
La deuda pública ha sido históricamente una herramienta esencial de política económica (aumenta a través de déficits para estimular la economía y se reduce en épocas de bonanza), pero su acumulación descontrolada puede convertirse en una bomba de relojería, especialmente cuando afecta a países con un papel determinante en la economía global. Sin embargo, recientemente la elevada carga y eventos de tensión en el mercado han hecho preguntarse hasta qué punto pueden ser sostenibles los niveles actuales. La duda es dónde es más preocupante esta situación y en qué lugar puede emerger la próxima 'crisis'. El problema de realizar un vaticinio certero es que los candidatos son muchos y no paran de llamar a la puerta. En este contexto, países como Italia, España, Francia, Estados Unidos o Japón se perfilan como focos de riesgo potencial, no solo por el volumen de deuda, sino por su peso en la estabilidad financiera internacional.
Estados Unidos, con una deuda del 120,8% del PIB, representa el mayor riesgo global por el simple hecho de que su moneda, el dólar, es el principal activo de reserva del mundo. Su deuda supera los 34 billones de dólares, y el ritmo de emisión es vertiginoso. Aunque se beneficia de una demanda estructural por su deuda soberana, el aumento de los tipos de interés y la fragmentación geopolítica podrían socavar esa confianza. Como han advertido economistas como Carmen Reinhart o Kenneth Rogoff, una deuda elevada en economías avanzadas puede ser sostenible hasta que deja de serlo, y cualquier disrupción en el mercado de bonos del Tesoro podría desencadenar una crisis sistémica global.
Italia y España, con ratios del 135,3% y 101,8% del PIB respectivamente, arrastran debilidades estructurales dentro del euro. Italia, tercera economía de la eurozona, sufre un bajo crecimiento potencial y alta dependencia del BCE para sostener su coste de financiación. Cualquier retirada del apoyo monetario europeo o aumento del riesgo político podría reactivar los temores de una crisis de deuda soberana. España, por su parte, ha logrado reducir su déficit, pero su elevada deuda y la sensibilidad a los tipos de interés la hacen vulnerable a futuros shocks. En ambos casos, el contagio sería inmediato para toda la zona euro, comprometiendo la estabilidad del euro.
Francia, con un 113% de deuda sobre PIB, ha dejado de ser percibida como un ancla fiscal en Europa. Su déficit estructural elevado, combinado con tensiones sociales y la falta de reformas profundas, han erosionado su credibilidad presupuestaria. En un entorno de tipos elevados y fragmentación fiscal dentro de la UE, el deterioro de las finanzas públicas francesas podría tensionar aún más el mercado de deuda europeo. Como señalaba Olivier Blanchard, ex economista jefe del FMI, la sostenibilidad de la deuda depende tanto del crecimiento como de la confianza; y Francia empieza a perder ambas.
Japón, con un 239,9% del PIB en deuda, es el país más endeudado del mundo desarrollado. Su situación se ha considerado manejable debido al bajo coste de financiación y al hecho de que gran parte de la deuda está en manos nacionales. Sin embargo, el envejecimiento poblacional y la salida gradual del Banco de Japón de su política ultraexpansiva plantean interrogantes. Un aumento brusco en los rendimientos de los bonos japoneses (JGB), que ya está produciendo, podría poner en jaque tanto a los mercados financieros como a la estabilidad monetaria global, dada la enorme exposición internacional al yen y a los activos nipones.
La sostenibilidad de estas deudas no se mide solo en porcentajes, sino en confianza, crecimiento futuro, composición de la deuda y capacidad política para responder a una crisis. En un mundo interconectado, los grandes deudores son también grandes transmisores de riesgo. Y esa es, precisamente, la verdadera amenaza.
EEUU la gran montaña de deuda del planeta
La proporción de la deuda nacional en la economía no puede aumentar indefinidamente. Llegado a cierto punto, incluso los grandes mercados de ahorro globales se verán sometidos a una presión excesiva, y la confianza de los inversores en la capacidad de Estados Unidos para financiar su deuda se evaporará. Además, los costos de los intereses consumirá una parte cada vez mayor de los ingresos fiscales, lo que generará presión para impopulares aumentos de impuestos y recortes del gasto.
