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El BCE corrige defectos del 'QE', pero apenas lo amplía

  • Draghi sólo está ajustando sus estímulos a las condiciones del mercado
  • Europa, atrapada en una 'trampa japonesa' de la que será difícil salir

La política monetaria de Draghi se caracteriza por usar muchas palabras y ser parca en medidas. Así, es fácil defraudar al mercado que espera más de lo que recibe porque no se acostumbra a la lentitud y a la cortedad de acción del BCE. Si el programa de compra de activos, es decir, el QE, se hizo esperar, ahora la ampliación del mismo en parte se deja para el futuro y de esta forma difícilmente provocará efectos en el corto plazo. Lo que se ha hecho son ajustes técnicos por el mal diseño del programa y no una decidida ampliación del mismo y la prueba del algodón es que la bolsa baja y el euro sube, lo que pone de manifiesto que se habían descontado medidas más drásticas.

Encarecer la facilidad de depósito, es decir los depósitos de los bancos en el BCE, es una medida de tipo técnico, ya que los intereses a corto plazo estaban en signo negativo y muchos rozando la facilidad de depósito. Así, un banco en el corto plazo podía optar por depositar el dinero en BCE antes que adquirir cualquier activo a tipo negativo o prestar a tipo negativo a otro banco, razón por la que el -0,20 había dejado de ser un tipo penalizador y entrar en la normalidad. En esas condiciones el BCE no tenía otro remedio que bajarlo aún más que el mercado.

La ampliación del programa durante seis meses más allá de su finalización en septiembre del próximo año es una medida que no tiene gran repercusión en el momento presente. Quizás sea más importante el compromiso de reinversión, que puede ir más allá de esa fecha. Es evidente que cuando vencen los títulos adquiridos en el programa de compra de activos, el BCE recibe la amortización de los mismos, que de esa forma desaparece como dinero en circulación. Comprometerse a reinvertir es mantener el dinero inyectado durante más tiempo, lo que alarga los efectos de la liquidez muy por encima del propio vencimiento del programa. Esta medida sí es importante, porque evita una contracción de la oferta monetaria rápida y consigue que la situación se vaya normalizando más suavemente en el futuro, pero quizás debió de pensarse en el lanzamiento del programa y no ahora.

La compra de bonos regionales y municipales, anunciada ya previamente, tiene por objeto permitir al BCE cumplir con los porcentajes de deuda pública asignados a cada país, que se corresponden con la participación de estos en el capital del BCE. Ante la escasez de algunos títulos en el mercado secundario, como por ejemplo la deuda alemana, no hay más remedio que admitir nuevos títulos para completar más cómodamente los porcentajes asignados.

Las medidas anteriores suponen ajustarse más al mercado o corregir un QE técnicamente mal diseñado, pero no suponen esencialmente satisfacer las expectativas de un verdadero aumento del programa que venga a solucionar el estancamiento de la demanda. Pero no puede aumentarse el QE sin admitir más títulos privados, ya que es posible que con deuda pública está resultando complicado, como decimos, cumplir los porcentajes de compra por países. Más deuda privada supone trufar el balance del BCE de títulos de baja calificación, porque emisores con ratings elevados no hay muchos viniendo de la crisis que venimos. Un banco emisor no puede ser AAA si su balance está lleno de BBB y, además, privados.

Además, se nota la influencia alemana que está incómoda con una política monetaria tan expansiva y que sólo la consiente porque los precios no crecen ni aunque el BCE se comprara todas las mercancías de los escaparates. Parece evidente que los estímulos monetarios no bastan para reactivar una demanda que no termina de repuntar y es verdad que el BCE no lo puede todo, como se está viendo desde el mes de marzo.

Si la política monetaria no surte efecto quizás haya que mirar a otro lado, pues de alguna forma la política fiscal puede no ser la adecuada ni las reformas estructurales permiten desarrollarse a Europa. Vivimos un intervencionismo feroz, con elevadísimos impuestos que, sin embargo, no son capaces de sufragar unos Estados que gastan desaforadamente y viven del permanente endeudamiento. Adicionalmente, tenemos unos mercados rígidos con escasa competencia en utilities y un mercado laboral esclerótico que no permite la incorporación de millones de europeos al empleo.

Bien, Draghi no lo ha hecho ni posiblemente lo hará. Espera que sea Yellen quien le ajuste el tipo de cambio y no quiere molestar a los alemanes. Los políticos me temo que tampoco van a hacer nada ni con la política fiscal ni con las reformas. Así, Europa está en una trampa japonesa de la que puede costarle salir, si sale.

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