Colaboradora política de elEconomista
ENTREVISTA

Es el encargado de potenciar mediáticamente al nuevo PP. Un hombre de confianza de Pablo Casado, en cuyas manos ha dejado la responsabilidad de dar la vuelta a la imagen a un partido lastrado por los pasados casos de corrupción y la perdida a borbotones de votos en las últimas elecciones generales. Sabe que no lo tendrá fácil, pero ni se arruga ni mucho menos pretende tirar la toalla. Pablo Montesinos ha pasado en un tiempo récord de ejercer su profesión de periodista -encargado desde 2008 de la cobertura informativa sobre el PP para Libertad Digital, además de ser una de las caras reconocibles en las tertulias televisivas- al compromiso político, convirtiéndose en uno de los líderes pata negra de la calle Génova 13. Pero no se arrepiente. Tal vez por eso, cuando le preguntas qué tal se siente, suelta una carcajada y admite que su decisión tiene mucho que ver con su concepto de país y con los valores de Igualdad y Justicia que engrandecen España.

Bienestar y salud

Reconozco que soy una persona escéptica a muchos de los reclamos que se ponen de moda. Es difícil que yo me deje arrastrar por los gustos del último minuto, especialmente cuando de mi tiempo de ocio se trata.

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Quienes la conocen bien la definen como un persona comprometida, seria y responsable, cercana al ciudadano de a pie y curtida en mil batallas frente a los independentistas de Bildu, contra quienes ha bregado en el Parlamento de Navarra en la última legislatura. Puede que en su fortaleza frente a adversarios duros ha estado el secreto de su éxito para que Pablo Casado la acabe de designar vicesecretaria de organización, número tres del partido y encargada de cuidar y movilizar la maquinaria de la calle Génova.

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Es la cara y la voz de Compromís en el Congreso, un valencianista convencido que tomó su bautismo dé fe en política como militante del Bloc Nacionalista Valencià y ha sido casi todo lo que se puede ser en la cosa pública desde concejal a alcalde, hasta Diputado nacional en las últimas legislaturas. Cuando a Joan Baldoví i Roda (Sueca, Valencia 1958), le preguntas, a bocajarro, como se siente al ser reiteradamente, según las últimas encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), el político mejor valorado, no solo de su tierra (Valencia) sino de España, habla de cercanía y humildad y dice que eso le da "un plus de responsabilidad ante sus electores". Afirma que es muy posible que el secreto de su éxito esté en huir de los estereotipos y en buscar alternativas dialogando. Tal vez por eso lamenta profundamente que la falta de consensos haya desembocado en la investidura fallida de Pedro Sánchez y califica de "gravísimo error" que el debate haya quedado reducido sólo a un reparto de ministerios. Es un hombre afable y cordial, muy correcto y educado en las formas, pero implacable en el fondo que huye de hacer gestos solo de cara a la galería.

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Es, sin duda, junto a Pablo Casado, la cara más conocida del nuevo PP. Desde la Secretaría General del partido maneja las claves y estrategias en tiempos revueltos de elecciones y pactos. Pasó en un plis-plas de ser un ingeniero de telecomunicaciones -doctor por la Universidad Politécnica de Cartagena y experto en el procesado de señal cerebral y en las redes inalámbricas- a concejal, diputado y número dos del partido. Se maneja por la sede de la calle Génova y la Carrera de San Jerónimo como pez en el agua. Teodoro García Egea (Cieza, 1985) tiene un discurso de centro-derecha sosegado y tranquilo, sin estridencias pero defendiendo con pasión las señas de identidad del PP. Dice que Pablo Casado no quiere ser el líder de la oposición sino el presidente del Gobierno de España y que, aunque no desean una convocatoria electoral y Pedro Sánchez pretenda mantenerse en el Gobierno a toda costa, el PP está listo para ganarla. Califica la investidura como un espectáculo bochornoso donde "solo hemos asistido a una pelea de sillones" e insiste en que la abstención "habría sido un suicidio político".