Desde Brookings Institution explican que una crisis de deuda "no es una subida temporal de los bonos, sino una caída repentina, grande y sostenida de la demanda en relación con la oferta que genera un aumento brusco y persistente de los tipos de interés". Esto, según la firma tendría como consecuencia una fuerte crisis en el valor del dólar y los mercados bursátiles con caídas pronunciadas. Además de "un impacto considerable en la economía de EEUU y una crisis financiera global que empuje a todas las economías a una recesión".
Es poco probable que una crisis de deuda se produzca de forma catastrófica y descontrolada. En cambio, déficits persistentes del 8% al 10% del PIB podrían generar una serie de mini pánicos financieros con aumento de los tipos de interés y estancamiento económico que obliguen a Washington a controlar los déficits presupuestarios. Estas cifras son precisamente a las que aspiran las instituciones que EEUU puede llevar su déficit si no hay grandes cambios.
Si la mayoría de los baby boomers son demasiado mayores para absorber los cambios en las prestaciones, financiar los déficits presupuestarios proyectados podría requerir aumentos de los impuestos sobre la nómina de hasta el 10%, junto con un impuesto al valor agregado superior al 10%. El resultado será una deuda masiva, una economía lenta, tasas de interés altas e impuestos de proporciones europeas, sin las prestaciones sociales que las acompañan y que disfrutan las familias trabajadoras europeas.
Desde Brookings explican que no hay una cifra específica que desencadena esa temida crisis de deuda sino que más bien es un tema de confianza o que se rompa de algún modo la relación 'oferta-demanda'. Esto para la firma, se traduce en tres posibilidades que "son improbables pero que sería también muy arriesgado afirman que no pueden ocurrir, dada la elevada carga actual".
El primer factor es que por un motivo u otro, China o Japón "venden abruptamente sus tenencias". Esta venta tendría que ser masiva para ser una crisis "superior al billón de dólares". Sin embargo, si estas ventas fueran mayores "la Fed tendría que encontrar un delicado equilibrio entre apoyar al mercado con compras que estabilice el mismo al tiempo que no abdique de su mandato de inflación". Más probable sería el escenario de "un estancamiento político o políticas arriesgadas". La firma explica que "si los inversores creyeran que el impago es una posibilidad legítima, es probable que las tasas de interés se disparen. Que ese episodio se convierta en una crisis fiscal y financiera prolongada dependerá de si los responsables políticos cambian de rumbo y con qué rapidez".
"Una crisis fiscal podría desencadenarse si los políticos toman medidas irresponsables como amenazar con un impago, amenazar con debilitar instituciones esenciales o amenazar con inflar el déficit"
Concretando en esto, pese a que no ven un impago de todos los bonos, si ahí sigue aumentando la carga de deuda y el pago de intereses "podría existir un nivel tan alto que provoque el beneficio de incumplir (al menos parcialmente) superase los costes que esto generase". Si la situación llegase hasta tal punto que el default fuera una opción plausible, "ni siquiera la Fed podría pararlo porque su capacidad se habría visto gravemente limitada al igual que su credibilidad".
En resumen "una crisis fiscal podría desencadenarse si los políticos toman medidas irresponsables como amenazar con un impago, amenazar con debilitar instituciones esenciales (como la Reserva Federal) o amenazar con inflar el déficit de maneras que sugieran que no hay compromiso con las generaciones futuras" sin embargo lo ven todavía como una opción a largo plazo. Lo que todos parecen tener claro es que, por el camino, habría más momentos de tensión y volatilidad donde el mercado tenga un papel esencial y peso en el rumbo de la Casa Blanca.
En cualquier caso, los nuevos presupuestos de EEUU que quiere poner en marcha Donald Trump, con recortes de impuestos y mayor gasto, apuntan en la dirección más peligrosa. George Saravelos, estratega jefe de análisis sobre divisas de Deutsche Bank. "La ley de reconciliación emergente (esta es la Big Beautiful Bill) del Congreso apunta a que habrá mayores déficits, por encima del 6%. El acuerdo comercial entre EEUU y China apunta a que hay un umbral del dolor muy bajo a la hora de imponer aranceles al consumidor estadounidense. Además, incluso si se tiene en cuenta los ingresos por los aranceles, el déficit presupuestario de Estados Unidos va a seguir creciendo. En este escenario, la balanza comercial probablemente también continuará aumentando", explica Saravelos.
