Redactor de economía y mercados. Doctor en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Un día se preguntó cómo cotizaba un bono y ya no hubo vuelta atrás.

El mayor mercado laboral del mundo se sume en la oscuridad informativa. Los datos sobre el mercado de trabajo brillan por su ausencia en China en los últimos tiempos. La situación, que sería inadmisible en condiciones normales, se vuelve más inquietante porque convive con unas finanzas aún 'tocadas', las dudas sobre los datos oficiales y una presión arancelaria desde EEUU que pone en riesgo millones de empleos.

La guerra comercial lanzada por EEUU contra el resto del mundo, especialmente contra China, amenaza con dejar muchas batallas y la primera de ellas parece haberla ganado Pekín. Cuando la firme posición del gigante asiático tras recibir aranceles de tres dígitos, nada menos, ya ha hecho a la Administración Trump modular su belicoso lenguaje y buscar una pronta negociación, los primeros datos comerciales de marzo y abril han sido bastante reveladores. Si en marzo las exportaciones chinas fueron fortísimas en previsión del latigazo arancelario que ya iba a venir el mes siguiente, en abril se mantuvieron resilientes gracias a que Pekín ha sabido encandilar a otros clientes. Al mismo tiempo EEUU ha visto cómo, aunque en abril su déficit comercial con China se redujo notablemente, en marzo se ensanchó hasta un nuevo máximo histórico con el resto del mundo, precisamente por su virulencia arancelaria. Este primer round deja a un Trump consiguiendo justo lo contrario de lo que quería y a una Casa Blanca en una posición más débil cuando este fin de semana, en Suiza, se siente en una mesa frente al gobierno chino.

En las turbulentas aguas del comercio internacional, un coloso de acero rebosante de crudo ha logrado navegar entre sombras y legalidades difusas. No lleva su verdadero nombre ni ondea su auténtica bandera. Se hace llamar Global, pero en realidad es el Gather View, un buque fantasma (o zombie ship, como lo llaman los expertos) que ha asumido la identidad de un petrolero ya desguazado para cumplir una única misión: llevar petróleo iraní hasta la costa de China sin ser detenido. Su reciente descarga de dos millones de barriles en un puerto gestionado por el gobierno de Shandong no es solo una operación clandestina más, sino un capítulo revelador de cómo las sanciones internacionales se retuercen y rehacen en los pliegues del comercio global, pero al final el petróleo termina llegando a su destino en un movimiento que evidencia el poder de China para retar a EEUU.

El Banco de Inglaterra (BoE por sus siglas en inglés) ha recortado este jueves los tipos de interés en 25 puntos básicos, hasta el 4,25%. Es el cuarto recorte de los tipos desde que el organismo comenzó a bajarlos el verano pasado. La decisión, ampliamente esperada, de la 'Vieja Dama' de Threadneedle Street, como se conoce al banco central (325 años a sus espaldas), se ha producido prácticamente al tiempo que el presidente de EEUU, Donald Trump, ha confirmado un acuerdo comercial de gran alcance con Reino Unido. Los funcionarios del BoE han tomado su decisión de tipos (se suele votar el día previo al anuncio) y elaborado sus cálculos macro sin conocer, en teoría, los pormenores de un pacto comercial clave para la economía, en la medida en la que puede acabar con los aranceles que amenazaban con lastrar la actividad en las islas.

La parálisis económica en la que vive sumida Alemania desde la pandemia discurre paralela a los continuos problemas que enfrenta su histórica industria, hasta hace no tanto ejemplo de éxito para el mundo entero. El surgimiento de un 'nuevo mundo' tras el covid en el que los servicios son más demandados, los tipos de interés más altos, los costes energéticos más elevados (Rusia lo cambió todo al invadir Ucrania) y China ya no es ese cliente excepcional (ha pasado de fiel importador de valor añadido a feroz competidor, solo hay que mirar hacia sus coches eléctricos) ha provocado una sacudida en el sector manufacturero teutón que no parece tener fin. Confiando casi más en la esperanza que en los datos, los analistas económicos germanos llevan meses deseando anunciar que la industria ha tocado fondo y que empieza a remontar a la espera de que el ambicioso estímulo adelantado por el nuevo Gobierno comience a operar. Pero cuando alguna mínima cifra parece apoyar esa tesis, surge algo que prorroga la agonía. Si los aranceles de EEUU ya suponían un amenaza letal a esta recuperación, ahora llegan dos 'estocadas' más que recrudecen la maldición: unas vías fluviales alemanas con muy poca agua para estar en primavera y el nuevo 'cerrojazo' chino con las tierras raras.

