
El 29 de marzo era la fecha clave del Brexit, el día en que todo terminaría. Pero se ha quedado en un susto: una semana después, Reino Unido sigue siendo miembro de la UE y su marcha o no sigue estando en el aire. Casi tres años después del referéndum sobre su salida, nadie sabe exactamente qué va a pasar en las próximas semanas: si habrá elecciones, si habrá un nuevo Gobierno, si Reino Unido finalmente se irá o si se anulará el Brexit de raíz. Pero algunas cosas sí están claras: cómo hemos llegado hasta aquí y qué opciones hay sobre la mesa. Este es un resumen de lo que sí sabemos dentro del caos sin fin que es el Brexit.
¿Por qué no se ha producido ya el Brexit?
Inicialmente, la fecha de salida se fijó para dos años después de que Reino Unido activara el mecanismo de salida, es decir, el 29 de marzo de 2019. Pero hace dos semanas, la primera ministra, Theresa May, pidió al Consejo Europeo -los jefes de Gobierno de los Veintisiete estados miembro- una prórroga para evitar una salida caótica, dado que el parlamento británico se ha negado por tres veces a ratificar el acuerdo para la salida ordenada firmado por May. Así, el Brexit quedó aplazado de forma temporal, para desgracia de las empresas de souvenirs que habían fabricado ya platos conmemorativos de la fecha y del Banco de Inglaterra, que iba a emitir una moneda especial de 50 peniques como celebración.
Mientras haya eurodiputados británicos en Bruselas, el Brexit se puede aplazar hasta el infinito y más allá
Entonces, ¿cuál es la nueva fecha?
En principio, Reino Unido debía abandonar la Unión el 12 de abril, sin acuerdo, o el 22 de mayo, justo antes de las elecciones europeas, con el acuerdo que no ha podido ratificar. Pero este viernes, May propuso una extensión hasta el 30 de junio, lo que supondría participar en las elecciones europeas, que serían allí el 23 de mayo (en España se celebrarán el 26, junto a las municipales). La UE puede rechazar esa petición y expulsar a Reino Unido el 12 de abril, pero lo más probable es que imponga a May una prórroga de al menos un año a la espera de que el Parlamento británico se aclare de una vez, para evitar tener que celebrar minicumbres para prorrogar el Brexit cada dos semanas. En ese caso, en cuanto ratifiquen el acuerdo de salida podrían irse, sin tener que cumplir el año completo. Pero si el caos en Londres sigue y el acuerdo no se ratifica nunca, hay un seguro: mientras haya eurodiputados británicos en Bruselas, el Brexit se puede aplazar hasta el infinito y más allá.
Y, ¿cuándo se decidirá cuál es el nuevo día límite?
Entre el 10 y el 11 de abril. En esos dos días se reunirá de nuevo el Consejo Europeo. Antes, el Parlamento británico debatirá si aceptan la nueva fecha -30 de junio- propuesta por May o si apuestan por un plazo más largo, como el sugerido por Bruselas. Aunque el problema es que la última palabra está en manos de los Veintisiete y la decisión debe ser unánime: cualquier país de la Unión podría mandar a Reino Unido a la calle si veta la prórroga, algo no muy probable pero posible. En otras palabras, el Brexit significa en la práctica que Grecia, Malta o Rumanía tienen la última palabra sobre la estabilidad económica del Reino Unido.
Pero, ¿por qué no se ha ratificado aún el acuerdo de salida?
Desde luego, no por falta de intentos. May ha llevado tres veces a votación su plan, cambiando un poco su contenido para evitar la norma que dice que no se puede volver a llevar al pleno un asunto ya rechazado en la misma sesión. Pero se ha encontrado con un problema irresoluble: la frontera con Irlanda. Si Reino Unido abandona el mercado común, como querría May, tendría que introducir controles en la frontera entre Irlanda e Irlanda del Norte. En principio, no sería grave si no fuera porque la región pasó décadas en una guerra civil soterrada entre la banda terrorista republicana IRA y grupos paramilitares unionistas por ese motivo. La solución acordada con la UE ha sido la llamada "salvaguarda": separar a Irlanda del Norte del resto del país y obligarla a seguir las leyes europeas en comercio para evitar tener que inspeccionar los bienes que crucen la frontera.