Desde la Universidad de Pensilvania estiman que para llegar a una situación totalmente inasumible "estimamos que tendría que superarse el 200% del PIB". Eso siempre y cuando "se den unas condiciones generales de mercado favorables". Si se rompiese la confianza de los inversores la cifra debería ser ostensiblemente menor. En ese sentido, tanto la Oficina de Análisis Presupuestario del Congreso, como la propia universidad de Pensilvania estiman que el país dispone de 20 años para revertir la tendencia de la deuda pública. Pasado este periodo "ningún aumento de impuesto, ningún recorte del gasto podrá evitar un impago ya sea implícito o implícito (con monetización de la deuda)". Según la institución académica de ocurrir esto "se daría un impacto duradero en todas las economías del mundo, aunque concretamente, en EEUU".
Pedro del Pozo, director de Inversiones Financieras de Mutualidad, explica en declaraciones a elEconomista que no cree que la situación sea irremediable ni mucho menos y que pasado Trump la situación tendería arreglarse. "Antes de Trump la curva de la deuda de EEUU (y las europeas) se encontraban en un proceso de normalización". Sin embargo, "esto se ha roto por el cambio de rumbo en la Casa Blanca con los aranceles y los recortes de impuestos (sumando más déficit". En resumen "no es tanto el temor al endeudamiento, sino la pérdida de la confianza en EEUU para atraer liquidez desde el exterior".
Japón puede desatar una crisis… pero fuera de sus fronteras
Estas semanas, por su parte, los mayores tipos de interés, las decisiones del banco central y la elevada carga de un 250% de deuda sobre PIB ha hecho que el foco mundial sobre una crisis de deuda apunte a Japón. Si bien esa enorme cifra que supera a todas las demás llama la atención el mercado de swaps otorga a Japón la menor probabilidad de incumplimiento de todas estas economías (solo un 0,36%). El motivo es que detrás de estas elevadas métricas de endeudamiento se esconden varias 'trampas' que hacen que un colapso sea menos probable que en otros lugares.
El último informe de la Fed de San Luís sobre la deuda nipona, publicado hace escasos meses, muestran que Japón tiene una enorme cartera de activos que le permitirían asumir ese balance si todo fallase, un auténtico escudo de liquidez tanto dentro como fuera de sus fronteras. Si se le exigiesen pagos, Japón cuenta con balanza consolidado de activos por valor del 192% del PIB. "Los pasivos netos realmente solo ascienden a un 78% del PIB.
Además hay otro factor muy importante respecto a la estructura de la deuda. El 90% de la misma está en manos de acreedores nacionales. Y ya no es solo que el problema se quede dentro de sus fronteras, en buena medida, sino que gran parte de esto se debe a las sombras del Banco de Japón que tiene casi medio trillón de yenes en bonos del estado a largo plazo. También son firmas muy dependientes de los planes del sector público y con los que podría haber menos problemas, como aseguradoras, fondos de pensiones o bancos.
"Japón tiene activos como acreedor del 95% del PIB, casi lo mismo que su deuda bruta"
Desde Fitch, por su parte remarcan que si bien esta estructura hace que la deuda sea mucho menos preocupante de lo que parece en un principio, genera un gran riesgo, es mucho más sensible que otros países a los tipos de interés altos, que pueden causar estragos en su economía y las finanzas públicas. Esto "elevará claramente los costes de financiamiento y afectará a la deuda pública y su trayectoria". Donde ve el riesgo la firma no es a corto plazo sino que a largo "el aumento de los costes relacionados con el envejecimiento de la población podría dificultar la estabilización de la deuda sin reformas para modernizar el sistema de seguridad social o impulsar el crecimiento potencial".
Desde Scope confirman que la elevada deuda "representa un riesgo continuo" pero matiza que "a muy largo plazo". La firma explica que "la sólida estructura de la deuda y los activos gubernamentales significativos son fundamentales". Además señala que tiene vencimientos a 8,6 años de media e integrada totalmente en yenes. Factores clave que impiden una crisis. Además, Japón, como la nación acreedora individual más grande del mundo, posee activos financieros gubernamentales de alrededor del 95% del PIB, casi igual en tamaño al stock de deuda bruta del soberano que debe ser reembolsado al sector privado". Por su parte, señala que también cuenta con unas reservas del 30% del PIB por si hay un momento crítico.
