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Dudar de la banca es dudar de la economía

La banca europea está convulsa, aunque en la práctica no ha dejado de estarlo desde el comienzo de la crisis, allá por 2008. Son muchas las circunstancias que desde entonces mantienen al sistema financiero de forma casi permanente en el punto de mira y que no han permitido superar las dudas desde entonces.

Si comparamos la respuesta a la crisis bancaria que se da en Estados Unidos y en Europa, desde un primer momento es bien distinta. Mientras que los estadounidenses ya en 2008 han afrontado el problema y establecido soluciones de recapitalización y monetarias, en Europa las respuestas son fragmentadas, el reconocimiento del problema tardío y la política monetaria débil. Así, se parte de un no reconocimiento y se opta por esconder todos los problemas posibles hasta que ya son insoportables, adoptando sólo soluciones in extremis y no por todos los países o todas las instituciones. La Supervisión Bancaria Única curiosamente está desvelando problemas ocultos, como puede ser el de la morosidad en la banca italiana, e incluso me atravería a decir que está obligando a provisionar activos en más de una gran entidad europea que había optado por el modelo de la patada hacia adelante para soslayar deterioros en su balance. Así, pérdidas que no se habían computado antes se estan computando ahora, algunas antiguas y otras que se están produciendo a raíz de la agudizada crisis en Grecia, del desplome del sector petrolífero y de los problemas en países dependientes del oro negro. Por otra parte, la agresiva política monetaria que de forma tardía intenta desencayar la demanda europea está provocando un escenario de tipos de interés que a los bancos les está generando un problema de márgenes y volúmenes, sin que la demanda de crédito en la práctica haya mostrado signos del vigor correspondiente, pues está evolucionando con una lentitud impropia de la expansión monetaria, que está siendo en parte esterilizada por la inestabilidad del mercado financiero inducida por los problemas en China y por el desajuste con la política de la FED. La banca, en este entorno, no termina de incrementar sus márgenes al tiempo que tiene que cumplir unos requerimientos de capital cada día más exigentes, lo que aún drena más su rentablidad, en un negocio que debe desapalancarse para mantener una solvencia que lo sitúe fuera de toda duda. Aun así, no se consigue el objetivo porque lo que falla no es el respaldo de capital, sino las posibilidades de obtener ingresos recurrentes suficientes como para hacerlo rentable y soportar los quebrantos de una actividad que no para de tener que afrontar problemas en su activo. A todo esto hay que añadir los retos tecnológicos y de negocio que afectan a su relación con el cliente, que está cambiando a velocidades vertiginosas, con el riesgo de que actores no bancarios vayan ocupando destacadas posiciones en medios de pago e incluso en la intermediación crediticia. Así, vivimos momentos de un cierto desconcierto en el negocio mismo, porque no está demasiado claro cuál será el camino, que se está recorriendo cada día sin que pueda afirmarse que las iniciativas que se están implementando estén alineadas con lo que los clientes esperan de ellas y con el resultado que se quiere obtener. La solución a todos estos retos no pasa por hacer entidades cada día más grandes que puedan aguantar todo, sino que vendrá cuando el crecimiento sea significativo y se despeje la inestabilidad en los mercados financieros, si es que se despeja. No podemos olvidar que la actividad bancaria está ligada al ciclo y éste no termina de mostrar una vigorosa fase expansiva, única forma de conseguir que los bancos ganen dinero en cantidad suficiente como para ofrecer una rentabilidad adecuada y quedar a salvo de cualquier problema con su activo. El crecimiento es, pues, la clave de todo, pero no es un regalo y menos en un entorno de tanta incertidumbre que hace incluso pensar a alguno en una recesión global que se muestra como una amenaza posible. Los bancos son el reflejo en el que podemos mirar a la economía en su conjunto. Si dudamos de los bancos, estamos dudando del crecimiento, de la actividad empresarial y del empleo. No puede haber solución para el sector bancario mientras Europa no afronte decididamente que debe flexibilizar su mercado laboral, mejorar la cualificación, investigar más y liberalizar más. Poner parches al sector o pedirle tanto capital como para impedir que sea rentable no es más que salvar los trastos. La solución está en afrontar la esclerosis económica europea actuando sobre los fundamentos que nos han llevado a esta situación.

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