
Cumple 95 años el último de los grandes iconos del cine pero Clint Eastwood no se retira. Sin Almería, quizá Clint Eastwood no habría sido más que un nombre entre miles en las listas de reparto de serie B (no nos olvidemos de los inmensos Lee Van Cleef y Eli Wallach). Pero el polvo seco del desierto de Tabernas, moldeado por los planos dilatados de Sergio Leone y las notas agónicas de Ennio Morricone, fue la fragua donde el acero del mito comenzó a tomar forma. Aquel joven con la mirada afilada y el cigarro mordido entre los dientes se convirtió en el Hombre sin Nombre.
Y a partir de ahí, en todo lo demás. Eastwood cumple 95 años este 31 de mayo. Y si uno lo imagina soplando las velas, no es difícil imaginar que lo haría en silencio, con una media sonrisa torcida y los ojos entrecerrados, como si apuntara a la muerte con la serenidad del que ya le ha ganado demasiadas partidas. Su infancia fue una larga cabalgata por los restos del crack del 29. La familia Eastwood, golpeada por la pobreza, cambió de ciudad tantas veces que Clint llegó a ir a casi una veintena de colegios. En ese vaivén se refugiaba en las historias del Oeste, donde todo era claro: el bien, el mal, y el disparo que lo resolvía todo. Esa ética ruda y a la vez honesta acabó impregnando su cine, poblado por personajes solitarios que solo encuentran redención a través del sacrificio.
Fue padre joven, casi adolescente, y marido a medias. Laurie, su primera hija, nació de un amor furtivo y fue dada en adopción. Tardó tres décadas en conocer a su padre. El retrato de Eastwood como patriarca es más propio de una saga bíblica desordenada: ocho hijos reconocidos, varias relaciones simultáneas, amantes de paso y esposas de largo recorrido. Maggie Johnson fue la primera, madre de Kyle y Alison. Pero no la única.
El director de Sin perdón (1992) vivió durante casi dos décadas un romance tan tormentoso como cinematográfico con Sondra Locke, con quien rodó varias películas y protagonizó una historia digna de Faulkner: abortos inducidos, operaciones quirúrgicas pactadas y un proceso judicial amargo tras la ruptura. Mientras tanto, Eastwood tenía dos hijos más con la azafata Jacelyn Reeves, en el más absoluto secreto.

El cine fue su redención. Y su venganza. En Sin perdón, revisó el mito del western con una brutal ternura: la violencia, decía, deja cicatrices profundas, incluso a los que disparan. Con esta película ganó el respeto que antes se le negaba y los cuatro Oscar que le pusieron en la cima del cine: mejor director, película, actor de reparto (Gene Hackman) y montaje. Después vendrían otros títulos inolvidables: Los puentes de Madison (1995), donde el amor y el deber chocan como dos trenes en cámara lenta, y Million Dollar Baby (2004), un canto a la dignidad en la derrota.
Eastwood no solo dirigía: producía, actuaba, componía música y, en ocasiones, incluso limpiaba el polvo del plató con la misma disciplina de un viejo vaquero que aún madruga aunque ya no tenga ganado. Fundó Malpaso Productions en 1967 y desde entonces ha sido amo y señor de su obra. En política también cabalgó por terrenos poco comunes. Fue alcalde de Carmel-by-the-Sea entre 1986 y 1988. Prometió caminos, biblioteca y libertad para vender helados en la calle. Cumplió todo. No robó ni una piedra y acabó comprando propiedades por su cuenta, como cualquier vecino más. En ese mismo pueblo conoció a su segunda esposa, Dina Ruiz, madre de su hija menor, Morgan. Pero antes y después, Eastwood siguió siendo Clint: tuvo a Francesca con la actriz Frances Fisher y su última pareja, Christina Sandera, murió en 2024 tras diez años juntos. A ella le dedicó palabras pocas pero hondas: "Era una persona maravillosa. La echaré mucho de menos".