En resumen "el panorama agregado de la sostenibilidad de la deuda es mucho más benigno de lo que podría sugerir su enorme deuda bruta". Sin embargo, matiza que "el stock de deuda de Japón parece muy difícil de reducir". Por su parte el envejecimiento, el bajo crecimiento económico, sumado a los mayores gastos que se ven en el horizonte dejan un panorama sombrío que no dejan de señalar. No en vano, el FMI da por hecho que el país del Sol Naciente se dejará entre 2023 y 20250 un 60% de su PIB solo en gasto en pensiones y atención médica.

Sin embargo, pese a que las abultadas cifras de deuda de Tokyo pueden llevar a sobreestimar los riesgos, la realidad es que esa montaña de pasivos se traduce en unos de los puntos de mayor tensión para el mercado de deuda mundial y no solo es un problema, sino que puede traer caos a los mercados. El propio primer ministro japonés, Shigeru Ishiba hablaba de que su situación actual es "peor que la de Grecia en su peor momento".
El Ministerio de Finanzas de Japón estima que los costes por intereses de la deuda aumentarán más del 50% en los próximos años, pasando de aproximadamente 10,5 billones de yenes en el año fiscal 2025 a cifras significativamente mayores si los tipos de interés continúan subiendo.
La amenaza de Japón es más hacia el exterior que hacia el interior. De hecho los analistas creen que si el bono sigue subiendo al ser los japoneses uno de los mayores tenedores de deuda extranjera, podrían provocar un efecto contagio y ventas masivas en todo el mundo. Los nipones tienen el 12,8% de la deuda de EEUU. Por su parte, los inversores japoneses tenían en 2024 cerca de 750.000 millones de dólares en diferentes bonos de los países del Viejo Continente. Durante los tipos negativos las aseguradoras y las ballenas japonesas se han lanzado a comprar bonos de todo el planeta. El peligro de Japón no es una crisis de deuda en Tokio (al menos no es el mayor peligro) sino una caos en sus bonos que derive en una crisis en Europa y EEUU.
"La tensión en Japón provocaría que la gran cantidad de inversión exterior de Japón contenga los rendimientos… a expensas de los bonos del exterior"
Desde Capital Economics dicen que esta situación de deuda tan elevada provoca que cualquier noticia fiscal en el país (recientemente la posibilidad de recortes de impuestos) desate "enormes desequilibrios entre la oferta y la demanda en el mercado de bonos". En ese sentido no les preocupa tanto una crisis derivada de "una oleada de ventas" como sí puede ser en otros casos, sino más bien "provocaría que la gran cantidad de inversión exterior de Japón contenga los rendimientos… a expensas de los bonos del exterior".
El banco central ha subido los tipos para combatir una inflación que se ha disparado al 3,6% de forma drástica. Actualmente el precio del dinero está en el 0,5% y ha abandonado el territorio negativo por primera vez desde 2007. Su banco central ha reducido su balance en 172.000 millones de dólares. Tras una época de financiación ilimitada en el que no había techo para el endeudamiento, ahora los mercados se adentran en un verdadero cambio de época donde se camina por un sendero desconocido: la normalización de las reglas en un mercado de deuda del 230% del PIB.
Francia, la alerta encendida de Europa
Pedro del Pozo, director de inversiones financieras de Mutualidad, cree que "en el caso europeo, aparte del contagio por EEUU las tensiones de cotización en las curvas de tipos se deben más bien a la expectativa de mayores déficits, de la mano de un mayor gasto público general y de gasto en defensa en particular. Al igual que en Norteamérica, el principal problema de este incremento del endeudamiento es una reducción del crecimiento potencial, ya que la capacidad de consumo e inversión público se reduce, en aras de atender servicios de la deuda, y también se reduce el consumo privado, ante unos previsibles mayores impuestos. Ello infiere, entre otras cuestiones, mayores tasas de paro, de manera estructural, si no se pone freno a la tendencia".
Este economista incide en que los problemas de exceso de deuda y déficit son recurrentes en el mercado, cada cierto tiempo. Ello es debido a que algún nuevo factor, que puede ser de tipo político (como fue el caso de la Grecia de Tsipras o la Italia de Salvini) o exógeno a la economía (como fue el caso del coronavirus) actúa sobre los ya de por sí elevados niveles de deuda pública existentes en buena parte de las economías occidentales. Entre todo, hoy Francia parece el gran peligro con un 113% de deuda sobre PIB y un déficit desbocado.
