien dispone de ella. Y si en algo ha demostrado Pedro Sánchez ser un especialista consumado es en sacar comodines de la manga cuando más apurada tiene la partida.

"Hay alguien que aquí se está forrando”. Con estas palabras intentaba la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, intentaba explicar el porqué de la desmesurada subida del precio de la cesta de la compra, responsabilizando a las empresas de alimentación que, en s opinión siguen “engrosando sus beneficios a costa de los salarios y del esfuerzo de los trabajadores.”. Y tiene razón Yolanda Diaz. Alguien se está llenando los bolsillos a costa de los trabajadores, pero no las empresas a las que ella acusa, o al menos no sólo las empresas ni las que más. Porque si el precio de los alimentos ha subido un15,7% en el último año frente al 2,8% en que lo han hecho los salarios la ministra sabe, aunque lo oculta, que ese aumento salarial es prácticamente el mismo que ellos, es decir el Gobierno, está aplicando a los funcionarios y al resto de los trabajadores del sector público. Aplíquese el cuento.

Vuelve la ruina, empieza lo duro”. Con esta sentencia terminaba mi amigo y compañero Juan Berga uno de sus recientes “Peregrino Mundo”. Palabras tan rotundas como premonitorias de lo que, todo indica, se avecina en esta España, antes nuestra ahora de Sánchez y los Frankestein, en un año marcado inexorablemente por la persistencia de la crisis económica y el calendario electoral.

Asistimos estos días, desde el pasado 1 de enero, a una proliferación de declaraciones de los consumidores de todos los rincones de España y de sus organizaciones representativas denunciando que la tan cacareada rebaja del IVA para determinados alimentos básicos no se nota en la cesta de la compra. Apenas, 2 euros con 70 céntimos de ahorro en un gasto de 60 euros en la compra de 21 alimentos a los que el Gobierno ha suprimido el impuesto para los próximos seis meses, y eso suponiendo que los supermercados mantengan los precios al consumo.