Jefa de Redacción de Bolsa & Inversión de elEconomista

Hay un país que se ha propuesto que la banca deje de utilizar los instrumentos de deuda conocidos como CoCos (contigentes convertibles) como colchón de capital, después del terremoto que causaron el año pasado en la entidad suiza Credit Suisse. Australia se ha puesto manos a la obra para que los bancos los entierren poco a poco en los próximos años. Esta deuda, compleja y de alto riesgo, surgió a raíz de la crisis de 2008 y generó gran desconfianza en 2023. ¿Por qué da este paso ahora Australia? Y, sobre todo, ¿es posible que otros países o regiones se planteen algo semejante?

Nadie quiere quedarse fuera y desaprovechar las oportunidades de inversión que supone la inteligencia artificial (IA). Más allá de Nvidia y del resto de compañías que se han subido a este carro, hay un negocio muy vinculado sobre el que existen grandes expectativas y en el que los expertos ven otra derivada para ganar con la IA sin exponerse a las tecnológicas más conocidas. Es el de los centros de datos. Las empresas que hay detrás de estas instalaciones físicas que almacenan la ingente cantidad de datos digitales que se acumulan día a día en todo el planeta son en muchos casos inmobiliarias, o en lo que en EEUU se conoce como reit (real estate investment trust, un vehículo similar a las socimis españolas que se dedica a alquilar inmuebles). Estas firmas, además, tienen ahora a su favor una política monetaria que se irá flexibilizando con los esperados recortes de tipos de interés.

La actividad en el mercado de deuda ha regresado este año antes de lo habitual. Tras el tradicional 'parón veraniego', las compañías suelen retomar sus emisiones de bonos en los primeros días de septiembre. Sin embargo, en esta ocasión las empresas han acabado antes de tiempo el periodo de vacaciones y no han querido esperar, a pesar de que la próxima semana deberían volver a bajar los tipos de interés oficiales mejorando así las posibles condiciones de financiación. La última quincena de agosto ha sido inusualmente activa en Europa.

Invertir con poco riesgo y conseguir más de un 3% ha sido fácil en los últimos dos años, en los que la inflación ha obligado más si cabe a poner a trabajar el dinero para no perder poder adquisitivo. La deuda pública española ofrecía esa rentabilidad tanto en plazos cortos -con Letras a 3, 6, 9 y 12 meses- como en títulos a más largo plazo. Pero la nueva etapa de bajadas de los tipos de interés oficiales que marca el Banco Central Europeo (BCE) está reduciendo poco a poco las posibilidades de encontrar opciones en renta fija para alcanzar esa simbólica cifra. Si hace unos días eran las Letras a 12 meses las que decían adiós al 3%, ahora son los bonos a 10 años los que se acercan a ese nivel del que apenas han bajado desde 2022.

Las ganancias que acumulaban las bolsas este año han llegado a peligrar hasta el punto de que el índice de referencia de la zona euro, el EuroStoxx 50, se acercó la semana pasada al nivel al que inició 2024 borrando su subida. La rentabilidad anual cosechada por el Ibex 35 también se ha visto amenazada; llegó a situarse por debajo del 3%. De momento, el índice de la bolsa española aguanta en positivo el año, aunque lejos queda el 13% que conservaba hasta principios de junio.

La volatilidad es un rasgo intrínseco de la bolsa, pero en los momentos en los que realmente da la cara puede generar gran pánico vendedor entre los inversores. Es lo que ha sucedido en los últimos días en la renta variable de prácticamente todo el mundo. El temor a una recesión en Estados Unidos tras un mal dato de empleo, el giro monetario en Japón -con sus consecuencias en el conocido como carry trade- y las preocupaciones sobre las grandes inversiones de las tecnológicas en inteligencia artificial la han despertado después de meses de relativa tranquilidad.

El mercado de renta fija se ha vuelto a impacientar. Quiere más bajadas de tipos y las quiere ya. Las rentabilidades que los inversores exigen a los bonos se han derrumbado de nuevo ante la expectativa de que los bancos centrales aceleren sus políticas monetarias hacia tipos más bajos, lo que ha elevado el precio de la deuda en las carteras. Esta subida en los precios comenzó hace unas semanas y acumula un rally que se está reflejando en los productos que invierten en este activo. Son los que se benefician de esta impaciencia.

El dinero se mueve muy rápido en los últimos días. Muchos inversores con exposición a bolsa están recogiendo beneficios y otros simplemente venden ante un nerviosismo que se expande por el riesgo de recesión en Estados Unidos. Gran parte de estos movimientos tiene un destino: la renta fija. Se está producido un trasvase muy claro. La deuda está siendo la gran beneficiada por varios motivos, hasta el punto de que por primera vez en el año las carteras de renta fija global ya deberían estar en positivo en el balance anual.

Los inversores más conservadores han tenido en los últimos meses un mayor abanico de opciones para lograr rentabilidades gracias a unos tipos de interés más altos. Las Letras del Tesoro y los fondos de inversión monetarios y de renta fija a corto plazo se convirtieron rápidamente en un gran reclamo. Pero los próximos recortes del precio del dinero amenazan con ir reduciendo el atractivo de estos productos. Ya se están viendo menores flujos, por ejemplo, hacia los monetarios, en busca de otras alternativas.