Opinión

La lección de Davos y el comodín de Vox

Santiago Abascal, presidente de Vox

Define el diccionario de la Real Academia la figura del comodín como la persona o cosa que sirve para fines diversos, según la conveniencia de quien dispone de ella. Y si en algo ha demostrado Pedro Sánchez ser un especialista consumado es en sacar comodines de la manga cuando más apurada tiene la partida.

Así, como buen tahúr, con todas las encuestas de intención de voto en contra, todas menos las bufonadas de Tezanos, y con la imagen y el prestigio por los suelos en España, se fue con el comodín de la economía por bandera a un Davos devaluado por la ausencia de los grandes líderes mundiales menos Scholz, para dar lecciones de buen hacer y éxito económico a los próceres de las finanzas mundiales. Lecciones él, que es el presidente del único país de la UE que todavía no ha alcanzado el PIB anterior a la pandemia, y lo que queda. Que preside el país que lidera, duplicando, la tasa de paro de la UE, incluso admitiendo los datos cocinados de Trabajo. Con una deuda pública que ha marcado un nuevo máximo histórico en noviembre superando los 1,5 billones de euros en noviembre, el 116% del PIB. Que tiene al 26,1% de la población, 12,1 millones de personas en riesgo de pobreza y exclusión. Y con una tasa de inflación subyacente disparada que, la agencia de riesgos EthiFinance Ratings advierte que no bajará del 5,5 en media anual en 2023.

Claro que, en Europa ya están empezando a descubrir el truco y han anunciado ya que el 20 de febrero vienen los hombres de negro para pedir cuentas al Gobierno sobre la ejecución de los Fondos Europeos, tras comprobar que entre enero y noviembre de 2022 sólo se ha ejecutado uno de cada diez euros recibidos, al tiempo que tienen dudas mucho más que razonables de que se estén utilizando para los fines programados y con la transparencia necesaria.

Y cuando el comodín de la economía empieza a desplomarse, el que sigue firme y oportuno es el comodín de Vox en la política, ahora activado por ese paracaidista García Gallardo, vicepresidente del gobierno de Castilla y León, anunciando un protocolo de medidas anti aborto que ni se corresponde con la realidad ni están en ningún documento, ni en el pacto de investidura de Mañueco.

¿Afán de protagonismo, búsqueda de rentabilidad electoral o, simplemente, deslealtad? Sea como fuere lo cierto es que desde el punto de vista social Gallardo ha hecho un flaco favor a un fin tan noble como el derecho a la vida, y en país que lleva 35 años con más defunciones que nacimientos y con un gravísimo problema de natalidad.

Un regalo inesperado para Sánchez el del chico de Abascal que no se le hubiera ocurrido ni al más avezado de los estrategas de Moncloa, poniéndole en bandeja una polémica ficticia para que en la opinión pública y la publicada pasen a segundo plano los escándalos de los violadores excarcelados por la desastrosa ley del "si es si" -ya superan la veintena- y los casi el centenar de agresores sexuales que han visto rebajadas sus condenas. Además de por la supresión del delito de sedición que supone "una desprotección del orden constitucional", lo dicen los fiscales, y la rebaja del delito de malversación que a provocar la salida de la cárcel de muchos condenados por corrupción.

Pero es que con Vox llueve sobre mojado. Recordar que fue Vox quien, absteniéndose en la votación del Congreso, salvó al Gobierno permitiéndole sacar adelante el decreto de los Fondos Europeos, criticado por la mayoría de los grupos parlamentarios por la falta de mecanismos de control y la concentración de poder en la gestión.

Y ha sido también Vox quien ha impedido sacar adelante los presupuestos del Ayuntamiento y de la Comunidad de Madrid, en año electoral con el consiguiente perjuicio a los ciudadanos por la paralización o retraso de prestaciones sociales e inversiones. Eso, con la derivada de que por los efectos de nuestra trasnochada e injusta ley electoral, la división del centroderecha sólo beneficia a Sánchez, quién se ha convertido en el principal agraciado por las ocurrencias del partido de Abascal. Como dice el adagio popular, los extremos se tocan. Y quien pueda ver que vea y quien quiera entender que entienda y saque sus propias conclusiones.

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