Redactor de economía y mercados. Doctor en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Un día se preguntó cómo cotizaba un bono y ya no hubo vuelta atrás.

La economía de la eurozona pierde fuelle tras la recuperación postpandémica y los indicadores de sentimiento empresarial (lo que se conoce como datos blandos) dibujaron en agosto un horizonte aún más pesimista. Esto no se ha acabado de traducir en una corrección bursátil y las razones no son tan aparentes como cabe pensar.

Con permiso de China, se empiezan a apilar los titulares económicos negativos sobre Alemania. La potencia por excelencia de Europa, habitualmente apodada la 'locomotora' o el 'motor' de la región, atraviesa un marasmo que ha vuelto a encender el debate sobre si vuelve a ser el 'hombre enfermo' del continente. Este título, cortesía de una portada del influyente diario The Economist, ya lo recibió el país a finales de los 90, cuando su economía languidecía mientras otros socios continentales como España crecían con fuerza. Más de 20 años después, este sambenito amenaza con volver a hacer mella, pero esta vez ensombreciendo aún más las desfavorables perspectivas de la eurozona.

El informe oficial de empleo de EEUU relativo a agosto publicado este viernes por la Oficina de Estadísticas Laborales (BLS) confirma el enfriamiento del mercado laboral que buscan los responsables de la Reserva Federal para evitar mayores presiones inflacionarias, pero sin llegar a sufrir un 'terremoto' en el empleo.

El Banco Central Europeo (BCE) ha echado un jarro de agua fría sobre uno de los dogmas económicos más enunciados en los mercados: que la inversión de la curva de tipos predice con meses de adelanto una recesión. Si lo que está ocurriendo en EEUU, con la curva notablemente invertida más de un año y la economía dando pocos signos de debilidad, ha hecho que algunos analistas vuelvan a cuestionar su fiabilidad, el eurobanco avisa de que la propia coyuntura del mercado de bonos europeo puede distorsionar las señales que manda el indicador.

Lo ocurrido con el fallecido líder de la brigada paramilitar rusa Wagner, Yevgeny Prigozhin, ha demostrado que Vladímir Putin también tiene enemigos en casa. Otro del que se habla menos podría ser el rublo. La continúa depreciación de la moneda rusa amenaza con desestabilizar aún más al país, para mayor preocupación del Kremlin. Tanto es así que el propio Putin ha hecho inusuales declaraciones llamando a Gobierno y banco central del país a trabajar juntos para frenar las salidas de capital y reducir la volatilidad de los mercados financieros.

La inflación sigue sin dejar buenas noticias en la eurozona. El índice de precios al consumo (IPC) se ha estancado en agosto en el 5,3% interanual que ya marcó en julio, según los datos publicados este jueves por Eurostat, cuando la expectativa era que retrocediera a un 5,1%. Por su parte, el IPC subyacente (excluye energía, alimentos, alcohol y tabaco) ha desacelerado este mes de un 5,5% a un 5,3%. Aunque va en línea con lo esperado, esta desaceleración es muy lenta, al igual que ocurre con los servicios, métrica muy vigilada por las autoridades monetarias, que han pasado del 5,6% al 5,5%. Todo esto complica la decisión del Banco Central Europeo (BCE) en septiembre cuando el dilema no puede ser más acusado entre una nueva subida de tipos, que podría ser la última del ciclo, o la primera pausa tras más de un año de alzas. Mientras los datos entrantes no dejan de confirmar el deterioro económico del bloque, la inflación sigue resistiéndose.

Un fármaco contra la subida de peso también se ha mostrado efectivo contra la subida de los tipos de interés en Dinamarca. El éxito de la industria farmacéutica del país, sobre todo de la compañía Novo Nordisk, ha obligado al banco central danés a mantener los tipos por debajo de lo esperado.

La adhesión de Arabia Saudí al club de los BRICS, la alianza de economías emergentes que busca actuar como contrapeso a Occidente y que responde a las siglas de sus impulsores (Brasil, Rusia, China, India y Sudáfrica), podría abrir un nuevo capítulo en la lucha de fondo de los rivales geopolíticos de EEUU contra la hegemonía mundial del dólar.

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En la torre de control de la economía las apuestas se siguen sucediendo. Las que recogían el pronóstico de un aterrizaje brusco de la economía de EEUU tras las abruptas subidas de tipos de interés posteriores a la recuperación después de la pandemia ante la abrasiva inflación se han visto reemplazadas por una dicotomía entre aquellos que abogan por un aterrizaje suave (leve deterioro económico sin llegar a la recesión y sin daños ostensibles en el empleo) y aquellos que directamente apuntan con el dedo a un no aterrizaje (la economía de la primera potencia mundial seguirá volando alto incluso reacelerando). En medio, ha salido una voz discordante, la de los analistas de BlackRock: no habrá aterrizaje porque no ha habido despegue como tal.

El Banco Central de la República de Turquía (CBRT por sus siglas en inglés) ha decidido este jueves subir los tipos de interés en 750 puntos básicos hasta el 25% (el nivel más alto desde 2004) desde el 17,5% decretado en la reunión del mes pasado, en la que el alza fue de 250 puntos básicos. Esta considerable subida ha sorprendido a los mercados, que esperaban otro avance de 250 puntos básicos y ha provocado que la lira turca haya pasado rápidamente de perder un 0,1% en su cruce con el dólar estadounidense a ganar más de un 6% y situarse en las 25,47 unidades por 'billete verde'.