Hoy, con 95 años, sigue en Carmel, en su rancho de Teháma, un edén sostenido entre colinas donde se respira el viento de las películas que no ha rodado todavía. A veces aparece por The Mission Ranch, toma una cerveza, charla con algún vecino. Camina lento, pero no parece vencido. "No pienso retirarme", ha dicho más de una vez. "Envejecer puede ser divertido si uno se relaja y lo disfruta". Como un viejo samurái que ya no blande la espada, pero cuya sola presencia impone silencio, Clint Eastwood vive su propio epílogo. El cine, como la vida, le debe un western más. Y él, como siempre, llega puntual. Con paso firme. Sin pedir permiso. Eastwood no se va a retirar por un puñado de años.
Una figura esencial en la historia del cine
Clint Eastwood es una figura esencial en la historia del cine. Su influencia va más allá de sus logros individuales: ha sabido construir una carrera coherente, diversa y profundamente influyente. El homenaje que le brinda TCM celebra su pasado pero también el legado que continúa dejando en cada nueva generación de cinéfilos. Actor, director y productor con casi siete décadas de trayectoria, el cineasta estadounidense es el homenajeado del canal TCM con una programación especial que reúne algunas de sus películas más emblemáticas. La cadena oferta un ciclo cuidadosamente diseñado para celebrar su prolífica y exitosa carrera. Se trata de una oportunidad única para repasar las distintas facetas de un hombre que ha marcado la historia del cine y que, a día de hoy, continúa siendo un referente de talento, constancia y carácter.

Una trayectoria única en el cine mundial
Eastwood no es solo un actor reconocido: es el último gran clásico del cine norteamericano. A lo largo de su carrera ha acumulado un palmarés envidiable, con cuatro premios Oscar (dos como director y dos como productor), siete nominaciones adicionales a los premios de la Academia y cinco Globos de Oro. Su influencia trasciende generaciones, géneros y fronteras.
En este contexto, TCM ha decidido rendirle tributo a la altura de su figura. La programación arrancó este lunes con la emisión de dos wésterns que definen su estilo inconfundible: Infierno de cobardes (1973) y El jinete pálido (1985), esta última considerada una reinvención moderna del clásico Raíces profundas (1953).
Tenemos disponibles Joe Kidd (1972), un wéstern en el que comparte pantalla con Robert Duvall, Medianoche en el jardín del bien y del mal (1997), thriller dirigido por Eastwood y protagonizado por Kevin Spacey y John Cusack. También está Escalofrío en la noche (1971), su ópera prima detrás de las cámaras, y Mystic River (2003), una de sus obras más aclamadas, basada en la novela de Dennis Lehane y ganadora de dos premios Oscar. Están disponibles Licencia para matar (1975), El principiante (1990), Dos mulas y una mujer (1970) y Space Cowboys (2000), demostrando su versatilidad y su capacidad para reinventarse sin renunciar a su identidad cinematográfica.

Sábado 31 de mayo: el gran día
Este sábado 31 de mayo, fecha en la que Clint Eastwood celebrar sus 95 años, TCM ha preparado una auténtica maratón cinematográfica con siete de sus títulos más representativos, que se emiten sin interrupciones desde la mañana hasta la medianoche. La programación comienza a las 10:30 con Primavera en otoño (1973), seguida de La jungla humana (1968), J. Edgar (2011), Deuda de sangre (2002), Por un puñado de dólares (1964), Invictus (2009) y El desafío de las águilas (1969). Con esta selección, el canal ofrece un recorrido completo por su evolución como actor y director, desde sus inicios en los años 60 hasta producciones más recientes.
Cinco de estas películas pertenecen al siglo XX, y dos al XXI, demostrando así el alcance y la longevidad de su carrera. Cada una representa una faceta distinta de su talento: el Eastwood rudo del spaguetti western, el cineasta sensible de dramas políticos y el actor comprometido en historias de redención y justicia. Un homenaje a la altura de una leyenda