
Escuchando a Pedro Sánchez pregonar que la economías española "va como un cohete" no pude menos que acordarme de El Astronauta, aquella ingeniosa y divertida película con tintes surrealistas de 1970 dirigida por Javier Aguirre y protagonizada por Tony Leblanc en la que un grupo de amigos de Minglanilla, viendo la retransmisión de la llegada del hombre a la luna, deciden hacer un cohete español con la consecuencia de que después del lanzamiento en lugar de llegar a nuestro satélite aterrizan en pleno rodaje de un spaghetti western, en el desierto de Almería.
Porque como recordábamos recientemente aun aceptando como animal de compañía la revisión al alza del PIB español para este año hasta el 2,1% este crecimiento es inferior al 2,3 alcanzado el año pasado y menos de la mitad del 5,8% de 2022. Y analizando un plazo más amplio, nuestro país fue el que más cayó en Europa en 2020, con un desplome del 11,2% del PIB frente al 5,6% de la media europea. Y si miramos la evolución media del PIB entre 2019 y 2023 vemos que en España es de 2,3 puntos, un 50% inferior al 5,6% de media de la UE en el mismo periodo, en el que Portugal alcanzó un 7,8% e Irlanda un 35,4%. Es decir, nos queda mucho camino por recorrer.
Mas preocupante es la evolución de la inversión que sigue tres puntos por debajo del nivel de 2018 y representa sólo el 19,3% del PIB, casi 3 puntos por debajo de la media de la Unión Europea. Con el añadido de una caída del consumo privado afectado por la reversión de las medidas fiscales contra la inflación que provocarán una reducción de la renta disponible de las familias y un incremento de los precios.
España es también el país europeo en el que más ha caído la renta per cápita en paridad de poder adquisitivo, con uno de cada diez hogares que no puede cubrir los gastos esenciales. Hasta el punto de que la renta per cápita de España en 2023 está un 14% por debajo de la media europea, cuando antes de la pandemia era sólo un 9% inferior y el poder de compra de los españoles ha caído en 5,5 puntos entre 2019 y 2023.
Una caída que contrasta con el incremento de renta per cápita en 18 de los 27 países de la UE, incluidos Portugal, con una mejora del 1,3%, e Irlanda alcanza el 23,7%.
Y, mientras, la inflación, se ha vuelto a reactivar, España registró la quinta mayor tasa de inflación de la UE en abril, con un repunte de los precios del 3,4 acumulando una subida superior al 18% desde 2019 provocando que el salario medio haya perdido 615 euros de poder de compra en los dos últimos año, como destaca un reciente informe del Instituto Juan de Mariana. Organismo que constata también como el incremento de la presión fiscal en España entre 2018 y 2022 ha sido de 2,9 puntos sobre el PIB, el segundo mayor ascenso entre los veintisiete estados miembros de la Unión Europea donde apenas ha subido 0,1 puntos. Al tiempo que la carga fiscal sobre los salarios es ya del 40,2%, ocho puntos por encima de la media de la OCDE.
Todo esto con un nuevo récor de deuda pública que supera los 1,57 billones de euros el 107% del PIB, que nos sitúa entre los países más endeudados del mundo y con más de cuatro millones de parados reales, un millón más de los que reconoce el Gobierno que, sin embargo presume de que el ingreso mínimo vital haya llegado ya a 590.000 familias, 130.000 más que un año antes. Es decir de repartir la pobreza sin crear riqueza.
Y por si no fuera suficiente la inversión extranjera cayó el año pasado un 20%, 6.400 millones menos, y las inversiones de las empresas españolas en el exterior se desplomaron en 2023, hasta alcanzar sólo 18.655 millones de euros, un 43% menos que en el año precedente y situándose a niveles de la crisis de 2012.
Pues, si señores del Gobierno, la economía española va como un cohete, pero un cohete que con estos números, estas políticas y estos conductores nos lleva, como a los amigos de Minglanilla, directamente hacia el desierto.