Francia lleva años acumulando un enorme desequilibrio que amenaza con estallar en cualquier momento. Pese a la credibilidad que le otorgan las agencias de rating y el mercado, el runrún de los inversores se dirige directo a la falta de sostenibilidad de su deuda si no se toman medidas. Los analistas de Natixis explican que Francia tiene el segundo mayor gasto público de la eurozona. Según los últimos datos publicados por Eurostat (disponibles solo hasta 2023), la brecha en el gasto público entre Francia y los demás grandes países de la eurozona proviene principalmente del gasto en seguridad social y sanidad. Cabe destacar que el peso del gasto en pensiones en Francia fue el cuarto más alto de la eurozona en 2023, con un 13,1% del PIB, después de Finlandia, Italia y Austria. Esta proporción es 2,4 puntos porcentuales superiores al promedio de la eurozona y 3,6 puntos porcentuales superior a la de Alemania.

Lo que es más grave, reducir este gasto va a ser muy complejo, según estos expertos. El déficit público de Francia para 2024 se situó en el 5,8%, tras el 5,4% de 2023, por debajo del 6% previsto por el gobierno (tal como preveía Natixis), pero aun el más alto de la Unión Europea, con la excepción de Rumanía. Incluido en julio de 2024 en el procedimiento de déficit excesivo de la Comisión Europea, Francia aspira a un déficit del 5,4% del PIB en 2025, lo que supone un primer paso hacia el objetivo del 3% establecido por el gobierno para 2029.
Sin embargo, estos expertos señalan que "la reducción del déficit público francés no puede provenir de un aumento del crecimiento en un contexto en el que se espera que este sea del 0,6% en 2025 (la previsión del gobierno es del 0,7%) y del 1% en 2026, según nuestro escenario central. Esto está ligeramente por debajo de su potencial, después del 1,1% en 2024 y 2023. Por el lado de los ingresos, parece haber un margen de maniobra limitado, ya que la tasa de impuestos obligatorios ya es la más alta de la zona euro, con un 45,6% en 2023, que es 5 puntos por encima de la media de la zona euro. Por lo tanto, el factor de reducción del gasto parece ser una prioridad, ya que Francia tuvo el segundo gasto público más alto de la zona euro en 2024, con un 57,1% del PIB (después del 56,9% en 2023 y el 55,3% en 2019, antes de la pandemia), situándose justo por detrás de Finlandia (57,6%), y en comparación con el 50,6% en Italia, el 49,5% en Alemania y el 45,4% en España (Gráfico 2). Entre 2014 y 2023, Francia estaba a la cabeza de la clasificación", aseguran estos expertos.
El problema es que los recortes de gasto en Francia son sinónimo de rebelión, huelga, violencia y protestas, como se ha podido ver en el pasado reciente. Aunque esta afirmación sea un tanto aventurada y descabellada, parece que Francia solo podrá volver a una situación sostenible tras el estallido de una crisis de deuda que fuerza a realizar los ajustes que ahora parecen imposibles.
"Italia está haciendo muy bien sus deberes respecto a políticas fiscales. Está logrando transmitir confianza"
Italia, por su parte, carga con la segunda deuda más elevada de la zona euro (solo por detrás de Grecia) y, de no mediar ajustes adicionales, su deuda pública seguiría una senda ascendente hacia 140% del PIB para 2026, según proyecciones del FMI. España ha logrado reducir el déficit más rápidamente tras la pandemia, pero aún exhibe una deuda pública en torno a 100% del PIB, y se enfrenta a presiones de gasto futuras (por ejemplo, un fuerte incremento proyectado del gasto en pensiones y sanidad de 4 puntos del PIB para 2050 debido al envejecimiento poblacional) que complican la reducción de su deuda.