El resultado ha sido la rebelión de los socios de Gobierno de May, los unionistas norirlandeses del DUP, que se niegan a ver su provincia separada legalmente del resto del país. Su negativa ha dado alas al ala euroescéptica más radical de su partido, que ha encontrado una excusa para negarse a aprobar el acuerdo. Dado que los 'brexiters' quieren una salida 'dura', han decidido rechazar permanentemente el plan de May, aunque eso suponga mantener al Reino Unido en la UE y aliarse con la oposición proeuropea. Tan enrocados están, que han insistido en rechazarlo incluso después de que May, a la que odian, ofreciera su dimisión a cambio de sus votos. Uno de sus líderes dijo que, si se aprobaba el acuerdo, "sería capaz de demoler [el Parlamento] y tirarlo al río". Si finalmente el Brexit acaba cancelándose, los europeístas se lo agradecerán eternamente.
Brexit con acuerdo, con acuerdo, duro, blando... ¿qué significan?
Como los turrones, hay muchos tipos de Brexit. A grandes rasgos, hay tres tipos:
- El duro o sin acuerdo supondría salir de la UE a las bravas. Sin que Reino Unido pague los 41.800 millones de euros que debe de contribuciones al presupuesto, pensiones de los empleados británicos en Bruselas y otros gastos ya comprometidos, por ejemplo. Si esto se produjera, la UE pasaría a tratar al Reino Unido como un país extranjero de la noche a la mañana, imponiendo las restricciones al comercio, el transporte y el movimiento de personas que se le aplican a, por ejemplo, Mozambique o Indonesia, por mencionar dos países al azar. Bruselas ha anunciado una serie de medidas de emergencia para que, por ejemplo, Iberia -cuya matriz, IAG, tiene sede en Londres- pudiera seguir volando en Europa hasta arreglar su situación. Pero todo dependería de la buena voluntad de la UE. Por eso la gente está acumulando comida y medicinas en sus casas, por si ocurre lo peor.
- May aboga por un Brexit 'medio'. En su acuerdo se incluyen restricciones al movimiento de personas entre Reino Unido y la UE y plantea un acuerdo comercial amplio para bienes pero más restringido para los servicios. Reino Unido tendría que seguir obedeciendo algunas de las regulaciones europeas, pero en su mayoría podría abandonar las de sectores -como el financiero- en los que cerrara las puertas al libre comercio con la UE. Más libertad regulatoria, menor relación económica.
- El Brexit 'blando', también conocido como "plan Noruega", consiste en seguir el modelo de relación que tiene dicho país nórdico con la UE: está dentro del mercado común y tiene libertad de movimiento de personas, a cambio de obedecer todas las regulaciones que impone Bruselas. Eso sí, no forma parte de la unión política: no elige eurodiputados ni su primer ministro está invitado a las reuniones del Consejo Europeo. Tampoco tiene el euro como moneda. La relación es fundamentalmente comercial, que es, al final, lo que promovían gran parte de los euroescépticos británicos. Aunque el problema es que, una vez ya estás sentado en la mesa, levantarse y marcharse a la habitación de al lado a esperar a que te traigan las sobras del menú no es un modelo especialmente atractivo. Pero sí es el mal menor, puestos a abandonar la UE. Aunque el daño económico que ya están sufriendo seguiría estando allí.
¿Y a nosotros, cómo nos afecta?
