Juan Fernando Robles
06/11/2015, 23:58
Fri, 06 Nov 2015 23:58:01 +0100
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Cuando los tribunales hacen apaños en lugar de buscar exclusivamente la equidad, la ley y la razón, las sentencias pueden acabar siendo un engendro. Y un engendro parece la doctrina del Tribunal Supremo sobre las cláusulas suelo, pues antes que entrar en el fondo de la cuestión se queda en la superficie y antes que impartir justicia con equidad protegiendo y defendiendo los intereses del público, se apresta a defender los balances bancarios. Todos quieren proteger tanto a la banca que hasta el Lince Ibérico se ha puesto celoso. El Tribunal Supremo no está para evitarle un roto a la banca, impidiendo la retroactividad de la devolución de las cláusulas suelo indebidas, sino para hacer honor a la Justicia. El Gobierno tampoco debe ser tan servil con la banca respaldando tal doctrina. Ya ha sido bastante con el rescate de las cajas y algunos bancos, que es como si rescatara a todos al evitarles los riesgos de sistema, teniendo en cuenta que el Gobierno no ha hecho nada similar por ningún otro sector económico, ni por las pymes ni por los autónomos, que se han dejado a su suerte. La cláusula suelo carga sobre el cliente todos los quebrantos que el riesgo de tipo de interés puede causar en una hipoteca, dejando a la entidad financiera a salvo de unos rendimientos excesivamente bajos para sus aspiraciones de beneficios. Así, impone al cliente un mínimo que incrementa el margen cuanto más baja el tipo, cargando sobre él ese exceso de beneficio que en otra situación no obtendría y privándole del alivio en el coste que en determinados momentos de la larga vida del contrato podría obtener. La libertad de contratación es una cosa, pero en la contratación bancaria, sobre todo con particulares, se da el frecuentísimo caso, y Éste es uno de ellos, de que ambas partes, banco y consumidor, no parten ni de la misma formación ni de la misma información como está reconocido por innumerables sentencias judiciales.