Desde Generali Investments indican en declaraciones a elEconomista que la perspectiva con estos dos países es mejor de lo que parece. "Italia está haciendo muy bien sus deberes respecto a políticas fiscales. Está logrando transmitir confianza. Desde Scope comentan que esperan que la deuda italiana toque un máximo 138,7% en 2027." Si bien los superávits primarios contribuirán positivamente a la dinámica de la deuda, su impacto se verá compensado por los elevados costes de los intereses que superan el crecimiento económico nominal, así como por el continuo impacto fiscal del programa Superbonus. Durante el período 2028-2030, se espera que la relación de deuda del gobierno general se mantenga en general estable, con un promedio de alrededor del 137%". Desde Fitch alegan que su visión ha cambiado totalmente dado que "se está dando un compromiso con el cumplimiento de las normas fiscales de la UE al llevar el déficit al 3,4%". En ese sentido la agencia explica que "creemos que los déficits seguirán reduciéndose gracias a un plan fiscal creíble con su Plan de Mediano Plazo de Consolidación Fiscal".
Misma situación para España para la cual, el ratio de deuda es "significativamente superior a la deuda que se espera de un país con su ranking. Pero, su plan fiscal para 2025-2028 propone reducir la deuda por debajo del 100%, algo que creemos que puede lograr gracias a un sólido crecimiento del PIB nominal". En cualquier caso, advierte que para ambos países la consolidación es realmente complicada y plagada de retos. Su menor economía las expone más, a priori que otras, pero el gran escudo que supone el BCE también le da más cobertura. En cualquier caso, la trayectoria es muy diferente a la de Francia o EEUU.
En cualquier caso, el volumen de deuda acumulada expone a estos tres países a escenarios macroeconómicos que podrían volver su deuda insostenible. Un primer riesgo es el repunte de los tipos de interés en caso de que la inflación volviera a reaparecer, por ejemplo, por una guerra arancelaria: un rápido endurecimiento monetario aplicado por el Banco Central Europeo elevaría los costes de financiación soberana en toda la zona euro. En 2024, los rendimientos de los bonos aumentaron sustancialmente y la prima de riesgo francesa alcanzó niveles no vistos desde 2012, llegando el bono a 10 años de Francia a rendir ligeramente más que el de España por primera vez desde 2008.
El BCE señaló que actualmente confluyen "niveles de deuda elevados y déficits altos"
Esta convergencia de tipos –impensable hace una década– refleja una reevaluación del riesgo: los inversores ahora exigen a Francia un interés similar (o superior) al de España, cuando históricamente Francia se financiaba mucho más barato. Si los costes de financiación continúan al alza, la carga anual de intereses consumirá una mayor porción del presupuesto nacional, dificultando el servicio de la deuda y pudiendo desencadenar lo que los economistas llaman una dinámica explosiva de deuda (la deuda crece más rápido que el PIB). Italia es especialmente vulnerable a este efecto: con deuda elevada y vencimientos constantes, un aumento sostenido de las tasas podría incrementar su ratio deuda/PIB incluso sin nuevos incrementos de gasto.
Otro escenario adverso es una caída del crecimiento económico o una recesión prolongada. Un estancamiento del PIB reduciría los ingresos fiscales y elevaría automáticamente la carga de la deuda en proporción al producto. El Banco Central Europeo advirtió en su Financial Stability Review de 2024 que, de persistir un crecimiento anémico junto con deudas elevadas, existe riesgo de un resurgimiento de la "preocupación del mercado por la sostenibilidad de la deuda soberana" en la eurozona. Un entorno de bajo crecimiento limita la capacidad de estos países para "crecer hacia fuera" de sus deudas, y si al mismo tiempo los déficits siguen altos, la trayectoria de la deuda podría volverse insostenible.
De hecho, el BCE señaló que actualmente confluyen "niveles de deuda elevados y déficits altos" junto con un crecimiento débil, una combinación peligrosa que podría reactivar una crisis de deuda en ausencia de correcciones. A esto se suma la incertidumbre política reciente (como elecciones muy fragmentadas o cambios de gobierno) que puede dificultar la adopción de medidas de ajuste, algo que el BCE mencionó explícitamente en el caso de Francia.
¿Dónde es más crítica la situación?
A pesar de lo que pueda parecer, la opinión más general de los expertos como de los principales índices del mercado apuntan a que la situación más preocupante y seria puede ser la de EEUU, que es, precisamente la que ofrece un mayor probabilidad de default, solo superada por Italia. Sin embargo, dado el volumen de su deuda, este riesgo tiene implicaciones mucho mayores.
