Bolsa, mercados y cotizaciones

Japón, a las puertas de una gran crisis: ¿un mercado de 'gangas' o una bolsa radioactiva para los inversores?

Ilustración sobre la crisis de deuda de Japón

Japón, con una de las mayores cargas de deuda gubernamental de entre las economías desarrolladas, está al borde del colapso. El Gobierno o, mejor dicho, los Gobiernos -cuatro primeros ministros desde 2020- de Tokio están teniendo dificultades paga gastar como antes. La inversión pública, a cargo de deuda facilitada por los bajos tipos de interés del banco central, ha sido el mecanismo de inercia que ha mantenido al país asiático con el pulso constante. Ahora, los subsidios a agricultores de zonas rurales desfavorecidas, los programas de ayuda a las familias para capear la inflación o el programa de inversión en defensa -necesario con una China que se rearma en silencio y amenaza en el frente marítimo- están en peligro.

En víspera de unas elecciones -que se disputarán este verano-, el Partido Liberal Democrático gobernante está en horas bajas. La deuda pública se ha disparado hasta alcanzar los casi 9 billones de dólares, más del doble del tamaño de su economía. Las empresas, afectadas por los aranceles, claman por ayudas públicas mientras que los hogares piden a gritos bajadas de impuestos. ¿Qué sucede? Que ninguno de estos deseos puede hacerse realidad.

Los límites de gasto están acotados. El Banco de Japón se está pensando acabar con los tipos de interés negativos y subirlos a golpe de reunión, lo que limitará el poder de endeudamiento del Gobierno nipón. Así, los rendimientos de los bonos a 30 años alcanzaban hace unos días máximos históricos y la débil demanda del papel a 40 años mantiene a los inversores en vilo.

Hace unos días, el primer ministro Shigery Ishiba, rechazaba implementar recortes fiscales a cargo de más emisión e deuda y durante una intervención en el parlamento nacional de su país admitió que la situación "no es buena". De hecho, llegó a decir que la situación financiera de Japón es ahora "peor que la de Grecia" allá por 2008.

Pero, a pesar de todo, los expertos dicen que Japón no se encamina a una crisis financiera inminente. La mayor parte del pasivo está en manos del Banco de Japón y compañías nacionales, lo que reduce el riesgo de una venta acelerada y masiva de papel.

¿Una crisis controlada?

Sin embargo, las dudas están en qué va a pasar de aquí en adelante y si esta situación es sostenible, sobre todo, para las empresas del país ahora que Trump amenaza un día sí y al siguiente también con más aranceles -además del general del 10%- si no se cumple con lo que dicta.

"Las compañías japonesas cuentan con unos balances fuertes, por lo que no creemos que se vean afectadas en exceso por lo que está sucediendo", alega Nozomi Moriya, estratega de renta variable japonesa de UBS, antes de añadir que la debilidad de la demanda nacional sí que podría tener impacto en la situación financiera de las corporaciones niponas. Según recoge Bloomberg, el banco de inversión helvético entiende que el sector privado del país asiático "tendrá que adaptar" sus exportaciones a la realidad del yen.

En estos momentos, los expertos de la entidad entienden que las mayores oportunidades en la renta variable de Japón parten del sector de consumo, el inmobiliario y la tecnología. Industrias que se negocian a un PER (veces que se recoge el beneficio en el precio de la acción) similar al del último lustro, en el entorno de las 23 veces para el conjunto del Nikkei 225, pero que por cotizaciones están lejos de los niveles vistos antes de que todo saltara por los aires.

Nombres propios como el de la farmacéutica Daiichi, el proveedor para la automoción Mitsui o la tecnológica NTT Data están entre los que reciben una mejor recomendación de compra por parte de los analistas, según FactSet. Sin embargo, el potencial previsto en bolsa por el mercado puede no dar muchas alegrías en los meses que vienen: NTT debería retroceder, acorde a los registros de Bloomberg un 12% para colocarse en su precio objetivo -después de haber subido en el año más de un 30%-, mientras que Daiichi tiene por delante una proyección alcista que supera los 50 puntos porcentuales, aunque viene de perder un 13% de capitalización desde enero.

En el año, la bolsa japonesa se coloca entre las de peor rendimiento de todo Asia junto al continental chino CSI 300. El selectivo de la renta variable nipona gana desde los mínimos de abril más de un 23%, aunque en el año pierde más de tres puntos porcentuales únicamente superado por los mercados de Taiwán, Malasia e Indonesia.

Aun con todo, existen fondos que, en estos momentos, están consiguiendo batir al índice. Es el caso del vehículo de renta variable nipona de JP Morgan AM, el JPM Japan Equity I2 (acc) EUR (4,3% de subida en el año) o el abrdn-Japan Sustainable Eqty L Acc EUR de Aberdeen que gana un 2,9% en lo que va de 2025. Entre las principales posiciones de sendos fondos se encuentran compañías como la aseguradora Mitsubishi Financials, Sony, Tokio Marine Holdings o Nintendo.

Gestoras de activos internacionales como JP Morgan AM afirman con convicción que el japonés es uno de los mercados más atractivos del mundo.

Amenaza al impulso económico

Sea como fuere, lo que sí está en juego es la recuperación económica japonesa, impulsada por el consumo. Ésta se verá "amenazada" en los próximos meses por la "agresiva política comercial de Estados Unidos" ya que, acorde a la opinión de Generali AM, aunque el Gobierno de Tokio esté dispuesto a llegar a un acuerdo arancelario con Washington y haya dicho que no va a imponer restricciones "en represalia", el tejido productivo del país "seguirá sujeto al arancel universal del 10% y otros".

"La fuerte evolución prevista de los ingresos reales, a medida que se modere la inflación y surtan efecto las últimas rondas de negociación salarial, proporcionará probablemente una amortiguación limitada, ya que el debilitamiento de la confianza frenará las compras", dice Paolo Zanghieri, economista senior de la gestora de activos italiana. En otras palabras, Japón tiene que empezar a hacer los deberes y cumplir con la sempiterna promesa de la consolidación fiscal.

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