Depende de cómo sea el Brexit. En el peor de los casos, si no hay acuerdo, los daños serían múltiples. Por ejemplo, caería el número de turistas británicos, las empresas que vendan a las islas tendrían nuevos obstáculos comerciales, el sector agroalimentario sufriría y, si el caos se extiende, Iberia dejaría de poder volar en España tras unos meses. La situación golpearía a la economía española, ya que Reino Unido es nuestro cuarto mayor socio comercial -nos compró bienes por 18.977 millones de euros en 2018- y eso podría causar daños a muchas empresas y a sus trabajadores. Pero si el Brexit es más blando, los efectos serán menores. En el caso de optar por el "plan Noruega", el efecto sería bastante pequeño, pero algo de comercio se perdería igualmente.
Theresa May, que había votado a favor de permanecer en la UE, fue la única superviviente de las primarias 'tories' y fue nombrada primera ministra por defecto
Pero, ¿cómo hemos llegado a este punto?
La historia del Brexit es, en sí, una historia de catástrofes. David Cameron prometió hacer un referéndum para contentar a los euroescépticos de su partido, pensando que jamás obtendría la mayoría absoluta. Contra todo pronóstico, la consiguió. A continuación, limitó el poder del Gobierno para apoyar la opción de permanecer para evitar el enfado de sus ministros pro-Brexit. Mientras, los laboristas, un partido proeuropeo, eligieron a un líder euroescéptico, Jeremy Corbyn, en medio de una rebelión izquierdista contra el 'centrismo'. Todo se puso a favor de la salida.
Tras la ajustada victoria de la opción de salida (52%-48%), Cameron dimitió para dar paso a un primer ministro euroescéptico. Pero todos los candidatos pro-Brexit fueron cayendo por su propio peso en una campaña de primarias llena de traiciones públicas y errores de bulto. Al final, Theresa May, que había votado a favor de permanecer en la UE, fue la única que quedó en pie y fue nombrada primera ministra por defecto, sin llegar a una votación entre los militantes.
Y May jugó sus dos cartas claves de forma desastrosa. Primero, puso en marcha el cronómetro para el proceso de salida en marzo de 2017, antes de haber preparado nada, regalando a Bruselas todo el poder para imponer las normas de la negociación y los plazos. A continuación, convocó unas elecciones anticipadas para obtener la mayoría aplastante que predecían las encuestas -le daban 20 puntos de ventaja sobre los laboristas- y poder usar el rodillo parlamentario para aprobar su acuerdo. Pero la campaña electoral más horrible que se recuerda le supuso dos cosas: ganarse el mote de "Maybot", por la actitud robótica en sus actos; y perder la mayoría. Así, May quedó a merced de la oposición y los extremistas de su partido, dos grupos que no tienen nada más en común que un rechazo rotundo por el Brexit "medio" que propone ella.
Pero el mayor problema es que, en estos años, ha aumentado la polarización del país. Muchos de los ciudadanos que veían a la UE como algo positivo pero distante ahora se han convertido en proeuropeístas radicales dispuestos a manifestarse y recoger firmas -6 millones- por la permanencia en la Unión. Enfrente, muchos votantes que apostaron por marcharse esperando una relación "a la Noruega" ahora piden una ruptura lo más dura posible y acusan de "traición" a May. Han aumentado las amenazas a los diputados y el ambiente cada vez está más tenso. Ni los propios diputados tienen claro qué hacer. Y todo indica que May dejará de ser primera ministra antes de fin de año, aunque en su propio partido tienen miedo de convocar elecciones, por miedo a una castigo del electorado.
Nadie sabe qué pasara, ni mañana ni dentro de un mes. Y todo esto por obra y gracia de un primer ministro que, una semana antes de las elecciones de 2015, advertía: "Reino Unido se enfrenta a una decisión simple e inevitable: un Gobierno estable conmigo [Cameron] o caos con [el laborista] Ed Miliband". Nadie sabe cómo habría sido el caos de Miliband, pero más de uno desearía ahora haberlo probado.
Britain faces a simple and inescapable choice - stability and strong Government with me, or chaos with Ed Miliband: https://t.co/fmhcfTunbm
— David Cameron (@David_Cameron) 4 de mayo de 2015