
"El golpe de teatro de Pedro Sánchez". Así encabezaba el prestigioso diario francés Le Figaro su información sobre la dimisión en diferido del presidente español tras la investigación judicial a su mujer, Begoña Gómez, por presunta corrupción en los negocios y tráfico de influencias. Y, efectivamente, durante cinco días hemos asistido a un sainete tragicómico, que podríamos titular como "La función que sale mal", parodiando la excelente y premiada comedia que sigue arrasando en los escenarios españoles. Porque la continuidad de Sánchez, que no ha sorprendido a casi nadie, posiblemente no sea buena para él, pero inexorablemente es mala para España.
A nivel personal su continuidad en La Moncloa deteriora aún más la prácticamente nula credibilidad de su palabra, demuestra a nivel internacional una autocracia narcisista aquí ya conocida, le mantiene preso de los chantajes de sus socios de la Frankestein, prolonga su agonía en una legislatura inviable en la que casi un año transcurrido ha sido incapaz de aprobar una sola ley, y sobre todo, porque le deja expuesto a nuevas investigaciones y denuncias que, muchos apuntan, aún faltan por salir.
Y desde el punto de vista del país este particular "yo sigo" de Sánchez supone asistir a una prolongación del deterioro de las instituciones, el frentismo social, el déficit de calidad democrática, la irrelevancia internacional y, sobre todo, dejar a España en manos de quienes quieren destruirla. De Puigdemont, de ERC y Bildu, que son quienes más celebran la decisión porque sólo Sánchez les garantiza cumplir sus objetivos.
Haciendo gala de una sobreactuación histriónica, Sánchez ha provocado un shock nacional e internacional y ha puesto en el punto de mira de toda la opinión pública y publicada las imputaciones a su mujer, que hasta ahora sólo en España eran objeto de atención, poniendo bajo sospecha la imagen y el prestigio de nuestro país.
Se ha organizado, además, un acto aclamatorio al más puro estilo caudillista y de los dictadores bananeros de América Latina, al que sólo le falto asomarse al balcón en el Palacio de Oriente como ese Franco al que al que siempre utiliza como comodín del público cuando está en apuros.
Ha desencadenado también una crisis política para intentar solucionar sus problemas personales, en lugar de seguir el ejemplo de los estadistas democráticos, como el expresidente socialdemócrata portugués, Antonio Costa, que dimitió sólo por meras sospechas sobre personas de su gobierno y que no le afectaban a él directamente.
Y, para completar el póker ha exacerbado más el frentismo y la división en la sociedad española que ha sido, y es, su única forma de entender y hacer política, ante su incapacidad para la gestión.
Todo ello con el añadido de que la espantada del "rey del drama", como le ha calificado The Economist,- otro que apuntan a la fachosfera- suscita un incremento exponencial de la inestabilidad política y la inseguridad jurídica que tiene graves repercusiones en la economía de un país es que el que ha perdido mayor poder adquisitivo de la UE, con la mayor tasa de paro, el mayor endeudamiento y la mayor desigualdad de Europa, y todo ello con el mayor incremento de la fiscalidad desde que Gobierna Pedro Sánchez apoyado por los Frankestein y en pleno hundimiento de las inversiones extranjeras mientras que la inversión nacional sigue tres puntos por debajo del nivel de 2018 y representa sólo el 19,3% del PIB, casi 3 puntos por debajo de la media de la UE.
Pero con ser todo esto grave, lo peor es lo que empieza a interpretarse de su discurso de continuidad. Un sermón victimista, sin autocrítica, manipulando la verdad, en el que sólo habló de sus intereses personales y, para nada, de los intereses de España, ni de los problemas y preocupaciones de los españoles que ni le ocupan ni le afectan, Y una homilía manifiestamente peronista con llamadas a la movilización que abre serias dudas acerca de que la Justicia, la división de poderes, la libertad de prensa, el derecho a una información libre, veraz e independiente y, en definitiva, la democracia y el Estado de Derecho en España pueden estar en peligro de extinción.