La UE lleva inmersa desde el arranque de la guerra de Ucrania en una carrera a contrarreloj por aminorar su dependencia de Rusia. En virtud de esta misión, el grupo ha realizado uno de los mayores virajes de la historia, totalmente cargado de sacrificios, al pasar de que el 45% del gas que compraba viniera del país euroasiático a reducirlo al 15% en solo dos años. Por el camino, la industria europea ha sufrido un rejonazo en su rentabilidad y ha tenido que acudir para abastecerse a pedidos de GNL de EEUU o Catar, mucho más caros.