
El paso del tiempo es caprichoso y, cuando hace nada las autoridades 'lanzaban dinero por la ventana' para estimular la economía tras el shock del covid, ahora se enfrentan un abismo fiscal que ya existía, pero que se ha hecho más hondo. Dentro de esta dinámica generalizada, hay nombres propios que están más en el punto de mira que otros. En Europa, donde sobre todo Italia, pero también España o Grecia (los viejos PIGS, quién no lo recuerda), han sido recurrentemente los sospechosos habituales, los focos ahora apuntan a una Francia en serios apuros. Atravesando el Canal de la Mancha, Reino Unido en el fondo no ha dejado de estar en las quinielas más pesimistas, como demuestra su mercado de bonos soberanos. Ante este 'nuevo' mapa de riesgos, un runrún de los que habitualmente emanan de los círculos económicos y financieros se está abriendo paso: un rescate del Fondo Monetario Internacional (FMI) a Francia y/o Reino Unido.
En Reino Unido la 'cantinela' no es nueva. En plena marejada post-Brexit, el devaneo populista del breve gobierno de Liz Truss (se anunciaron agresivos recortes de impuestos sin una clara hoja de ruta de financiación) exacerbó las preocupaciones fiscales sobre el país. Ya en 2022, este 'momento Truss' se saldó con avisos del propio FMI al país e informes de casas de análisis que lo comparaban con una economía 'emergente'. Una humillación en toda regla. Vueltos al poder tras 14 años, los laboristas de Keir Starmer están intentando poner en orden las cuentas, pero por cada 'agujero' que tapan, les sale otro. En Francia, la situación se ha puesto peor a medida que la inestabilidad política ha ido a más. La imposibilidad de constituir un gobierno fuerte con el apoyo de una muy fragmentada Asamblea y con un Emmanuel Macron en la rampa de salida del Elíseo cercenan los intentos de situar al país en una más saludable senda fiscal.
Durante el fin de semana, un grupo de economistas sugirió que el gobierno del Reino Unido podría verse obligado en poco tiempo a recurrir al FMI para un rescate. Esta semana, el mismo ministro de Economía francés, Eric Lombard, ha advertido de que la intervención del FMI es "un riesgo inminente" para su país. Este aviso desde el propio Ejecutivo galo supone una clara escalada en estos temores y justifica un más sesuda análisis sobre si es un escenario plausible.
"La situación fiscal y de balanza de pagos del Reino Unido puede estar lejos de ser saludable, pero la especulación de que podría verse obligado a recurrir al FMI para un rescate es descabellada. Los riesgos son mayores para Francia, pero tampoco está al borde de un rescate, y cualquier ayuda provendría de la UE, no de Washington", resumen de forma taxativa Neil Shearing y Andrés Kenningham, analistas de Capital Economics, en una nota para clientes.
Para estos economistas, las palabras de Lombard, pronunciadas en un delicado momento en el que el gobierno del centrista François Bayrou parece abocado a caer pronto, pretenden ser una advertencia más que una predicción; si bien es cierto, reconocen, que los riesgos en Francia son algo mayores que en el Reino Unido: "De hecho, esta parece ser la opinión de los inversores, dispuestos a pagar más por un seguro contra un impago soberano en Francia que en el Reino Unido".
Tanto el déficit como la carga de la deuda son más elevados en Francia que en el Reino Unido, con casi un 6% y un 113% del PIB, respectivamente, el año pasado. Además, hay menos probabilidades de que el gobierno implemente un ajuste fiscal ordenado en los próximos años. La ola de ventas de esta semana en los bonos soberanos se produjo tras la decisión del primer ministro Bayrou de convocar una moción de confianza, lo que podría precipitar la caída de otro gobierno (el gabinete de Michel Barnier colapsó en diciembre). Asimismo, dado que Francia no tiene control sobre su propia política monetaria, el apoyo del banco central no es tan fácil de conseguir, agregan desde la casa de análisis.
Pese a estos riesgos, estos analistas insisten en que Francia está lejos de necesitar un rescate. "La rentabilidad de sus bonos a diez años es de tan solo el 3,5% y no hay indicios de problemas de liquidez en su mercado de bonos soberanos. Además, Francia no depende excesivamente de ningún grupo inversor; sus bancos no están especialmente expuestos a la deuda pública francesa", explican Shearing y Kenningham.
En el extremo caso de que Francia finalmente necesitara un rescate, prosiguen, probablemente encontraría una solución europea. Una opción sería un préstamo del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), siempre que Francia se sometiera a un programa de ajuste fiscal. El Banco Central Europeo (BCE) también podría contribuir comprando algunos bonos del gobierno francés a través de sus llamadas "compras directas" (OMT).
También se ha hablado recurrentemente del nuevo escudo anunciado por el BCE conocido como Instrumento para la Protección de la Transmisión (TPI), diseñado para actuar de forma selectiva con un país como respuesta a "dinámicas de mercado desordenadas". "En teoría, el BCE podría recurrir al TPI si los tipos de interés demasiado elevados de las bonos franceses (OAT) afectan negativamente la orientación de la política monetaria. Las condiciones exigen que un país cumpla con las normas fiscales de la UE. Sin embargo, al mismo tiempo, el BCE tiene la capacidad de desviarse de este requisito, una opción que probablemente ejercería si los efectos colaterales amenazaran la estabilidad financiera", detallan desde ING.