Spain is different. Este tópico tan manido y un tanto vulgar es quizá una de las mejores definiciones cortas de lo que es España: diferente. La sociedad de cualquier otro país europeo que hubiera sufrido un apagón como el que atrapó a España la semana pasada, quizá, se habría comportado de forma muy diferente. Lo cierto es que el apagón en España tuvo un impacto que nadie habría previsto: los bares se llenaron de gente consumiendo bebida y comida, y los bazares y tiendas se llenaron de clientes que entre risas y nervios buscaban linternas, radios, velas... Todo esto, que es reflejo de la cultura y la alegría española, sumado a la mayor resiliencia psicológica que otorga haber pasado por la pandemia de covid y otros eventos como la borrasca Filomena y la DANA, ha tenido su impacto en el PIB, tanto el día del apagón como los posteriores (no todo el mundo pudo comprar todo lo que quería ese día), cuando los supermercados y los comercios realizaron parte de las ventas que no se pudieron realizar el 28 de abril, ya fuera por la falta de electricidad o por el desabastecimiento. Así, frente a los primeros análisis que hablaban de una caída de hasta 4.500 millones del PIB, ahora este impacto se reduce sobremanera y, quizá, el día que haya datos certeros incluso desaparezca, pero para ello habrá que esperar.

Al fin, ha proclamado la catarata de analistas económicos que siguen lo que ocurre en China. Tras meses de espera y expectación, Pekín ha vuelto a bajar los tipos de interés. Aunque se trata de una rebaja comedida y, en el fondo, esperada (a la vez que postergada), ha venido acompañado de otras medidas de relajación monetario y muestra un redoblamiento del compromiso de las autoridades en apoyar la economía en medio de una atonía generalizada que solo podía ir a peor con el castigo arancelario decretado por EEUU contra el gigante asiático. Este anuncio de recorte de tipos llega precisamente cuando ha trascendido en los medios internacionales que delegaciones al más alto nivel de EEUU y China -el secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, y el viceprimer ministro chino, He Lifeng- se van a reunir este fin de semana en Suiza para hablar de aranceles.

Durante años, el relato económico de Europa se escribió desde el norte, con Alemania marcando el paso y los países del sur bajo la sombra de la sospecha y las cadenas de la austeridad. Pero hoy, el guion ha cambiado. En un giro que roza lo poético, son precisamente las economías del sur las que crecen con más fuerza, mientras el motor alemán pierde fuelle y el corazón industrial de Europa se atasca. España, Portugal, Grecia e Italia (también Irlanda aunque no es un país del Mediterráneo) se han convertido en protagonistas de aquella periferia denostada durante la crisis del euro (los apodados con cierta sorna como PIGS), que han vuelto al centro del escenario económico, no como problema, sino como referencia y motor de crecimiento de la eurozona. Y lo que comenzó como un rebote cíclico tras la pandemia empieza a consolidarse como una nueva normalidad, con tintes estructurales que podrían perdurar más de lo que se había previsto en un principio.

Una divisa, a priori, bastante random, como se dice ahora, dentro el circuito de las principales monedas del mundo está llamando estos días la atención de los mercados financieros. Se trata del nuevo dólar taiwanés (simbolizado por el ticker TWD en el mercado Forex). Su alocado repunte en las últimas sesiones frente al dólar estadounidense, llegando a registrar su mejor jornada desde finales de los 80, se puede resumir como una 'pequeña tormenta' que evidencia algo más grande: el cambio de régimen global que puede llegar detrás de la agresiva política comercial que está desplegando la nueva administración de EEUU.

Si hay algo que no se le puede negar a China es el ingenio y la perspicacia de su tejido productivo para llevar y vender su mercancía allá donde quiere. Antes de la guerra comercial con EEUU, las empresas chinas lo tenían relativamente fácil: solo tenían que producir los bienes que Occidente demanda en cada momento a un coste menor que sus competidores y con una calidad aceptable. Esta estrategia basada en bajos costes y una dotación de capital por trabajador creciente (la industria china ha ido escalando) ha servido para generar uno de los mayores superávits comerciales del mundo. Ahora que los aranceles buscan reducir con intensidad este superávit y la competitividad de los bienes 'made in China', los exportadores del gigante asiático están buscando fórmulas para seguir introduciendo parte de sus productos en EEUU.