Profesor de Finanzas de ICADE Business School. Universidad Pontificia Comillas

El escritor austrobritánico Stefan Zweig en sus Momentos estelares de la humanidad cuenta en varios relatos cortos los hitos que cambiaron el transcurso del mundo, aquellos momentos que modificaron el rumbo de la Humanidad. Si Zweig hubiera vivido el año 2008 hubiera incluido el 15 de septiembre de ese año entre esas fechas decisivas en la historia contemporánea, un día que significó un importante hito en la transición del mundo industrial al nuevo mundo digital, al igual que ocurrió anteriormente con otros hitos como el 11-S en 2001 o el confinamiento a causa del Covid-19 en 2020.

En los tiempos líquidos que vivimos, el atrevimiento asociado con la ignorancia sumado al miedo y al morbo pueden ser devastadores. Si a esto añadimos Twitter y algún ingente fondo de inversión flexible (Hedge Fund) la combinación puede resultar excesiva, hasta para la conservadora banca suiza.

Es imprescindible para la nación impulsar un Pacto Nacional para la Digitalización. Que vienen curvas este otoño lo ha dicho literalmente hasta Nadia Calviño. El BCE llegó a anunciar la posibilidad de que tuviéramos un escenario apocalíptico en otoño. ¿Nos tenemos que dejar llevar por el pánico? Esta difícil situación contrasta con los 183.800 millones de euros que se están recibiendo desde Europa para que nuestra economía sea más inclusiva, verde y digital.

La última gran guerra de la era industrial se cerró con el bombardeo de Hiroshima y Nagasaki: 2 bombas mataron directamente a más de 130.000 personas. Con posterioridad ha habido grandes conflictos en el sudeste asiático y un gran número de conflictos olvidados y no tan olvidados en diferentes regiones del planeta, todos ellos suficientemente lejos de Occidente como para no sentir suficiente empatía por las innumerables bajas civiles. Entre estas guerras destacan por su celeridad la Operación Tormenta del Desierto o la Guerra de los seis días.

Estamos viajando en el globo digital, un nuevo sistema económico con capacidad de volar. ¿Por qué insistimos en llevar remos en nuestro viaje? Los remos en el mar tienen su función, pero en un espacio tan reducido y delicado como es el aire, el menor riesgo al que nos enfrentamos es el de darnos un golpe en la cabeza. Siguiendo con esta metáfora, la inflación es peor que un remo, ya que representa un dogma de fe para prácticamente todos los economistas.

Los ministros de finanzas y los gobernadores de los bancos centrales del G-20 aprobaron recientemente el histórico acuerdo sobre la fiscalidad de las empresas multinacionales. El acuerdo establece un tipo mínimo del impuesto de sociedades de al menos el 15% a las empresas con una facturación que supere los 750 millones de euros, y sitúa en el foco a todas las compañías que tengan una facturación mundial superior a los 20.000 millones de euros y una rentabilidad (ratio beneficios sobre ingresos) superior al 10%.

La incertidumbre y el esperpento están llegando al límite, y por ello la realidad es cada vez más sencilla: o somos extremadamente cuidadosos o nos va a terminar por estallar todo en la cara. España está en la UCI y, de seguir todo igual, le quedan de vida unos dos años, con suerte tres. Desde el 2013 nuestro sistema financiero está conectado a la respiración artificial del BCE. En el 2020 el país entero entró en parada cardiorrespiratoria, y ha sido necesario aplicar 200.000 millones de euros de electroshock, para evitar el colapso. Estamos vivos gracias al milagro europeo, y lo más grave es que parece que no nos damos cuenta.

Ya se han despejado la mayor parte de las incógnitas que teníamos hace unos meses acerca de los Presupuestos Generales del Estado, lo que nos permite asegurar que 2021 será continuista respecto a este 2020: será un año lleno de sorpresas y sobresaltos. ¿Qué sucederá más allá? También aportaremos luz aquí a esta cuestión.

España está fuera de juego, y todo parece indicar que, tras la incomprensible parálisis política del mes de agosto, una mayoría todavía no es consciente de la gravedad de la situación. Tener pactados unos presupuestos, o los 21.300 millones de euros de la UE para los ERTEs no debería de darnos ninguna tranquilidad si estos presupuestos son insostenibles, la ayuda resulta insuficiente y ni siquiera se están planteando las reformas necesarias.