Opinión

Milei y la pinza de los populismos

  • La intervención de Milei en el acto de Vox fue desmedida, esperpéntica y llena de injerencias

La pinza entre PSOE y Vox funcionó y el caso Begoña se convirtió en el caso Milei en el Congreso, con el Partido Popular como convidado de piedra y siendo objeto de los ataques arbitrarios y desaforados de uno y otro lado, confirmando una vez más que la tribuna y los votos de Vox trabajan para Pedro Sánchez y el sanchismo.

Cuando más acorralado estaba Sánchez por las presuntas corrupciones en su gobierno, su partido y su entorno familiar, por el fracaso de las negociaciones sobre Gibraltar, por su brindis al sol en el reconocimiento del Estado palestino, por las desavenencias con sus socios de coalición y por la espada de Damocles de Puigdemont que le pone entre la espada de entregar la cabeza de Salvador Illa y la pared de tener que dar fin a una legislatura agonizante. Cuando más tocado y confundido estaba, Abascal y Vox, con la inestimable colaboración de Javier Milei le vuelven a lanzar el salvavidas de la ultraderecha, el enemigo exterior y la invitación no al patriotismo sino al patrioterismo.

Un patrioterismo falso y amañado con el que intenta movilizar las tripas de incondicionales y recuperarse ante unas elecciones europeas, haciendo un plebiscito sobre su persona al más puro estilo del franquismo, mientras amnistía a golpistas delincuentes, negocia la gobernabilidad de España fuera de nuestras fronteras con un fugado de la justicia y se alía con los herederos de los terroristas de ETA para mantenerse en el poder.

Cierto que la intervención del presidente de la República Argentina en el acto electoral de Vox en Vista Alegre fue esperpéntica, desmedida y plena de injerencias en asuntos internos de España impropias de un jefe de Estado. Pero también lo es que el primero en lanzar la piedra fue su ministro de Transportes, el "bello" Oscar Puente, que tildó a Milei de drogadicto, sin que todavía se haya disculpado. Afrenta que se añade a otras realizadas por el propio Sánchez y otros de los suyos calificándole de fascista o acusándole de tráfico de órganos.

Pero tan disparatada como las palabras de Milei ha sido la reacción del Gobierno español retirando a la embajadora en Buenos Aires y poniendo al borde de la ruptura las relaciones entre dos países hermanos. Sólo por las alusiones a la mujer del presidente del Gobierno que, recordemos, ni es España, ni forma parte del Ejecutivo español ni de ninguna de las instituciones democráticas, y ni siquiera es funcionaria.

Una decisión de extrema gravedad que Sánchez no tomó cuando mandatarios bananeros como los presidentes de México o Venezuela insultaron y descalificaron al jefe del Estado, el rey Felipe VI, que si es España. Entonces prefirió mirar para otro lado, como hace cuando el rey moro de Marruecos cuestiona la españolidad de Ceuta y Melilla. El mismo monarca alauita al que entregó de forma vergonzante la soberanía sobre el Sahara Occidental sin consultar siquiera a esa oposición a la que ahora pide solidaridad con su mujer y patriotismo.

El mismo patriotismo que él y su gobierno olvidan y desdeñan cuando abren una "guerra" absurda con Milei que hace peligrar 18.000 millones de inversión -España es el segundo inversor extranjero en Argentina después de EE UU. Unas exportaciones que en 2023 superaron los 1.150 millones, centenares de puestos de trabajo además de la seguridad del medio millón de españoles que viven actualmente en Argentina y los más de 350.000 argentinos que viven en España.

Pero eso ni les interesas ni les importa. Sólo el honor mancillado de una Begoña Gómez que, por cierto, sigue investigada por la justicia de momento, que nadie ha desmentido ni explicado las cartas y recomendaciones para obtener contratos públicos a empresas afines o relacionadas con su cátedra.

Un conflicto entre países hermanos que sólo responde a los intereses personales de dos caudillos egoístas, radicales y de tono pendenciero -como ha definido Núñez Feijóo al gobierno del sanchismo- para tapar sus miserias y sus graves deficiencias de gestión y con ellos los objetivos electorales de una tercera voz del populismo radical, Vox, que sigue siendo el principal aliado de Sánchez porque ambos se necesitan para sobrevivir. Sin Vox Sánchez no podría rentabilizar su discurso del miedo a la ultraderecha, el único que le mantiene en La Moncloa, y sin Sánchez Vox no existiría. "Los extremos se tocan", que dice sabiamente el refranero.

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