A pesar de todo el cine que lleva uno a cuestas, sigue habiendo ciertas películas de las que a priori apenas esperas nada y te sorprenden. Es el caso de The Last Showgirl, un film con una estructura pequeña que se va haciendo grande en su narración, dejándote un poso de amargura y reflexión que te hace volver una y otra vez a sus imágenes. Ese pequeño milagro se debe en gran parte a la actuación inmensa de Pamela Anderson, una de las sex symbol más importantes de los 90 que subió a los altares por su interpretación, mejor dicho, por su presencia, en la serie Los vigilantes de la playa.