
Parece que fue hace una eternidad, pero en mayo de 2018 un PSOE aplatanado en las encuestas tras la mediática victoria de Pedro Sánchez en las fratricidas primarias del partido emprendía un claro giro hacia el centro endureciendo el discurso contra el independentismo catalán después de haber llegado a defender la plurinacionalidad en el proceso interno del partido.
Ciudadanos descollaba en los sondeos ante un PP desgastado por la labor de Gobierno durante la crisis y los casos de corrupción. El mensaje de Albert Rivera calaba y los socialistas viraban para recuperar voto viendo que con la derrota de Susana Díaz y el 'viejo PSOE' se detenía la 'sangría' hacia Podemos pero no se despegaba en los estudios electorales.
En estos compases Sánchez llegó a acusar de "racista" al presidente catalán Quim Torra o a compararlo con Le Pen. Todo cambió de repente con la moción de censura contra Mariano Rajoy impulsada al calor de la sentencia del caso Gürtel. El líder socialista necesitaba los votos del independentismo para llegar a la Presidencia y para sobrevivir hasta que hubiera elecciones. Comenzó un acercamiento a los soberanistas que se saldó con Torra paseando por Moncloa y con Sánchez firmando en Pedralbes que había un "conflicto" en Cataluña.
Acontecimientos posteriores como la negativa de los independentistas a aprobar los Presupuestos firmados por PSOE y Podemos y el veto de ERC a permitir a Miquel Iceta ser designado senador autonómico para presidir la Cámara Alta distanciaron al Ejecutivo de los mismos. Sánchez empezó a culparles del 28-A, pero todavía no había sangre. De hecho, durante el verano, Gabriel Rufián fue quizá la persona que más insistió en que hubiera un acuerdo de izquierdas que evitase nuevas elecciones.
Asumido el 10-N, ha llegado el 'segundo viaje' de Sánchez al centro endureciendo el discurso con Cataluña. Si en las semanas previas el mensaje era que se buscaba una investidura apoyada en los cuatro grandes partidos para no depender de los independentistas, ahora el presidente ha subido el tono. El aldabonazo fue el pasado 18 de septiembre en la sesión de control al Gobierno en el Congreso. Rufián afeaba a Sánchez no haberse entendido con Pablo Iglesias y, tras meses de terciopelo, el socialista sacaba los tanques: "Me ha resultado llamativo que un partido que se dice de izquierdas defienda la independencia de un territorio rico porque dice que paga mucho dinero al resto de territorios de España".
Tras este aviso, y con un clima espeso ante la incierta sentencia del 1-O, un Sánchez y Gobierno que hasta ahora habían apartado el artículo 155 de la Constitución como a una mosca han empezado a utilizarlo como advertencia. También valoran la aplicación de la Ley de Seguridad Nacional. La última frontera pasa por el indulto a los líderes del procés si son condenados: un asunto tan delicado que el Ejecutivo no ha querido emitir ningún mensaje ni en un sentido ni en otro.
En cualquier caso, se denota una modulación del discurso que recuerda a la de 2018 y que podría tener dos objetivos casi contradictorios: acercarse a Ciudadanos progresivamente y preparar una pista de aterrizaje para el pacto tras el 10-N y a la vez disputarle electorado a un partido 'naranja' muy sufriente en las encuestas desde abril. El problema para Sánchez sería que, en esta ocasión, la suma con Ciudadanos no dé y tengo que buscar un tercer elemento: la aquiescencia tanto del PP -Casado ha dicho este miércoles que "no y no"- como de los otros eventuales socios de izquierda parece difícil.
El presidente en funciones tiene por seguro el voto en el flanco izquierdo, pero no salió tan bien parado como creía de la negociación con los de Iglesias. Además, la irrupción de Íñigo Errejón en el plan nacional puede ayudar al acuerdo de izquierdas pero a la vez restarle votos a los socialistas, más aún si siguen enfocando el discurso al centro.
En lo que respecta a un acuerdo, el propio Errejón ha avisado a Sánchez en los últimos días de que, pese a haber nacido con una clara voluntad de conformar un Gobierno progresista, Más País no dará sus votos "gratis" y no respaldará un acuerdo de los socialistas que pase por Ciudadanos. Con todo, el exdirigente de Podemos, pese a oponerse a la aplicación del 155, ha liberado a Sánchez de esa carga al asegurar que eso no tiene por qué "hipotecar un Gobierno progresista".
Por su parte, Iglesias ha dicho que se aviene a negociar un Gobierno de coalición proporcional con Sánchez y Errejón. Aunque en este último caso el 155 sía sería un escollo y la alianza de izquierdas pasaría por los tres actores.