
La guerra comercial lanzada por EEUU contra el resto del mundo, especialmente contra China, amenaza con dejar muchas batallas y la primera de ellas parece haberla ganado Pekín. Cuando la firme posición del gigante asiático tras recibir aranceles de tres dígitos, nada menos, ya ha hecho a la Administración Trump modular su belicoso lenguaje y buscar una pronta negociación, los primeros datos comerciales de marzo y abril han sido bastante reveladores. Si en marzo las exportaciones chinas fueron fortísimas en previsión del latigazo arancelario que ya iba a venir el mes siguiente, en abril se mantuvieron resilientes gracias a que Pekín ha sabido encandilar a otros clientes. Al mismo tiempo EEUU ha visto cómo, aunque en abril su déficit comercial con China se redujo notablemente, en marzo se ensanchó hasta un nuevo máximo histórico con el resto del mundo, precisamente por su virulencia arancelaria. Este primer round deja a un Trump consiguiendo justo lo contrario de lo que quería y a una Casa Blanca en una posición más débil cuando este fin de semana, en Suiza, se siente en una mesa frente al gobierno chino.
En dólares estadounidenses, el crecimiento de las exportaciones chinas al resto del mundo se ralentizó del 12,4% interanual de marzo al 8,1% en abril, un dato muy por encima de lo esperado. Esto implica otro aumento intermensual (tras el ajuste estacional), que lleva el valor de las exportaciones a un máximo histórico. Es cierto que las exportaciones chinas a EEUU se contrajeron más de un 20% interanual, cumpliéndose sobre el papel los designios de Trump, pero esto se vio compensado por un aumento de las exportaciones a otras regiones, sobre todo a países de la ASEAN (sudeste asiático) como Vietnam y Malasia, además de la India y Latinoamérica. Las exportaciones a Europa disminuyeron del 10% a un todavía sólido 8%.
"El crecimiento de las exportaciones se ralentizó en abril menos de lo que la mayoría había previsto, ya que la caída de los pedidos de exportación procedentes de EEUU está tardando en repercutir en los envíos reales y muchos exportadores también están encontrando formas de eludir los aranceles. La depreciación del yuan, ponderada en función del comercio, junto con la desviación y diversificación generalizadas del comercio, está amortiguando claramente el impacto de los aranceles", explica en una nota para clientes Zichun Huang, analista de Capital Economics.
"Desde cualquier punto de vista, los datos parecen mejores de lo que la mayoría de los participantes del mercado esperaban. Los informes sobre la caída de las exportaciones chinas parecían muy exagerados. El primer mes de datos tras la drástica escalada arancelaria muestra, sin duda, un impacto mucho menor en comparación con las disrupciones de la era covid", se muestra más tajante Lynn Song, economista jefe para la Gran China de ING. En su análisis, Song destaca que "los esfuerzos de Pekín por orientarse hacia otros mercados están dando sus frutos" y que, en la particular pugna entre las dos principales potencias mundiales, aunque las exportaciones en dirección a EEUU se desaceleraron drásticamente hasta el -21,0% interanual en abril frente al 9,1% interanual de marzo, el impacto fue "notablemente menor de lo que muchos esperaban, dado el arancel estadounidense del 145% sobre China".
A partir de cierto punto, los aranceles ya son lo suficientemente elevados como para redirigir las importaciones de bienes con un producto sustitutivo disponible. Sin embargo, una parte significativa de las exportaciones chinas no necesariamente cuenta con un producto sustitutivo fácilmente disponible, explican desde ING. Por lo tanto, los importadores se verán obligados a pagar el arancel y trasladar los costes a los consumidores o simplemente a suspender esa parte de su negocio. Los primeros indicios sugieren que esto último podría estar ocurriendo.
Además de la concentración anticipada de bienes antes de que los aranceles puedan ir a peor o consolidarse, el papel del desvío comercial ha sido clave en este aún fuerte dato de exportaciones, ponen el foco desde Société Générale. "Los datos de hoy plantean la pregunta de cuán efectivos pueden ser los aranceles estadounidenses contra unas exportaciones chinas espoleadas por estas técnicas", reflexionan Michelle Lam y Wei Yao, estrategas del banco galo.

