Opinión

Se busca donante de empleo

La preocupante situación que el mercado laboral presenta

Si tuviésemos que participar en el concurso de Eurovisión para la economía, no cabe duda de que daríamos el cante pues nuestro país saldría inmortalizado como el que mayor caída económica ha sufrido, el de mayor incremento en la deuda pública, mayor déficit y mayor tasa de desempleo, un póker de ases en toda regla. Lo peor está por llegar cuando se abran las compuertas de la prohibición de despedir empleados en ERTE, de los concursos de acreedores y de la insolvencia empresarial, así como la finalización de ayudas a los autónomos, todo un tsunami que está por llegar y que comienza a mostrar señales de alerta desde hace tiempo, aunque algunos miren hacia otro lado.

No es de extrañar que en Europa estén muy preocupados con la marcha de nuestra economía, no tanto por el efecto de la pandemia sino por las medidas ineficaces que se están llevando a cabo y que no consiguen el objetivo principal, detener la sangría de empleos y la caída en picado de la actividad.

La triste realidad es que el desempleo no cambiará su claro signo negativo en el corto plazo

Hasta el momento, se han destruido más de 100.000 empresas y hay muchas más con la respiración asistida al borde de la eutanasia, pues las líneas de crédito ICO o las exenciones por ERTE no son suficientes para evitar la necrosis de nuestro tejido productivo. No hay ayudas directas y todos sabemos lo que ocurre cuando un miembro deja de recibir la sangre que necesita y, en nuestra economía, todo apunta a un fatal desenlace donde algunos de sus principales miembros, como es el turismo, el comercio y la hostelería, entre otros muchos, podrían ser amputados de forma irreversible.

Y mientras el Gobierno no ofrece ayudas directas para taponar la sangría del empleo que sufre nuestro tejido empresarial, por ahora se habla de quitas de deuda ICO por parte de los bancos, pero eso no sirve de nada, porque cuando los negocios cierren, la quita será total, lo que necesitamos es una trasfusión de sangre y no cambiar alguna norma del mercado de trabajo como apuntan algunos políticos, como si nuestros problemas se pudiesen solventar a golpe de normativa desde un despacho.

Así pues, las previsiones macroeconómicas de la mayoría de las instituciones no nos sonríen pues esconden la triste realidad de un desempleo que no cambiará de signo en el corto plazo, de hecho, este año se estima alcanzará el 17% en su conjunto con suerte, pues es previsible que siga en aumento tras una Semana Santa que muchos dan por amortizada y una temporada de verano incierta a la espera de conseguir la inmunidad de rebaño si llegan todas las vacunas.

Un desempleo que esconde un factor estructural y que representa para el Estado menores ingresos fiscales por impuestos y contribuciones así como mayores gastos por prestaciones, lo que se traduce en mayor desequilibrio fiscal, que no debería ser preocupante si fuese sólo coyuntural, pero algunas de las medidas que se están tomando van a generar un mayor déficit estructural que debería preocuparnos, porque será la causa de un mayor nivel de endeudamiento que la Comisión Europea estima para nuestro país en el 141% del PIB en 2030.

Como consecuencia de todo ello, acaban de salir los datos del paro registrado durante el mes de febrero y podríamos decir que son escalofriantes pero la realidad es que era la crónica de una muerte anunciada y que no son sorprendentes porque lo esperábamos, un preludio de lo que se avecina sobre nuestra economía si nadie detiene esta sangría empresarial. Se ha superado la barrera de los 4 millones de desempleados y nos encontramos en una tasa de paro del 16,7% aunque bien es cierto que los datos están dopados con los ERTES y con la creación de empleo público que maquillan todas las cifras a pesar de que nuestro mercado de trabajo no remontará el vuelo hasta dentro de unos meses, pues ya aparecen pequeños atisbos del tsunami que está por llegar, si nada lo impide.

Lo cierto es que somos el país con el peor comportamiento en el empleo de toda Europa

Si entendiésemos como parados aquellas personas que no están trabajando y que están en edad de hacerlo, la cifra es mucho mayor, no sólo porque hay que añadir los trabajadores en ERTE, actualmente unos 900.000 sino también todos aquellos autónomos que no tienen actividad alguna o que han sufrido caída de más del 50% en la facturación, aproximadamente 510.000. Es decir, que si alguien me preguntase cuántas personas no trabajan en nuestro país, tendría que decirle que unos 5,5 millones. Se trata de una estimación generosa, porque si fuésemos mucho más rigurosos, habría que ver aquellos trabajadores que no están a plena capacidad, es decir, si alguien está trabajando a jornada parcial o con un contrato, por ejemplo, de 30 horas semanales, deberíamos contabilizar a esa persona como 0,25 parados, con lo cual el número superaría los 6 millones de trabajadores.

Independientemente de todo lo anterior, que podemos achacarlo a la pandemia, lo cierto es que somos el país con el peor comportamiento en el empleo de toda Europa y eso si que deberíamos hacérnoslo mirar, porque no puede ser que salgamos en la foto como el peor de toda la clase europea, hasta Grecia tiene mejores datos de paro que nosotros. Y si hablamos del paro juvenil o el de los mayores de 50 años, aun me preocupa más, entre otras cosas porque mucho me temo que los mayores van a tener serias dificultades para reengancharse al empleo una vez que haya vuelto la nueva normalidad y entre los jóvenes se está generando un embalse de ellos, muchos sobrecualificados, que van a necesitar tiempo hasta que encuentren un puesto de trabajo acorde a su preparación y expectativas y, durante ese tiempo, saldrán nuevos jóvenes al mercado dispuestos a lo mismo. Quizás para los jóvenes, ahora sea un buen momento para formarse aún más si cabe, mientras amaina, para los mayores, pero lo veo difícil con las barreras culturales que existen para contratar a personas senior.

La segunda derivada de los datos de empleo es la que afecta a los salarios en términos reales, pues hasta ahora no se ha hablado de este aspecto ya que la inflación en los últimos años ha sido baja e incluso negativa en 2020, sin embargo, las previsiones de crecimiento de inflación y el exceso de demanda de trabajo frente a la oferta, forzarán a la baja los salarios reales y el efecto sobre el consumo se resentirá, ralentizando la recuperación económica que deseamos y aumentará aún más la precariedad y temporalidad laboral.

Necesitamos medidas que rompan esta situación que rompe la economía y las ilusiones de muchas familias

Y una tercera derivada es el efecto sobre la pensión futura, en un momento de reforma encubierta donde se pretende considerar 35 años de cotización, o toda la vida laboral, pues está por ver, para el cálculo de la cuantía de la pensión y las cuentas son fáciles. Si me jubilo con 67 años y debo haber trabajado 38,5 años, al menos, significa que como muy tarde debería comenzar a trabajar a los 29 años sin interrupción, algo que me parece poco realista en la situación actual.

Así pues, necesitamos urgentemente medidas eficaces para detener esta situación que no sólo rompe nuestra economía sino las ilusiones de muchas familias que sufren por la falta de un derecho básico a los ciudadanos, un empleo digno con el que ganarse la vida, no es mucho pedir, pero necesitamos que alguien tome las riendas de este caballo desbocado.

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