Como punto final en lo relativo a la situación francesa, en Capital Economics recuerdan que, durante la crisis de la eurozona, solo los países periféricos más pequeños recurrieron a rescates del FMI (Chipre, Grecia, Irlanda y Portugal). Las economías más grandes que se vieron en serios problemas (Italia y España) se las arreglaron con el apoyo financiero de la UE, pero no del FMI.
El 'fantasma' de los años 70 en Reino Unido
Abordando con más enjundia el particular caso de Reino Unido, los estrategas de la firma británica admiten que, inevitablemente pesa en este miedo lo sucedido en los años 70. En 1976, el gobierno laborista de Harold Wilson, asediado por una mala gestión económica, tuvo que solicitar ayuda del Fondo. Ese episodio se convirtió en sinónimo de humillación nacional, sembró el caos político y allanó el camino para la derrota laborista en 1979 y su largo exilio del poder.
"El paralelismo, por lo tanto, es contundente. Y el hecho de que la última advertencia provenga de un grupo que incluye figuras respetadas -dos de ellos exmiembros del Comité de Política Monetaria del Banco de Inglaterra y uno exdirector del Instituto Nacional de Investigación Económica y Social- significa que no puede descartarse simplemente como palabrería", ponen en perspectiva Shearing y Kenningham.
Pese a todo, consideran el paralelismo como exagerado: "El FMI no acude a países que pueden financiarse en su propia moneda y conservar la confianza de los inversores. Suele recurrirse cuando los déficits fiscales y de balanza de pagos crónicos han acumulado pasivos en moneda extranjera inmanejables, o cuando los sistemas bancarios se desploman bajo el peso de la deuda externa. Gran Bretaña, a pesar de todas sus deficiencias fiscales, no entra en esa categoría".
Sin duda, las cifras británicas no son nada halagüeñas. En 2024/25, el déficit presupuestario apenas superó el 5% del PIB y la deuda neta del sector público alcanzó el 95% del PIB. Además, el déficit crónico por cuenta corriente del Reino Unido ha generado una gran acumulación de pasivos externos. La posición de inversión internacional neta es profundamente negativa, situándose en el 50% del PIB. "No es precisamente un buen panorama", reconocen desde la casa de análisis.
Aunque se trata de cifras claramente mejorables, no parece haber indicios de una presión del mercado que obligue a solicitar asistencia financiera externa. "La rentabilidad de los bonos del Estado a diez años se sitúa actualmente en el 4,75% y se ha mantenido en un rango del 4,5% al 4,85% desde principios de año. Si bien la rentabilidad de los bonos del Estado a 30 años se encuentra actualmente en máximos de 25 años, esto refleja una ola de ventas global de deuda a muy largo plazo, impulsada en gran medida por los acontecimientos en EEUU. Otros países han experimentado un aumento similar de la rentabilidad en ese tramo de la curva en las últimas semanas", justifican los estrategas de Capital.
Fundamentalmente, continúan, la deuda del Reino Unido está denominada en libras esterlinas y el Banco de Inglaterra sigue siendo el principal respaldo, como demostró la turbulencia posterior al 'minipresupuesto' de Truss en 2022, cuando intervino para estabilizar los mercados de deuda pública, más allá de que se acabase produciendo un cambio de decisiones clave de política económica y un cambio de gobierno con la llegada de un más prudente Rishi Sunak. "Si el Reino Unido pudo capear esa tormenta sin recurrir al FMI, hay pocos motivos para pensar que lo hará ahora, en condiciones más favorables", remachan Shearing y Kenningham.
La realidad es que las intervenciones del FMI en las economías avanzadas se han vuelto muy poco frecuentes desde que el mundo adoptó tipos de cambio flotantes y cuentas de capital abiertas. "En realidad, solo hay dos excepciones. La primera son las economías pequeñas que acumulan grandes pasivos externos y donde aún existe una tendencia a endeudarse en moneda extranjera (pensemos en Islandia en 2008). Pero hoy en día no existen paralelismos. La segunda es la eurozona, donde la estructura de la unión monetaria implica que los bancos centrales nacionales no pueden imprimir dinero ni respaldar directamente los mercados de bonos gubernamentales", desarrollan ambos economistas.
En otro reciente informe reciente, los analistas de Capital Economics identificaron 14 crisis fiscales en economías desarrolladas durante los últimos 50 años. Seis de ellas ocurrieron en la eurozona en la década de 2010 y otras tres a principios de la década de 1990, relacionadas con el Mecanismo de Tipos de Cambio. De las 14 crisis, los únicos rescates del FMI que se requirieron fueron los del Reino Unido en 1976 y los de cuatro de los seis países de la eurozona. En otros casos, una combinación de intervención del banco central, devaluación monetaria y medidas de austeridad fue suficiente.