China está utilizando una variedad de tácticas cada vez más sofisticadas para esquivar los aranceles impuestos por EEUU y seguir exportando sus productos al mercado estadounidense. Una de las principales estrategias consiste en el uso de terceros países (como Vietnam, Malasia o Corea del Sur) como plataformas de reexportación. Este proceso, conocido como "lavado de origen", implica trasladar los productos chinos a estos países, donde se les modifica el etiquetado, se emiten certificados de origen falsificados o se realiza una mínima transformación que permita cumplir con las exigencias de las autoridades aduaneras estadounidenses. Plataformas chinas como Xiaohongshu están repletas de anuncios que ofrecen estos servicios de intermediación, y las aduanas de países vecinos ya han detectado múltiples casos de fraude documental relacionados con mercancías con destino a EEUU.
Otra vía que han encontrado los exportadores chinos para esquivar los aranceles es mediante la subestimación del valor real de los productos ante las autoridades aduaneras estadounidenses. Según Oxford Economics, esta práctica está generando un desajuste importante entre las cifras oficiales de exportaciones chinas y las importaciones reconocidas por EEUU, con una brecha de hasta 90.000 millones de dólares anuales. Louise Loo, analista de la casa de análisis británica, sostiene que esta distorsión ha sido fomentada directamente por la presión arancelaria y estima que más de la mitad del déficit comercial histórico entre ambos países podría estar explicado por estas prácticas evasivas.
Además, existe una diversificación productiva deliberada que contribuye a diluir el origen chino de los bienes. Muchas empresas chinas están invirtiendo en fábricas situadas en países del sudeste asiático (como Vietnam, India o Tailandia) para seguir produciendo con mano de obra barata y exportar desde allí bajo una nueva bandera. Esta reestructuración productiva, potenciada por la inversión directa extranjera de firmas chinas, hace más difícil rastrear el verdadero origen de los productos. Como apunta el economista jefe de UBS, Paul Donovan, este fenómeno genera un 'Triángulo de las Bermudas' comercial en el que desaparece el rastro oficial de una parte sustancial de las exportaciones chinas hacia EEUU, haciendo ineficaces muchos de los controles arancelarios.
Datos que enfadarán a Trump
Mientras tanto, el déficit comercial de EEUU no para de crecer, lo que probablemente estará enfadando a Donald Trump. El desequilibrio comercial americano ha alcanzado un nuevo récord histórico, impulsado por un aumento abrupto de las importaciones ante el temor, precisamente, de los nuevos aranceles del presidente Donald Trump. Es cierto que la comparación no es del todo justa, puesto que los datos de EEUU van hasta marzo, mientras que los de China hablan de abril. Según la Oficina de Análisis Económico (BEA), el déficit de bienes se situó en 163.500 millones de dólares, lo que supone un incremento del 11,2% respecto a febrero. Este salto refleja la decisión de muchas empresas estadounidenses de adelantar pedidos antes de que los aranceles encarezcan sus costes o dificulten el acceso a determinados productos. Como apuntó Newsweek, esta dinámica refleja "cómo de preocupadas estaban las empresas estadounidenses por una guerra comercial inminente", en un contexto de contracción del PIB del 0,3% en el primer trimestre del año.
Oxford Economics refuerza esta interpretación al señalar que el "frente de carga" se concentró especialmente en la industria farmacéutica, con un aumento de 20.000 millones de dólares en importaciones desde Irlanda, que superó incluso el incremento total de las importaciones del mes. Este adelanto de compras, según los economistas de Oxford, "confirmó el gran lastre del comercio neto en el primer trimestre". A su vez, el aumento de los aranceles a las importaciones chinas (que en abril superaron de media el 100%) ha desplomado la cuota de China en el total de importaciones a niveles no vistos en 25 años.
