Director adjunto de elEconomista. Asesor del Fondo Tressis Cartera Eco30. Promotor del Eco10 y Eco30 Stoxx

Lo más incomprensible del comienzo de año está siendo que con las ventas a tropel de renta fija, al diluirse las expectativas de bajadas de tipos, la renta variable esté aguantando sin inmutarse y ni siquiera incurre en pérdidas en el año. Que el bono estadounidense hubiese alcanzado el 4,75%, cuando en diciembre había rozado el 4,1%, para la bolsa debería haberse traducido en un retroceso de al menos un 5%; al igual que si se fuera al 5%, mínimo un 10%. El T-Note llegó el miércoles al 4,8%, pero tras anunciarse el dato de inflación previsto –sin ningún susto, con una subida de cuatro décimas, pero que permitía mantener la tasa interanual en el 2,9%–, se produjo una relajación del principal activo de inversión del mundo hasta el 4,6%.

Tras los cierres de año hay que hacer balance. Operación que en realidad sólo tiene como objetivo cuantificar el grado de cumplimiento del presupuesto. Esta última sí que es la palabra mayor, porque como dice una de las definiciones de la RAE, es el "motivo, causa o pretexto con que se ejecuta algo". El presupuesto con el que nació la Cartera Eco30 de elEconomista.es era el de duplicar cada euro invertido a lo largo de una década, y, para lograrlo, el reto era alcanzar un 7% de rentabilidad anualizada.

Para la prensa lo que sucede en el nuevo mundo de las inversiones es la mayor de las oportunidades. Me han tenido casi que hacer una lobotomía para que me adentre en el mundo de las criptomonedas y, después de dos meses en los que casi he duplicado el ridículo dinero que he puesto en juego, tengo en cartera porciones residuales de 50 activos -por si alguno se dispara miles por cientos-, y ya puedo sacar alguna conclusión.

La probabilidad de que alguien lanzando dardos sobre las páginas de un periódico, como si fuese una diana, para seleccionar títulos con los que batir a los mejores del mercado a largo plazo es la misma que pensar que un huracán arrasase una chatarrería y con todo lo cogido ensamblase en el aire un Boeing 747 dispuesto para despegar.

En los mercados, más del 90% del comportamiento de un título se explica por la evolución de sus beneficios. Por eso creo que la brújula que hay que seguir si se está en bolsa son las ganancias de las compañías, porque son las que apuntan hacia el Norte, al igual que la aguja magnetizada tiende a colocarse paralela a la dirección del campo magnético del planeta.

Con apenas diez sesiones de mercado por delante para cerrar el año y ya haciendo balance de lo que ha sido 2024, el resumen es que el ejercicio ha desbordado las previsiones. Si el éxito es la diferencia entre expectativas y resultados, el año lo ha sido. El presupuesto de 2024 para una cartera equilibrada, mitad renta variable, mitad renta fija, se construía en torno a un 5,5%. Porcentaje que se descomponía del 3% que debía generar la deuda y el 8% de la bolsa, detraído este último de la inversa del PER (veces que el beneficio está recogido en el precio de la acción) de la bolsa europea.

Si hay un producto de inversión fácil de construir hoy para los responsables de las gestoras, que genera rentabilidad y muy pocos problemas con el cliente, es un fondo de renta fija de escasa duración, de no más de dos años, esencialmente llamado fondo objetivo (nunca garantizado). Incluso con algo más de permanencia para retener al cliente, con un 2%-2,5% de expectativa de rentabilidad. "Hay que sacar este tipo de fondos como churros", me decía el responsable de una gestora de gran tamaño del mercado español.

El mundo de la inversión tenía un producto idóneo que hoy está condenado al ostracismo por la mala ejecución política del actual gobernador del Banco de España en su etapa como responsable de Seguridad Social, José Luis Escrivá, y la paupérrima rentabilidad histórica generada por la industria: el plan de pensiones.

Seguramente estamos asistiendo a una de las mayores asimetrías de mercado que se hayan podido vivir con la asignación de capital entre los valores de pequeña capitalización y los más grandes, porque, acertadamente en un principio, son los que mayor crecimiento tienen. Lo que hace algunos meses pudo haber sido un círculo virtuoso porque el dinero se ha llevado con lógica a lo mejor de la economía mundial, puede empezar a convertirse en un círculo vicioso. Esencialmente, si no se cumplen las fuertes expectativas de crecimiento sobre las mastodónticas ganancias que se esperan de las Siete Magníficas, algo que por ahora está lejos de suceder después de que estas compañías terminan el tercer trimestre del ejercicio mejorando un 32% interanual de media sus beneficios, por encima de las previsiones. Tesla, Alphabet, Apple, Amazon, Microsoft, Meta y Nvidia alcanzarán este año un resultado conjunto de medio billón de dólares. Y meterán otros cien mil millones de beneficio más al año los próximos ejercicios.

Lo que hace un par de semanas vaticinaba como pasar una cuarentena para confirmar un buen año de mercado puede acabar en exuberancia de cierre de 2024, con rally de Navidad incluido. La encuesta mensual a gestores de fondos de Bank of America, tras la victoria de Donald Trump, ha mejorado las expectativas de crecimiento económico, y no sólo en Estados Unidos, sino también en la economía global. Del aterrizaje suave parece que el mercado quiere vislumbrar un aumento de los PIB aceptable. Pese al incremento de la inflación, los gestores vuelven a inclinar sus carteras hacia el mercado estadounidense, y apuntan como los principales beneficiados serán la bolsa del país, especialmente las pequeñas capitalizadas, y el dólar.