Además Italia está dando sensaciones al mercado de revertir, precisamente, los problemas que le han llevado a los niveles actuales de endeudamiento. Aunque sea parcialmente, el rumbo parece otro que el de EEUU, cuyo camino parece más trazado hacia unos déficits permanentes. De hecho, la falta de consenso y la polarización entre los partidos, ha dado lugar a un equilibrio donde hay pocos incentivos para reducir los pasivos de la Casa Blanca. De hecho, su proyecto de ley por sí solo de rebajar los impuestos sumará 3,8 billones de dólares más a la deuda hasta 2034.
Pedro del Pozo explica que si bien no ven una crisis de deuda como tal en ninguna de las partes gracias a "la función de los bancos centrales como proveedores de liquidez". En resumen "es muy difícil contemplar un problema de impagos masivo en los países desarrollados porque estos actúan como un factor de equilibrio". Sin embargo, sí que ve esas tensiones derivadas de una mayor carga de la deuda y "creemos que EEUU es el lugar más probable donde podamos ver esa volatilidad de la mano no solo arancelaria, sino fiscal". El experto señala el ejemplo de Lizz Truss, que tuvo que dimitir tras provocar un desplome de los bonos y la libra con sus 'minipresupuestos".

De hecho otra de las grandes dudas que sitúan a EEUU en el foco es que, pese al gran poder de su economía, ya se está empezando a considerar la idea de una 'reestructuración de deuda' de forma discreta. En conocido como plan de Mar-a-Lago, contemplaría entre sus medidas negociar con los acreedores convertir los bonos a largo plazo en títulos a muy largo plazo para aliviar la balanza de EEUU. Esto sería una 'obligación' en un marco mucho más amplio que busque remodelar el comercio mundial, el sistema financiero y debilitar al dólar en un cambio histórico. Estas ideas proceden de un borrador de Stephen Miran, el candidato de la Casa Blanca para el Consejo de Asesores Económicos.
Almudena Mendaza, responsable de ventas en Iberia de Generali Investments lo ve de la misma manera. No hay peligro en el corto plazo de un impago pero la volatilidad estará cada vez más presente y cree que EEUU es el lugar donde más posibilidades hay de que emerja gran inestabilidad. En declaraciones a elEconomista la experta explica que "no hay un riesgo de impacto total y creemos que en la mayoría de casos hablamos de una situación estable quitando a EEUU y Francia".
En estos dos casos "aunque no hay un riesgo existencial si que vemos que las políticas de Trump y el alto déficit generan una gran tensión en EEUU que hace que las primas puedan dispararse en algunos momentos. En Francia esto vendría más de la incertidumbre cuando hay problemas de gobernabilidad". En ese sentido "si bien creemos que estos países pagarán su deuda, la mayor carga convierte estos activos, considerados seguros, en lugares con y una volatilidad cada vez mayor, algo que abre las puertas a más oportunidades y riesgos para los inversores".
"Creemos que lo ideal debería ser que en 120%-150% del PIB sea algo coyuntural ya que es peligroso"
En cualquier caso, Mendaza remarca EEUU como el lugar donde ven más problemas de insostenibilidad. "Creemos que la inflación se disparará con los aranceles y que habrá más movimientos, riesgo y volatilidad. Estamos más positivos con Europa donde el mayor temor, la gobernabilidad, parece asentada por ahora". En ese sentido esperan que a partir de ahora el Viejo Continente vea como los 'yields' de sus bonos bajen sostenidamente hasta el 2% "con ciertos picos de volatilidad pero marcados por la geopolítica".
Respecto a la sostenibilidad de la deuda "creemos que lo ideal debería ser que en 120%-150% del PIB sea algo coyuntural ya que es peligroso vivir con estos niveles pero va a ser muy difícil bajar de ahí y la tendencia de hecho es que esto siga aumentando". Trayendo cada vez más problemas de deuda ante cualquier evento en el mercado. "Se crearon unos niveles artificiales con el covid que aún se están digiriendo".
Si bien el caos total no es una opción a corto plazo, las tensiones llevan instaladas durante más de dos años. La alta carga que se ha consumado en los balances de los principales países de Occidente ha provocado una sucesión de episodios donde los bonos han caído con fuerza y se han desatado cada vez más dudas sobre la sostenibilidad. Si bien EEUU parece el principal candidato a liderar estas tensiones, la realidad es que todo parece indicar que el mundo camina hacia un mercado de deuda más caótico.