
Como los protagonistas de la oscarizada película de George Roy Hill, Pedro Sánchez y Carles Puigdemont apuntan a convertirse en dos hombres con un mismo destino.
El destino con el que el delincuente prófugo de la Justicia y candidato a la presidencia de la Generalitat no sólo amenaza sino que profetiza: "o presidentes los dos o ninguno". Y conociendo la falta de escrúpulos, el talante y la trayectoria del Sánchez enamorado, Salvador Illa ya puede ir buscándose un sitio al sol de la oposición en Cataluña o como segundo del presunto amnistiado para que su jefe pueda seguir durmiendo en La Moncloa. Eso, sin descartar la carta de una repetición de los comicios.
De hecho Puigdemont ya ha llamado a ERC y a Pere Aragonés a "trabajar codo con codo" para conseguir una mayoría independentista tras las elecciones del 12 de mayo y recuperar la unidad que hizo posible el referéndum unilateral del 1-0, con la esperpéntica colaboración del histriónico Rodríguez Zapatero, convertido en el vocero disparatado y sin medida para que Puigdemont "pueda regresar con todas las garantías". Aunque en este caso la posible consulta sobre la independencia no será unilateral sino que contaría con la autorización, las bendiciones y la colaboración interesada del gobierno del Estado.
Porque nadie en este país, salvo los más cafeteros o los estómagos agradecidos, duda que si ese es el precio que Sánchez deberá pagar por mantener los votos que necesita en el Congreso de los Diputados para agotar una legislatura tan infame como inoperante, lo pagará, sin dudas ni remordimientos.
Y si no ahí está, como muestra, el ejemplo de las elecciones vascas, que a menos de 48 horas de conocerse el resultado el actual inquilino de La Moncloa ya ha empezado a rendir pleitesía y pagar los peajes que le exigen EH Bildu y el PNV para seguir siendo sus socios en la Frankestein, avalando en Consejo de Ministros la indecente Ley de Memoria Democrática de EH Bildu que se olvida de las víctima de ETA, además de rubricar la expulsión de la Guardia Civil de Navarra.
Y esto es sólo el principio porque, tanto EH Bildu, al que Sánchez ya entregó la alcaldía de Pamplona, como PNV no van a perder la oportunidad de aprovechar la debilidad del Gobierno del Estado y del sanchismo para conseguir sus objetivos, entre los que ya parece existe un compromiso no escrito para continuar con las excarcelaciones de presos de la banda terrorista o la elaboración de un nuevo estatuto soberanista para el País Vaco. Y tampoco puede pasar desapercibido que el partido socialista de Eneko Andueza y Pedro Sánchez lleva en su programa el desarrollo pleno del Estatuto de Gernika, con el traspaso de competencias como la gestión económica de la Seguridad Social, en cumplimiento de los acuerdos a que llegaron PSOE y PNV para investir a Sánchez. lo que en el caso de la cesión rompería la unidad del sistema vulnerando el principio constitucional de igualdad entre los españoles.
Claro que a la vista de las informaciones que vamos conociendo, cada más graves y con mayores implicaciones, sobre el caso Koldo (que también lo es de Ábalos, Illa y el PSOE), las diligencias abiertas por un juzgado de Madrid contra Begoña Gómez, la mujer del presidente, por tráfico de influencias y corrupción en los negocios, la residencia fiscal del hermano de Sánchez en Portugal al que Hacienda fabricó un traje a medida, y lo que pueda salir del teléfono del propio jefe del gobierno y de los ministros Robles y Marlaska, tras la reapertura de las investigaciones del espionaje de Pegasus en la Audiencia Nacional, a lo mejor Sánchez y Puigdemont pueden compartir también destino en Waterloo. Puestos a suponer…