Arquitecto y crítico cultural

No queremos vivir en una buena casa porque ni siquiera sabemos lo que es una buena casa. Porque no sabemos lo que es la buena arquitectura. Ya lo he repetido alguna otra vez: nos encantaría tener unos zapatos de Manolo Blahnik o un Patek Philippe o un Lamborghini, pero casi nunca soñamos con vivir en una joya de la arquitectura. A la mayoría de la gente le acaba dando igual el espacio, la altura libre o el estudio del soleamiento. Todo lo más, que la casa no tenga goteras y que se ajuste a sus posibilidades económicas, lo cual está muy bien, claro.

ARquitectura

Hay quien piensa que cuando escribí el artículo sobre la Sagrada Familia, en realidad lo que estaba haciendo era disfrazar de crítica arquitectónica algún tipo de odio hacia Catalunya y, particularmente, hacia Barcelona. Hay demasiadas razones para considerar ridícula esa postura, pero para comprender la más evidente no hay más que abrir los ojos. Porque Barcelona es una ciudad preciosa.

La crisis ha sido nuestra guerra. No voy a frivolizar sobre lo que representa un verdadero conflicto armado, pero la crisis económica es el evento que marcará a toda una generación de españoles. Ya son siete años largos de huracán que ha dejado tras de sí un reguero de excluidos, expatriados y desplazados.

Entre la Catedral y Roma

Cierren los ojos y piensen en Granada. ¿Ya? Me apuesto lo que quieran a que han pensado en la Alhambra. En las salas de los Palacios Nazaríes y en los arcos del Patio de los Leones. En las fachadas reflejadas del Patio de los Arrayanes. Quizá alguien haya pensado en el Palacio de Carlos V, formidable obra del Renacimiento adelantada al propio Renacimiento. Y bueno, sí, a lo mejor alguno ha recordado las enormes tapas que sirven en los bares de la ciudad; pero vamos, seguro que la mayoría ha pensado en la Alhambra.

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Antes de que me apedreen, quiero dejar una cosa muy clara: Antoni Gaudí fue un genio. Fue uno de los creadores más formidables de la historia de la arquitectura y, parafraseando al crítico William J.R. Curtis, una de esas escasas personas que aparecen a lo largo de los siglos y que son capaces de generar un modelo completo del mundo.

Valiente y sugerente

Si los autobuses son el pariente desatendido de los trenes y los aviones, las estaciones de autobús son las hermanas pobres de las estaciones de tren y las primas lejanas aún más pobres de los aeropuertos. A menudo son consideradas como las construcciones más insustanciales del mundo de la arquitectura. Colocados en rincones no especialmente relevantes de la traza urbana de nuestras poblaciones, suelen ser edificios impersonales y anodinos de chapa metálica expuesta al sol y la lluvia.

Ciudad referente de la fealdad urbana

Ya estamos en agosto, ese mes en el que los españoles consideramos que la capacidad nominal del maletero de nuestro coche es como las fotos de la recetas de cocina: solo una sugerencia de presentación. Siempre puede caber una maleta más, un neceser más, una tostadora más, la pecera, la iguana, la rama de olivo de la iguana, el acuario de la iguana y toda la colección de rebequitas porque por las noches refresca.

Se acerca agosto, ese mes en el que los españoles dedicamos horas enteras a atiborrar nuestros Seat 600 hasta los neumáticos con maletas, sombrillas y neveras portátiles. Pero la incomodidad de jugar al Tetris ® con nuestros enseres personales no nos arruga el carácter, pues tenemos el corazón henchido con el noble propósito de huir raudos de las grises urbes cual manadas de roedores en medio de un naufragio, y así dirigir nuestros destinos a paradisiacos parajes donde gozar del merecido solaz y esparcimiento estival.

Arquitectura

Holanda es el motor de la arquitectura contemporánea europea desde hace más de dos décadas. Ni siquiera hay que poner un pie en los Países Bajos para comprobarlo, basta con leer un libro sobre arquitectura reciente u hojear cualquier revista o web especializada.

Una época de excesos

En el primer artículo de esta serie ya vimos que la burbuja inmobiliaria había sembrado la geografía nacional de cadáveres arquitectónicos. Edificios que se plantearon como brillantes inversiones concebidas al calor del boom económico pero que, con el advenimiento de la crisis, han terminado por convertirse en momias congeladas en pleno proceso de embalsamamiento. A menudo son edificios infrautilizados, vacíos o casi vacíos, otras veces han tenido que cerrar sus puertas al poco de inaugurarse y en algunos casos han quedado inacabados e incluso abandonados. Ruinas modernas. Restos arqueológicos de un futuro que nunca fue.