
Hay que remontarse más de 16 años para ver la última vez que en el mercado secundario (donde cotiza la deuda tras se emitida) se le exigía la misma rentabilidad al bono español a 10 años que al francés, algo que está cerca de ocurrir en este momento ya que apenas se diferencian en poco más de 1 punto básico. A la buena evolución de la deuda española se unen las dudas sobre la francesa después, sobre todo, de las últimas elecciones, que dejaron un Parlamento francés muy fragmentado y en el que Emmanuel Macron ha podido conformar un gobierno a priori poco estable que se suma a la preocupaciones sobre el déficit fiscal.
Y es que el mercado está claramente posicionándose en un entorno de mayor incertidumbre en Francia, lo que está pesando más entre los inversores que el camino de bajadas de tipos que inició el Banco Central Europeo (BCE) en junio que favorece a la renta fija. La prima de riesgo, medida como la diferencia de rentabilidad exigida entre su bono a 10 años y el homólogo alemán, ha ascendido hasta los 80 puntos, el mayor nivel desde agosto. "Está cotizando una prima por la situación política", apuntan desde TD Markets. Asimismo, el último dato de actividad de Servicios fue particularmente malo tras el rebote derivado de los Juegos Olímpicos.
El bono francés a una década se mueve en el entorno del 2,94% de rentabilidad, frente al 2,55% con la que arrancó el año. No obstante, durante el verano llegó a escalar hasta el 3,346%. La deuda gala también se ha beneficiado desde esos máximos de julio del entorno de tipos más bajos que ha ido descontando el mercado, lo que ha permitido que se relaje la rentabilidad (los precios suben). Pero en la última semana se ha producido un claro repunte, con un alza de unos 15 puntos básicos, que lo acerca al 2,95% de los títulos españoles.
Desde Bankinter comentan que el Primer Ministro, Michel Barnier, señaló en una entrevista [este domingo] que la situación fiscal es "muy grave". Como la mayor parte de la deuda francesa se emite en los mercados internacionales, destacó que "hay que mantener la credibilidad de Francia". Los analistas del banco recuerdan que "el déficit público en 2023 ascendió al 5,5% del PIB y el Tesoro ya ha señalado que Francia terminará este año con un déficit del 5,6%, lejos del 3% objetivo de la UEM. Francia se encuentra desde el pasado mes de julio bajo el Procedimiento de Déficit Excesivo de la CE".
"Francia registrará el segundo mayor déficit presupuestario de la zona euro, después de Eslovaquia (5,9% del PIB), y muy por encima del umbral del 3% de Maastricht", apuntan en Scope Ratings. "El hecho de que Francia pertenezca al G7, su capacidad de recuperación económica, su peso en la gobernanza europea y su sólida solidez institucional han mitigado hasta ahora la preocupación por los sucesivos déficits presupuestarios de los gobiernos del país. Sin embargo, a pesar de la recuperación económica tras la pandemia, el aumento de la incertidumbre política desde las elecciones anticipadas de junio se ha unido al deterioro de las perspectivas presupuestarias", consideran en la firma.
Las agencias de calificación crediticia también le han dado ya un toque. S&P rebajó el rating de la República de Francia el pasado 31 de mayo, hasta AA-, tras situar ya a finales de 2022 su perspectiva en "negativa". En este mismo escalón la sitúa Fitch, mientras que por parte de Moody's aún conserva una nota Aa2, equivalente a un peldaño superior. Con todo, hay que recordar que España, al igual que otros países de la periferia europea a los que empieza a parecerse Francia, tiene todavía una peor nota crediticia. El Reino de España cuenta con un A por parte de S&P, por ejemplo; esto es dos escalones más abajo.
Lo que cada vez es más evidente es que los inversores están separando a Francia de otros países a los que antes igualaba, como Bélgica o Irlanda. Los bonos belgas a 10 años rondan el 2,8% mientras los irlandeses se mueven en el entorno del 2,5%. Si los inversores empiezan a exigir menos rentabilidad a España que a Francia no será la primera vez que un país periférico lo consigue; la deuda portuguesa está en el 2,73%.