El euríbor a un año, al que están vinculadas miles de hipotecas, ha cerrado el mes de julio en el 3,526%, corrigiendo más de una décima desde junio (3,65%) y registrando su mayor caída interanual en 11 años. Se trata del cuarto descenso mensual consecutivo del indicador, que se mueve en una senda bajista desde marzo. Además, el euríbor de julio supone el mínimo de este ejercicio y el nivel más bajo desde enero de 2023, hace 18 meses.

Durante gran parte del ejercicio, los inversores han mostrado una fe ciega en la tecnología. Ha habido dos argumentos que han reforzado la confianza en las Siete Magníficas y empresas equiparables: la Reserva Federal (Fed) y la inteligencia artificial (IA). Por un lado, las empresas más poderosas de Wall Street son menos sensibles a los tipos de interés altos y, por otro, la IA es una fuente de ganancias muy jugosa. Sin embargo, el mercado lleva un tiempo recalculando y cambiando de estrategia porque esas premisas ya no parecen suficientes para seguir cebando al sector. Se ha iniciado una rotación, que no deja fuera de juego a la IA, pero sí la relega a la industria tecnológica desde su puesto de líder incondicional.

El mercado de las criptomonedas vive otro hito esta semana. Después de que el regulador estadounidense (la SEC, por sus siglas en inglés) aprobara en enero los ETF de bitcoin al contado, ahora es el turno de los ETF de ether al contado. Estos vehículos han empezado a cotizar hoy mismo, ya que las gestoras han recibido la última autorización pertinente.

En enero, Core Scientific intentaba salir de la quiebra tras algo más de un año de reestructuración. La empresa de minería de activos digitales venía del 'criptoinvierno', de la crisis de FTX y de pérdidas millonarias. Pero solo seis meses más tarde ha dado un vuelco entonces difícil de imaginar. Ha pasado de la bancarrota a cosechar un rally del 220%, superando en rentabilidad a empresas tan lucrativas como Nvidia. Ahora, la recuperación del bitcoin juega a su favor y también el auge de la inteligencia artificial (IA).

La inteligencia artificial (IA) y los mineros de bitcoin han cruzado sus caminos en un momento crucial. Mientras el auge de la IA es incuestionable, los responsables de acuñar dinero digital están extremadamente mal pagados tras el halving de abril. Este acontecimiento redujo a la mitad la recompensa por minar bitcoins, lo que ha lastrado las ganancias de esta actividad. Pero la IA está siendo la tabla de salvación de los mineros, que han encontrado en ella una fuente de ingresos muy atractiva que les permite diversificar y no depender únicamente de la volatilidad del bitcoin.

Mientras el rally tecnológico sigue vigente, los inversores intentan entender dónde está el tope. El mercado no quita el ojo a la industria líder en bolsa de los últimos años, que es como un vaso que no deja de llenarse (ni de dar beneficios) con el temor de que este se acabe colmando. Crecen las sospechas de que la inteligencia artificial (IA) esté sobrevalorada en bolsa y ya están casi en igualdad los gestores que sí consideran que hay una burbuja en la inversión en este avance tecnológico, frente a aquellos que lo descartan.

Nvidia y Supermicro están quitando protagonismo a dos empresas del S&P 500 que también merecen atención. Aunque no son tan conocidas, Vistra y Constellation Energy son las otras dos compañías del índice más rentables este año, solo por detrás de la pareja conformada por las de procesadores. Las primeras son beneficiadas directas del auge de la inteligencia artificial (IA) y las segundas son ganadoras colaterales. Y lo mejor es que, tras su sorprendente rally, aún les queda potencial.

Tesla encadena nueve sesiones de subidas, que se han traducido en un rally del 35%. La firma de Elon Musk vive su mejor racha en bolsa en más de un año, lo que le ha valido para borrar las abultadas pérdidas que registraba en el ejercicio. Sin embargo, los analistas creen que su rebote ha ido demasiado lejos y anticipan un bajón en sus acciones en los próximos 12 meses.

Hace no mucho, las imágenes digitales atravesaban lo que se puede considerar su prehistoria pictórica. El videojuego más complejo del momento se basaba en un jugador que se escondía en un laberinto para disparar a sus rivales. Aunque solo eran unas líneas verdes sin relleno lo que conformaba los bloques, eso era suficiente para dar suspense a la partida de Maze War, el primer videojuego 3D, que data de los setenta.

Nvidia es la historia de una compañía de nicho convertida en una empresa universal, casi de culto como Apple o Microsoft. Empezó a vender procesadores para videojuegos; entonces, comercializaba un solo producto en un único sector. Pero su éxito se ha basado en exportar la GPU, una materia prima básica en el mundo de la computación necesaria para procesar datos, a todas las industrias. Ahora, la compañía tiene clientes de todo tipo en cualquier rincón del mundo, dispuestos a pagar más por sus procesadores y a aguantar meses de lista de espera como peaje previo a recibir sus pedidos.