Las promesas del entrante canciller alemán, Olaf Scholz, no serán gratis. El socialdemócrata venció en unas reñidas elecciones con un plan de gasto que ahora tendrá dificultades para hacer realidad. Su ministro de Finanzas, el liberal Christian Lindner, ha puesto una línea roja clara: no tocar el mecanismo del freno de deuda alemán. Esta herramienta, consagrada en la Constitución alemana, impide disparar la deuda del país a través del gasto político.