Opinión

Crónica de una dimisión en diferido

El presidente Pedro Sánchez

Imposibilitado para gobernar, preso de los chantajes de sus socios de la Frankestein y asfixiado por la múltiples denuncias de corrupción que le rodean, desde el caso Koldo a Marruecos, pasando por Begoña y por su hermano, Pedro Sánchez nos sorprendió con otro de sus acostumbrados golpes de efecto para anunciar una dimisión en diferido que parece más una rabieta narcisista o un movimiento tacticista encaminado a buscar adhesiones y provocar un plebiscito sobre su persona, al más puro estilo de los caudillos bananeros que le permita continuar en La Moncloa.

Si de verdad tuviera pensado dimitir lo lógico y lo democrático sería anunciarlo en convocatoria pública o en el Congreso y previa comunicación al Jefe del Estado, y no mediante una carta en redes sociales redactada en clave victimista y plena de ataques, exabruptos y amenazas a la oposición democrática y a los medios de comunicación. Una misiva en la que vuelve a anteponer sus intereses personales a los del país al que debería servir pero del que se sirve, en lugar de dar las explicaciones necesarias sobre los asuntos que afectan a su entorno personal, político y familiar.

Pero siendo muchas y comprometidas las imputaciones que le están acorralando, y entendiendo el desaliento personal ante las diligencias abiertas por un juzgado de Madrid contra su mujer por tráfico de influencias y corrupción en los negocios, probablemente el asunto más grave que aqueja a Pedro Sánchez y por el que haya pedido cinco días de reflexión en espera de acontecimientos tiene un nombre, Pegasus; y una causa, el espionaje a su teléfono móvil y al de sus ministros de Defensa y de Interior, Margarita Robles y Marlaska.

Un espionaje en el que todas las pistas apuntan a Marruecos, pero no debemos olvidar que el reino magrebí es socio preferente de Israel y Washington en detrimento de España, que las relaciones de defensa entre ambos países están desarrollándose muy rápido y que Israel es ya el tercer suministrador de armas de Marruecos, además de la sede de la empresa que desarrolla y suministra el sistema Pegasus. Que fue a raíz de desvelar el espionaje al teléfono del Presidente cuando Sánchez dio, de forma unilateral, un giro sorprendente y radical en la política exterior de España reconociendo la soberanía marroquí sobre el Sahara Occidental, y que en los últimos meses Sánchez se ha convertido en el primer propagandística y defensor de los terroristas de Hamás y del reconocimiento del Estado Palestino, además de mostrar actitudes y actuaciones claramente antisemitas.

Y tampoco es baladí el hecho de que la reapertura del caso Pegasus en España, anunciada por el Poder Judicial a consecuencia de informaciones recibidas desde Francia a raíz de las investigaciones de la Agencia Nacional Francesa de Seguridad de los Sistemas de Información (ANSSI), dependiente el primer ministro galo, Emmanuel Macron, que ha sido el único en criticar abiertamente la gira, tan inútil como decepcionante, de Sánchez por Europa para urgir el reconocimiento de Palestina, incluido el papelón del ministro Albares en la ONU. Cómo hemos repetido en diversas ocasiones, ¿qué sabrán Netanyahu y el rey moro de las actividades de nuestro jefe gobierno y de su entorno más cercano, tras el espionaje de Pegasus a su teléfono móvil y que desde Moncloa ni quieren, ni saben, ni pueden aclarar?

Sea como fuere, y a la espera de saber si el lunes Sánchez confirma si se va, si convoca elecciones o si se somete a una moción de confianza como le ha recomendado Puigdemont que sin Pedro peligra su amnistía, la forma del anuncio y el fondo de la carta apuntan más, de momento, a una maniobra similar a la que realizó tras su defenestración como secretario general del PSOE y a una estratagema más de su Manual de Resistencia. Esperar y ver que diría el clásico.

WhatsAppFacebookFacebookTwitterTwitterLinkedinLinkedinBeloudBeloudBluesky