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Hablando con Julio Anguita (Fuengirola, 1941) se tiene la sensación de que no pasa el tiempo por él. Salvo porque peina más canas en sus sienes y porque se empeña en recordar que sus mañanas de jubilado comienzan a las 7:30 am haciendo ejercicio, "principalmente natación", o jugando al mus, que ha convertido la siesta en un rito casi sagrado o que, en breve, se va a operar de cataratas. Es el mismo activista de siempre que contagia su pasión y entrega por la cosa pública. Es difícil creer que se retiró de la primera línea política en 1999, y aunque admite que el proyecto político que lideró y dejó en un momento álgido no ha parado de languidecer, jamás en todos estos años ha bajado la guardia ni ha pensado en tirar la toalla. Escribe artículos, da conferencias, publica libros o pone en pie de combate al personal de Unidas Podemos con su apelación a lo que fue desde siempre su lema político: "Programa, programa, programa". Cuando la periodista hace un paralelismo entre aquella noche en vela de 1986 en la que el Califa rojo dio el salto de su Córdoba natal a Madrid para asumir la secretaria general del PCE y la coordinación de IU y lo que ahora ocurre con Pablo Iglesias y el PSOE disecciona con precisión los graves errores que se cometieron antaño con la división de la izquierda y que ahora se repiten. Dice que Podemos debe estar en el Gobierno "porque si son necesarios para gobernar deben hacerlo", pero dice que antes que el Gobierno está el programa. Cree que Sánchez no es libre para decidir y por eso no quiere testigos incómodos sentados en el Consejo de Ministros. Afirma que PP, Cs y Vox son como la Santísima Trinidad , que Vox no es un partido fascista y que se le está usando para asustar. Es un volcán ideológico en erupción, un hombre de izquierdas en estado puro, de principios firmes, que no sabe lo que es el miedo en política y no tiene pelos en la lengua.

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Cuando le dices, abiertamente, que algunos ya le llaman "el nuevo Álvarez del Manzano del PP", sonríe, reconoce la buena gestión de su antecesor, y afirma, sin más, que los nuevos tiempos exigen un perfil diferente como el suyo. Es consciente de la responsabilidad de gobernar la joya de la Corona, y aunque la anterior legislatura se convirtió en el azote de Carmena y se conoce al dedillo su nueva responsabilidad, sabe que no lo va a tener fácil " porque la izquierda radical, cuando pierde, calienta la calle", señala. En su despacho de Cibeles, donde acaba de instalarse, ya hay una actividad frenética y algunos elementos personales de decoración donde destaca su foto con la camiseta del Atlético de Madrid -"soy colchonero hasta la médula y eso no hay cargo que lo cambie"- dice, soltando una carcajada y poniendo en valor el gran talante de los hinchas de su equipo. José Luis Martínez-Almeida (Madrid, 1975), licenciado en Derecho por la Universidad Pontificia de Comillas (ICAI-ICADE) y abogado del Estado desde 2001 es uno de los hombres pata negra de Pablo Casado, que le incluyó en el Comité Nacional del partido nada más aterrizar en la Presidencia. Tiene un discurso de centroderecha de libro y una forma de ser y estar en política amable y campechana, pegada al terreno y en contacto permanente con los ciudadanos. Tal vez por eso dice que le quita el sueño la movilidad, la sostenibilidad, la vivienda y la convivencia. Denuncia duramente el,proceso de degradación, la suciedad y los comportamientos antisociales como el de los okupas que se han permitido en la anterior legislatura. Niega que haya engañado a Vox y cree que Cs será un buen compañero de viaje. Cree que en la Comunidad de Madrid y en Murcia habrá pacto de derechas y no augura una repetición de elecciones.

