Opinión

Victoria pírrica del secesionismo imposible

Mas y Junqueras han conseguido juntos bastante menos que separados y necesitarán para gobernar, como se esperaba, a CUP, que le ha robado la cartera a los de Pablo Iglesias. Aunque esa amalgama de independentistas sistemáticos y antisistema provee un gobierno políticamente imposible, sí les da para poner en marcha las barbaridades ilegales que tienen anunciadas según sus propios criterios.

Es evidente que la matraca de la independencia va a seguir porque ya nos tenían anunciando que así sería y la tozudez demostrada, a pesar de no contar con una mayoría popular que legitime semejante cosa, nos hace temer que podrían adoptarse una serie de decisiones que forzarían al gobierno de España a tomar medidas que, con toda seguridad, traerían nuevas tensiones.

En estas elecciones autonómicas se ha desvirtuado el marco jurídico y de competencias, hasta ahora de palabra, pero todo hace temer, como decimos, que será de hecho. Es un órdago que sitúa al Gobierno del PP en una posición muy incómoda de cara a unas elecciones generales en las que será juzgado por la forma en que encare este desafío, si acaso antes se producen movimientos significativos o entramos en un compás de espera.

Nos jugamos la recuperación económica

Ahora ya no estamos en el escenario de la política ficción y España debe ser gobernada por encima de todo, porque nos estamos jugando la recuperación económica. Podemos entender que a muchos políticos regionales no les importe el bienestar de los españoles y anden en sus ensoñaciones caciquiles y en caprichos presupuestarios no satisfechos, pero el Gobierno tiene la obligación de velar por él.

El problema es si tiene el liderazgo suficiente como para hacerlo y si existe la suficiente sintonía entre PP y PSOE para encontrar una forma no arrojadiza de llevarlo a cabo. Y el problema, también, es qué gobierno saldrá de las urnas en diciembre, qué fuerza tendrá y cómo la ejercerá. Un gobierno débil junto con un escaso consenso sobre esta cuestión abre un escenario de incertidumbre que los dos principales partidos deberían despejar cuanto antes, pero la precampaña que ya comienza seguramente lo hará imposible.

Es una lástima la fractura social que se ha creado en Cataluña y que salpica ya a todo el país. Parece, además, inevitable que se encare una próxima reforma constitucional que introduzca cambios suficientes para estabilizar una situación que está desbordada, pero tal y como están las cosas no parece que el independentismo vaya a conformarse con nada, lo que lleva la situación a un escenario de confrontación sine die.

De esta forma, parece que se va a tener que ejercer la autoridad del Estado con todo su rigor. Si el discurso del cumplimiento de la ley lo creen quienes todo el día lo están invocando, es de suponer que no les temblará la mano a la hora de convertir ese postulado en hechos. Pero cabe la posibilidad, también, de que el barullo en Cataluña por la fragmentación política sea de tal naturaleza que no sean capaces de ponerse de acuerdo en casi nada, lo que conduciría a un callejón sin salida y, previsiblemente, a nuevas elecciones. Y también es posible que de aquí a las generales se mantenga la tensión, pero sin hechos contundentes, hasta ver quién gobierna en Madrid, como apuntamos.

El ascenso de Ciudadanos

Analizándolo con perspectiva nacional, el crecimiento de Ciudadanos marca una tendencia que les beneficia sobremanera de cara a las generales. De igual forma, el descalabro de Pablo Iglesias confirma las predicciones sobre un retroceso a nivel nacional que les acabará arrinconando al lugar que la izquierda radical siempre ha ocupado en España.

Ciudadanos no sólo ha tomado votos del PP, sino que los ha recogido de varias procedencias. Además, le viene muy bien a Cataluña una fuerza emergente en clave nacional que rebaje la tensión y suponga un fuerte contrapeso a la radicalidad nacionalista. Es una esperanza de cara al futuro de una Cataluña más centrada y de una posibilidad de diálogo que ahora no existe. Que sea la segunda fuerza política y con perspectivas al alza es una ventana abierta a la estabilidad y a gobiernos regionales más preocupados por administrar sus competencias adecuadamente que por desbordarlas.

El problema catalán continúa, aunque el independentismo haya demostrado que a pesar de disponer de la propaganda, los recursos y el poder no es capaz de convencer ni a la mitad de los catalanes. En la práctica la jugada les ha salido mal y su resultado es raquítico para sus aspiraciones, pero jamás lo reconocerán.

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