Un ejemplo excepcional de esto se vio este jueves con las cifras de producción industrial de Alemania, país al que la nueva gobernanza de EEUU tiene muy entre ceja y ceja por su histórico rol de exportador de éxito. El buen dato dentro de la delicada situación germana se debió en gran medida a un repunte de la producción farmacéutica ante la precipitada demanda desde EEUU. "Es probable que esto haya influido en el fuerte aumento del sector farmacéutico (+19,6% respecto al mes anterior)", señalaban tras conocer los datos los economistas de Commerzbank. "La producción farmacéutica aumentó de forma especialmente pronunciada, lo que sugiere que parte del dinamismo de la producción en marzo se debió a la aplicación anticipada de aranceles estadounidenses. Los productos farmacéuticos aún no están sujetos a aranceles estadounidenses, pero Trump ha amenazado con imponerles aranceles específicos para el sector próximamente", ahondaban los de Capital Economics. Ni que decir tiene lo dependiente del exterior que es EEUU en términos de medicamentos, especialmente de China. Para pasmo de Trump, el 95% del ibuprofeno que el país importa viene de China.
Aunque algunas exenciones han mitigado el golpe, se espera una caída aún mayor en los próximos datos. La cuestión es que las empresas americanas han empezado a importar de otros países, generando y ampliando otros déficits comerciales. La situación del déficit agregado (no el bilateral con China) no cambia para EEUU, mientras que la del superávit chino se mantiene. ¿Cuál puede ser la clave de la cuestión? Quizá, las empresas americanas están ahora comprando bienes a países más caros o menos eficientes (respecto a China). El déficit comercial se mantiene y encima los bienes que importa EEUU son 'peores' en términos relativos. Esto es una teoría, no una verdad absoluta.
A medio plazo, los analistas prevén una normalización forzada del comercio exterior estadounidense. "Las importaciones harán su mejor imitación del Coyote de los Looney Tunes", advierten con ironía desde Oxford Economics, en referencia al desplome que anticipan para la segunda mitad del año. El exceso de inventario generado por las compras adelantadas podría pesar sobre la actividad industrial y los márgenes empresariales, mientras que otros importadores sufrirán para encontrar proveedores alternativos a precios competitivos. La estrategia arancelaria de Trump, pensada para reequilibrar la balanza comercial, podría terminar lastrando el crecimiento y tensando aún más las cadenas de suministro globales.
Quién llega más fuerte a la mesa
Con este KO técnico en el primer round, la expectación es máximo con la reunión que mantendrán este fin de semana en Suiza las delegaciones encabezadas por el secretario del Tesoro estadounidense, Scott Bessent, y el viceprimer ministro chino, He Lifeng. La esperanza generalizada es que EEUU reduzca los aranceles de tres dígitos a dos. The New York Times ha adelantado en las últimas horas que ese recorte podría ser hasta el 50%. Algunos analistas confían en el ejemplo que puede suponer el preacuerdo comercial alcanzado ayer entre EEUU y Reino Unido, pero la mayoría coincide en que la pugna con China es un caso muy especial. Prueba de esta incertidumbre es que el propio Trump ha sugerido en redes sociales un arancel del 80% justo antes de la reunión de Bessent.
Washington está viendo lo difícil que es implantar su agenda y China está resistiendo de pie el embate, muy apoyada ahora por el último dato de exportaciones. "Aunque por ahora es solo un dato, los números sugieren que, en lugar del embargo de facto que Bessent indicó que representaban los aranceles actuales, los importadores estadounidenses podrían estar pagando los aranceles y seguir comprando productos chinos. De ser así, esto debería fortalecer la posición negociadora de China de cara a las conversaciones comerciales de este fin de semana", apuntan desde ING.
Absolutamente escépticos con las conversaciones son los analistas de Commerzbank, quienes no esperan "resultados significativos a corto plazo. "La experiencia de la Guerra Comercial 1.0 nos sugirió que las negociaciones comerciales probablemente sean un proceso largo y con muchos giros inesperados. Desde la primera visita de Liu He a Washington en febrero de 2018, transcurrieron dos años de concesiones y represalias hasta la firma del acuerdo en enero de 2020", recuerdan desde Julius Baer. "Los elevados aranceles bilaterales actuales y la postura de los funcionarios chinos de 'todo o nada' sobre los aranceles presagian un prolongado proceso de negociación", cierran desde Oxford Economics.