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Si entras en su Twitter, en los últimos días no hay tema de actualidad que no le merezca un comentario. "Esa sonrisa atraviesa el alma (...). Madrid tiene que convertirse en la cuna de la investigación y la innovación", decía sobre el primer niño que ha aprendido a nadar con un exoesqueleto. "Se cumplen 22 años de la liberación de Ortega Lara, secuestrado por ETA 532 días. Ni olvido ni perdón". A Ignacio Aguado (Madrid, 1983), candidato a vicepresidente del Gobierno de Madrid -si hay un acuerdo de centroderecha- no se le cae de la boca la expresión "socio preferente" refiriéndose al PP y niega que Vox pueda entrar en la coalición. Él podría ser, con solo echar un vistazo a su currículum, la antítesis del político al uso donde el plagio está tan extendido. Llegó a estudiar simultáneamente tres carreras, licenciándose en Derecho y Administración y Dirección de Empresas por la Universidad Pontificia Comillas (2001-2007) y en Ciencias Políticas y de la Administración (2004-2009) por la Autónoma de Madrid. Posteriormente hizo un máster en negocio energético y desarrolló su carrera profesional en un despacho de abogados en Liverpool y en Unión Fenosa, hasta que aterrizó en Ciudadanos como afiliado en 2013. Tiene una actividad frenética, casi imposible para el común de los mortales, y desde que se celebraron las municipales y autonómicas participa en una media de tres reuniones al día con el equipo de negociación del PP y acude a dos comparecencias en los medios de comunicación, lo que hace prácticamente imposible encontrar un hueco en su hipersaturada agenda. Aun así, durante la entrevista no hay preguntas sin respuesta, ni temas tabú. Dice que la repetición de elecciones a nivel autonómico está en el tejado de Abascal y que una nueva cita con las urnas a nivel nacional sería un gran fracaso de la política. Afirma que Pedro Sánchez no es de fiar, le pide que deje de marear la perdiz y califica a de vergonzosa la paralización del Congreso por los intereses partidistas del PSOE. Señala que un Gobierno de Podemos con los socialistas sería muy perjudicial para nuestro país y niega, eso sí, que su partido esté en crisis, pese a los sonados portazos.

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Cuando le preguntas si, con su partido en Moncloa, le va a dar un cheque en blanco a Pedro Sánchez y si tiene el alma dividida en dos por su condicion de sindicalista y militante del PSOE desde hace más de 40 años, reacciona rápido: "Yo le voy a dar al presidente mi apoyo, pero la UGT no va a bajar su nivel de exigencia", y añade que el PSOE y Podemos "deben dejarse de puñetas y apostar por un Gobierno de izquierdas". Haber liderado durante un cuarto de siglo la UGT catalana, y llevar afiliado al sindicato socialista desde 1975 le han curtido en batallas laborales de todo tipo y no está dispuesto a bajar la guardia " Sin la derogación de la reforma laboral no habrá nuevo Estatuto de los Trabajadores". A Jose María Álvarez (Belmonte de Miranda, Asturias, 1956) en su entorno le llaman Pepe, haciendo honor a su fama de campechano y sencillo, con un discurso de sindicalista en estado puro, sin ninguna concesión a la galería, pragmático y resolutivo. Es la cara y la voz de la UGT, lidera uno de los dos sindicatos más importantes de España y ha conseguido en tiempo récord lo que parecía casi imposible: elevar la afiliación, en descenso desde hacía años. La entrevista se celebra horas después de que Pablo Iglesias se reuniera con los sindicatos, pidiendo su apoyo para conformar un Gobierno de coalición y él se muestra esperanzado: "Sería una barbaridad ir a una repetición de elecciones por falta de acuerdo de la izquierda". Dice que Magdalena Valerio está haciendo una buena gestión, pero es inmisericorde con la ministra de Economía: "Es un error pensar que tiene que sonreír a los poderosos".

diputado de ciudadanos

Cuando le preguntas, a bocajarro, qué hace un hombre como él -que ha llegado a ser el gurú de la imagen global del marketing de Coca-Cola y el número dos de la compañía a nivel mundial- metido en la batalla política y como diputado raso, dice, sin más, que intentar hacer cosas "que sean buenas para nuestro país".