Periodista económico

La pinza entre PSOE y Vox funcionó y el caso Begoña se convirtió en el caso Milei en el Congreso, con el Partido Popular como convidado de piedra y siendo objeto de los ataques arbitrarios y desaforados de uno y otro lado, confirmando una vez más que la tribuna y los votos de Vox trabajan para Pedro Sánchez y el sanchismo.

Escuchando a Pedro Sánchez pregonar que la economías española "va como un cohete" no pude menos que acordarme de El Astronauta, aquella ingeniosa y divertida película con tintes surrealistas de 1970 dirigida por Javier Aguirre y protagonizada por Tony Leblanc en la que un grupo de amigos de Minglanilla, viendo la retransmisión de la llegada del hombre a la luna, deciden hacer un cohete español con la consecuencia de que después del lanzamiento en lugar de llegar a nuestro satélite aterrizan en pleno rodaje de un spaghetti western, en el desierto de Almería.

Aunque no se espera que nadie mueva ficha hasta después de las elecciones europeas del 9 de junio, los distintos aspirantes y sus equipos de campaña ya han empezado a diseñar las estrategias y las bazas a jugar para conseguir la presidencia autonómica de Cataluña y no morir en el intento.

La ministra Yolanda Díaz, que se dice de Trabajo pero que desempeña el cargo con dedicación de fijo discontinuo mientras sigue sin asumir el naufragio de una contrarreforma laboral que en lugar de crear empleo lo que hace es repartirlo, nos sorprende ahora con otras dos ocurrencias, fruto más de la demagogia populista que del conocimiento de la realidad económica y empresarial, y cuya aprobación, si lo consigue, puede acelerar el descalabro de un mercado laboral en caída libre.

Todo está en el aire. Como pronosticaban las encuestas el voto de los catalanes ni resuelve el puzle de la gobernabilidad de una comunidad autónoma en declive, ni aclara las posibles derivadas sobre el apoyos a Sánchez en Madrid y su continuidad al frente del Gobierno del Estado.

Dice el proverbio popular "que los árboles no te impidan ver el bosque". Y mientras el ministro Carlos Cuerpo, que lo es de Economía, y el resto del gobierno, se ufanan del árbol del PIB que con un crecimiento 0,7% en el primer trimestre y del 2,5% en 2023 no ven o no quieren dejarnos ver el bosque de una economía en fase de eso que muchos economistas definen como recesión silenciosa.

Como los protagonistas de la oscarizada película de George Roy Hill, Pedro Sánchez y Carles Puigdemont apuntan a convertirse en dos hombres con un mismo destino.

Desplome de convocatoria -apenas 10.000 personas en Madrid frente a las más de 100.000 que acudían a las de antaño- ministros del Gobierno manifestándose contra ellos mismos y contra su gestión, y peroratas populistas y antidemocráticas. Ese fue el esperpéntico balance de un Primero de Mayo en el que los llamados sindicatos mayoritarios, CCOO y UGT, exhibieron e hicieron gala de su conversión en organizaciones burocráticas al servicio de los partidos políticos y de voceros del sanchismo gobernante.

"El golpe de teatro de Pedro Sánchez". Así encabezaba el prestigioso diario francés Le Figaro su información sobre la dimisión en diferido del presidente español tras la investigación judicial a su mujer, Begoña Gómez, por presunta corrupción en los negocios y tráfico de influencias. Y, efectivamente, durante cinco días hemos asistido a un sainete tragicómico, que podríamos titular como "La función que sale mal", parodiando la excelente y premiada comedia que sigue arrasando en los escenarios españoles. Porque la continuidad de Sánchez, que no ha sorprendido a casi nadie, posiblemente no sea buena para él, pero inexorablemente es mala para España.

Imposibilitado para gobernar, preso de los chantajes de sus socios de la Frankestein y asfixiado por la múltiples denuncias de corrupción que le rodean, desde el caso Koldo a Marruecos, pasando por Begoña y por su hermano, Pedro Sánchez nos sorprendió con otro de sus acostumbrados golpes de efecto para anunciar una dimisión en diferido que parece más una rabieta narcisista o un movimiento tacticista encaminado a buscar adhesiones y provocar un plebiscito sobre su persona, al más puro estilo de los caudillos bananeros que le permita continuar en La Moncloa.